Cautivos de un sistema: Pusilánimes que votan
Hace días en mis redes sociales, realicé algunas consideraciones sobre el desafortunado slogan de campaña: “SI NO VOTAS, NO EXISTES”; acuñado por el equipo de un candidato opositor que aspira a gobernar un estado del país. Sobre el particular, no me llamó la atención la utilización del marketing como estrategia de venta de la opción política, sino la deconstrucción del valor de la democracia en Venezuela.
El lenguaje nos hace presa de casi todo. Es letal en la política. Por más que traté de entender lo que se perseguía con el “MADURO NO ES CHÁVEZ” utilizado en la campaña presidencial de 2013, jamás he comprendido por qué la estrategia de la oposición política venezolana, en lugar de desmontar la malformación atroz a la que ha sido sometido el discurso político; de innovar y demostrar con argumentos sólidos la ineptitud del chavismo en el manejo de lo público y su responsabilidad directa en la destrucción del país, optó por la vía más elemental para atraer al chavismo descontento y convencer a otro porcentaje de la población que se manifestaban como indecisos, ya que, al votante opositor no había que convencerlo de nada. El asunto es que, al fin y al cabo, se metía a estos tres sectores en un mismo saco, porque del slogan se desprende claramente: Maduro no es Chávez, visto que Chávez si lo hizo muy bien y Maduro lo hará mal.
Lo anterior no es una teoría conspirativa, apolítica, radical, saboteadora o abstencionista, que parecen ser los nuevos calificativos. Se demostró más adelante cuando se acuñaron frases como “Maduro acabó con el legado de Chávez” o “Maduro representa un retroceso para el país”. La única respuesta posible a mi pregunta, es que no se pudo contra aquella maquinaria de propaganda brutal, con la que el chavismo infestó a la sociedad venezolana. Por tanto, la “estrategia” fue entonces una especie de: si no puedes contra el enemigo únete.
El éxito y los riesgos de aquello, no pueden ser medibles únicamente en votos, sino en rasgos identitarios que hoy por hoy, cuatro años después, siguen definiendo por desgracia una política equivocada. La manipulación es viable, y por qué no, aceptable en política. Pero aquellas técnicas que son muy estudiadas y utilizadas por la psicología de la comunicación y el marketing político, no deben confundir el fragor de una campaña, o de un tema de campaña (que sería lo manipulable), con el sentido de una lucha. Cuando un candidato advierte “Si no votas, no existes”, no solo demuestra un profundo y lamentable desconocimiento de lo que es la democracia. El sufragio no es, ni siquiera, la razón de ser de la democracia. Es apenas un instrumento que sirve como conducto de ésta. Y es comprensible que se tenga que explicar con tanto esmero por qué concurrir a unas elecciones viciadas desde su origen, luego de 18 años de paliza; luego de semejante guayabo emocional en el que se vio sumido el país entero cuando las voluntades políticas anunciaron que la “hora cero” pasaba a ser la hora del diálogo y la hora de elecciones regionales.
La democracia no es solamente el ejercicio del voto. Un voto, sin instituciones que garanticen su efectividad y que persiga el verdadero fin de la democracia, que es la separación de poderes y el control de lo público, no es más que un chiste. Lo paradójico de todo ello, es que, a la vuelta de la esquina, una o varias gobernaciones obtenidas en un proceso fraudulento y sin garantías, tendrán tanto valor y serán tan efectivas en un estado totalitario, como los electrodomésticos chinos que un alcalde y candidato estrella aconsejó chulearle al régimen. Cuando la connotación de “chulear” se convierte en algo positivo el INGSOC orwelliano ha logrado su cometido.
Las democracias no mueren de vejez, alguien las mata.
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