La antipolítica

Para nadie es un secreto el estado crítico de Venezuela. El colapso general de los servicios públicos como el agua, gas, electricidad, aseo urbano, vialidad, seguridad y salud, es más que evidente. El socialismo logró algo único, la igualdad social a la inversa, en lugar de subir a quienes estaban en los estratos bajos, bajó a todos los que estaban en los estratos medios, diseñando una sociedad en la que las mayorías son pobres y los ricos fueron sustituidos por un grupito super reducido de altos funcionarios públicos y militares, aumentando en consecuencia la brecha entre ricos y pobres. Pocos países en el mundo han pasado por una situación similar, y la mayoría de ellos lo ha sido como consecuencia de una guerra o el intento exitoso de establecer un Estado socialista.

Excluyendo a quienes conforman la cúpula que se enriquece a la sombra de la miseria de los ciudadanos, existe un consenso general entre la minoría chavista del país y la mayoría que se identifica como contraria al gobierno socialista, en que la situación del país es completamente adversa y el futuro no pinta para nada mejor.

Hay quienes dicen que era impensable que el país llegara a este punto. Sin embargo, los hechos los contradicen. La historia de todo país que ha intentado ese sueño bonito del socialismo, y digo bonito por como suena cuando se le lee en los libros, contrariamente al horror que se vive en las realidades de los países que exitosamente lo han implantado, como Cuba, Corea del Norte, U.R.S.S, China (hace unos años) y ahora Venezuela.

Cuando aparece en la escena política Hugo Chávez (fundador del horror socialista en Venezuela) varios dirigentes políticos y personalidades, sin éxito, denunciaron la catástrofe que venía. Así, Carlos Andrés Pérez en 1997 en una entrevista con Marcel Granier dijo “yo quisiera que los venezolanos se dieran cuenta que vamos a hundir al país en una tragedia” y al ser preguntado acerca de cuál era la tragedia que avizoraba si ganaba Chávez, dijo “una dictadura, y nosotros sabemos lo que es una dictadura, aquí no hay ley, aquí no habría derecho de expresión, las cárceles se abrirán para quienes no estén de acuerdo con este gobierno…”. En el mismo sentido, a lo llanero, el expresidente Luis Herrera Campins ante los primeros desmanes del Chávez recién electo, recomendó a los venezolanos “compren alpargata que lo que viene es joropo”.

El 5 de julio de 1999, apenas 5 meses después de haber apoyado su candidatura, Jorge Olavarría, en su discurso como orador de orden en el Congreso de la República, dijo “Los hechos de hoy plantean ante la conciencia de los venezolanos de hoy, la obligación de hacer algo por lo que hoy amenaza la esperanza de cambiar lo que hay que cambiar, esos hechos, pueden hacer y si se les deja van a hacer retroceder a Venezuela a un ayer, cuyos atavismos de violencia están latentes y solo falta alguien que los despierte y alguien los está despertando, mañana nadie podrá declararse eximido de responsabilidad si hoy cada quien no asume la responsabilidad que le corresponde, sin egoísmos, sin cobardía”.

Hasta el mismo Gabriel García Márquez, quien seguramente convencido por su amigo personal Fidel Castro, conoció a Chávez en La Habana y viajó con él para luego escribir en Febrero de 1999, una crónica acerca del mismo, seguramente para ayudarle a construir esa imagen de mesías criollo que lo llevó y mantuvo en el poder hasta su muerte, refiriéndose a Hugo Chávez, terminó su escrito expresando “Mientras se alejaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera hora, me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más”. Obviamente Chávez se decidió por lo último.

Son muchísimas las causas que nos llevaron a este callejón sin salida. Sin embargo, la antipolítica y el desgaste de los partidos tradicionales fue el abono especial que garantizó el florecimiento de la tragedia que hoy conocemos como socialismo del siglo XXI. Esa adversión generalizada por la política y líderes políticos de entonces nos llevó a derrumbar todas las organizaciones políticas, gremios profesionales, sindicatos, asociaciones, poder ejecutivo, legislativo, poder judicial y todo lo que se pareciera a una institución, y sustituirlo por un mesías personificado en la figura de Hugo Chávez.  

