No es primera vez que cuando el gobierno enfrenta sus peores horas, la oposición oficial sale a su rescate
Editorial #375 – Aunque usted no lo crea
Dicen que para obtener resultados distintos, hay que hacer las cosas de manera diferente. Parece que sobre eso no han escuchado algunos dirigentes de la oposición.
Nos enteramos, una vez más por otras fuentes ajenas a ellos, que un nuevo proceso de diálogo comenzaría la semana pasada en República Dominicana, con un mediador por demás conocido –y desacreditado- para los venezolanos: el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero.
Como si tener a un personaje tan nefasto cómo él conduciendo un proceso tan delicado no fuera suficiente, también tuvimos que lamentar ver representando a la oposición a personas que no necesariamente gozan de la confianza de la mayoría de los venezolanos: Manuel Rosales, Julio Borges, Luis Florido y Timoteo Zambrano, entre otros.
Por el gobierno, los actores de siempre -los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez y el canciller Jorge Arreaza- gozaron del encuentro y del inicio del nuevo proceso. Son conscientes de que éste les da lo más valioso que el gobierno venezolano puede obtener hoy: tiempo.
El problema es que justamente tiempo es lo que los venezolanos no tienen. Son demasiados años los que se ha prolongado una tragedia, que ha costado la vida a cientos de miles de personas y el futuro a toda una generación.
Lo más patético de esta historia es que no es la primera vez que cuando el gobierno enfrenta sus peores horas y el cambio está a la vista, es la oposición oficial la que sale a su rescate. Ocurrió con los “diálogos” de 2014, 2016 y nuevamente en 2017.
Esta vez, con una diferencia. Los ciudadanos están más conscientes de esta realidad y todo parece indicar que no siguen dispuestos a soportar un nuevo engaño. No nos sorprenda, pues, que el resultado de este nuevo intento de acuerdo entre el gobierno y sus pares opositores sea el nacimiento de una fuerza civil y política alternativa que conduzca de ahora en adelante a esa indiscutible mayoría de ciudadanos indignados, y que no se siente representada ni por unos, ni por los otros.
Sin embargo, la realidad es que vemos hoy una Venezuela desolada, paralizada por una mezcla de decepción y asco. Con la mayoría de partidos políticos en campaña electoral y sus más importantes dirigentes sentados en una nueva mesa de “diálogo”. Los mismos actores de siempre, tan poco confiables y con el mismo discurso. Y, mientras tanto, el país en un abismo cada día más profundo.
Aunque usted no lo crea.
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