La salud pública y el Estado
El abogado, periodista y escritor carabobeño Francisco González Guinán comentó alguna vez, más a tono de burla que como elogio, que el Presidente Juan Pablo Rojas Paúl, además de ser católico fervoroso, disfrutaba hacer gala de los conocimientos médicos que aprendió en los estudios informales de su juventud.
Relata González Guinán que el Presidente de la República se esmeraba en hablar con el tecnicismo de los términos científicos al momento de referirse al cuerpo humano y las enfermedades. Era común que los amigos, vecinos o ministros recibieran a diario sus recomendaciones farmacológicas acompañadas de una bendición, así como también que sus aduladores compararan su devoción con la del Papa o su nivel de conocimientos científicos con los del Dr. José María Vargas.
Tal vez de aquella vocación frustrada nació la inquietud de Rojas Paúl por el desarrollo de distintos programas de salud pública. Su preocupación por la sanidad y los temas médicos lo llevó a entablar relaciones con los más destacados miembros del gremio. Por ello sus oídos siempre se encontraban prestos a escuchar las recomendaciones de los entendidos y en el Dr. Calixto González, discípulo del mismísimo Dr. Vargas, encontró su asesor más importante en la materia.
El 16 de agosto de 1888, en su primer año de gobierno, Rojas Paúl decretó la fundación de un Hospital Nacional en la ciudad de Caracas, un recinto que contaría con mil camas y en el que se combinarían las tareas asistenciales con las prácticas de los estudiantes de medicina.
Según el decreto este centro asistencial se construiría con fondos públicos sumados a los de la beneficencia, debía asemejarse al hospital parisino “Lariboisiere” y contar con anfiteatros para lecciones, consultorios, salas de hospitalización, departamento de autopsias, farmacia, una capilla y varios jardines. Todo lo anterior permitiría brindar a los galenos una docencia de lustre, mientras que los pacientes gozarían de asistencia de calidad y acceso a nuevos procedimientos exploratorios o de tratamiento con modernas técnicas que no se utilizaban en centros privados.
El Ejecutivo nombró una comisión de afamados médicos, encabezada por el Dr. Calixto González, para que esta determinara cual sería el lugar ideal para la construcción de aquel hospital, estableciera los parámetros de diseño para el edificio e instalaciones y redactara la reglamentación bajo la cual operaría esta institución.
La junta decidió que el Hospital debía erigirse en la parroquia de San José y fue así como, a finales de aquel año, se iniciaron los trabajos de construcción del “Hospital José María Vargas” en las faldas del Ávila. Este fue finalizado e inaugurado a mediados del año 1891, durante el gobierno del Dr. Raimundo Andueza Palacio. El inicio de una obra de tal magnitud era una novedad en el país y se convertiría en una muestra de innovación en la política de salud pública impulsada por el Estado.
En 1889, con el fin de tener al corriente a los estudiantes de los adelantos científicos de la medicina, el Presidente Rojas Paúl decretó la fundación de “La Gaceta de los Hospitales de Caracas”, un periódico a cargo de la Imprenta Nacional que se dedicaría a la difusión de noticias de carácter médico o sanitario; estudios clínicos realizados en los hospitales; disertaciones sobre ciencias médicas, físicas y naturales, así como también traducciones de artículos publicados en revistas extranjeras y otros tópicos de interés.
El consejo del Dr. Calixto González se orientó más que todo a la obtención de recursos destinados a la modernización de la infraestructura y estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela. Por ello a finales del bienio del Presidente Juan Pablo Rojas Paúl se propuso la idea de crear las cátedras de Microscopía, Fisiología Experimental, Bacteriología e Histología Normal y Patológica.
Se procedió entonces a buscar un médico recién graduado cuyas calificaciones, valores y conocimientos fueran sobresalientes en relación a los de sus colegas. El objetivo era seleccionar a la persona más capacitada para que se marchara becada durante un par de años a Europa y estudiase estas nuevas ramas de la ciencia con los mejores médicos de Paris y Berlín. A su regreso debía laborar como profesor y fundar las mencionadas cátedras en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.
Bajo la recomendación del Dr. Calixto González y con la aprobación del Presidente de la República, las responsabilidades de tan importante misión recayeron sobre un joven de 24 años oriundo del pequeño pueblo de Isnotú en las montañas de Trujillo. Tenía buena presencia, sus evaluaciones eran excelentes, manejaba los idiomas pues platicaba Inglés, Francés, Alemán, Portugués, Italiano y era instruido en Latín.
El nombre del escogido era José Gregorio Hernández.
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