La política y el sentimentalismo no son buenos aliados, como muestra tenemos 19 años consecutivos de una tragedia política sin precedentes nacionales y cuya duración en el tiempo aún sigue siendo incierta.

Hace apenas unas pocas semanas esa antipolítica había sido revertida, y se había logrado la participación masiva de millones de venezolanos tanto internamente como a nivel internacional, protestas, trancazos, plantones, pancartazos, consulta popular, etc., lo que tuvo como gran logro que finalmente se reconociera, por primera vez en el mundo, el gobierno de Venezuela como una dictadura, lo cual ya es un hecho. Sin embargo, la mayoría esperábamos lógicamente mucho más que eso, queríamos y aun queremos que el país retome el rumbo democrático perdido. Que se resolviera la grave crisis humanitaria, que se liberaran los cientos de presos políticos que hoy viven en condiciones infrahumanas (muchos de ellos torturados), que se eligieran rectores imparciales en el Consejo Nacional Electoral, para así poder celebrar elecciones reales, que los magistrados nombrados por la Asamblea Nacional recién electa, tomaran posesión de sus cargos y balancearan el poder único del PSUV en el Tribunal Supremo de Justicia y sobre todo que se hiciera justicia por los crímenes de lesa humanidad, violación de los derechos humanos, peculado y malversación de fondos públicos, cometidos por altos funcionarios públicos durante tantos años.

Esas ganas de luchar por el país y de enfrentarse sin miedo, a una dictadura que ha demostrado ser brutalmente cruel con sus adversarios políticos y con los ciudadanos en general, se perdió luego de que quienes lideran la Mesa de la Unidad Democrática no supieron darle al país un mensaje claro del por qué había que participar en unas elecciones regionales con un CNE que apenas hace semanas cometió un fraude monumental. Esa grave falta de comunicación hizo y sigue haciendo muchísimo daño.

Se escucha en las calles y en la radio, se lee en la prensa y en las redes sociales cualquier cantidad de mensajes crucificando nuevamente a los partidos políticos y líderes del momento. Vendidos, hipócritas, sin bolas, títeres de la dictadura, por mencionar algunos calificativos. Ahora bien, el hecho de que no estemos para nada de acuerdo en la forma como se le comunicó al país esa decisión de participar en unas elecciones con un órgano electoral completamente parcializado y fraudulento, ni tampoco con la forma en la que se han creado falsas expectativas a los ciudadanos, que suben y bajan como la espuma de la champaña, no significa que apoyemos la antipolítica, ese sentir de que Maduro y su combo no sirven para nada pero los otros son igualmente malos es completamente falso. Solo por citar un ejemplo, Venezuela es un país meramente petrolero, tiene materia prima para hacer muchas cosas pero el presupuesto público casi en su totalidad depende de los ingresos petroleros. El gobierno de Rafael Caldera (que fue considerado un gobierno malo) gobernó con un precio del barril de alrededor de $17.96, mientras que Nicolás Maduro, quien no hace sino quejarse e inventar culpables, tiene la ventaja de un precio por barril de $45.66, lo que significa que al día de hoy tiene casi 3 veces más presupuesto que el gobierno que considerábamos malo antes de la revolución. Recuerdan ustedes haber vivido una situación como la actual? Pues no, lo que significa obviamente que no todos los políticos son iguales, por supuesto que unos son peores o mejores que otros.

Ahora bien, sé que hay sobradas razones para tenerle rabia a ciertos dirigentes de la MUD que no han sabido explicarnos bien las razones de sus posturas. Pero ello no puede ser excusa para dejarse llevar por los sentimientos. En la política a veces hay que pensar con la cabeza fría, analizar el escenario y decidir conforme a ello. Esa rabia y frustración (alimentada incansablemente por el gobierno por supuesto) no hace más que generar la misma antipolítica que nos metió en esta profunda crisis. Si queremos salir de esto, nos guste o no tenemos que saber convivir con los políticos. Dejémonos de sensacionalismos, patriotismos exagerados e ilusiones, el problema de Venezuela es esencialmente político, hay una crisis de orden social y económico, cuya solución pasa necesariamente por resolver el fondo político. Si no entendemos eso habrá revolución por tiempo indefinido.

Víctor Bolívar
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