Las oportunidades de América Latina frente al coronavirus

América Latina es vulnerable. La región expone sus deficiencias sanitarias frente a la pandemia del COVID-19 entre las débiles actuaciones gubernamentales para su prevención y tratamiento, y la precariedad de los servicios sanitarios de los países, considerablemente más débiles que otras naciones que están siendo azotadas por el virus en Europa como España e Italia y su vecino del norte, Estados Unidos. 

Lo anterior, se debe fundamentalmente a tres variables relativas a la eficiencia de los sistemas sanitarios por su capacidad instalada y calidad del servicio; el presupuesto o gasto público destinado al sector salud, con repercusión en el PIB nacional; y la eficiente administración de estos recursos en cada uno de los países.

América latina gasta una media de 4,1% de su PIB en salud. Esto contrasta claramente con el 9,8% del PIB que registra de media la Unión Europea en su presupuesto sanitario y que le han otorgado el reconocimiento de eficiencia de organizaciones como la OCDE y la OMS. Pero al mismo tiempo, ello no implica variaciones considerables en los presupuestos nacionales. Sólo por mencionar tres ejemplos europeos, mientras Francia dedica 11,5% de su PIB en salud y España 8,9%, Rumanía apenas dedica un 5%. Es notoria la diferencia entre estos y también notoria la diferencia en torno al gasto medio comunitario, entendiendo, desde luego, los evidentes contrastes en los niveles de renta y poder adquisitivo per cápita de los tres países mencionados.

En el caso de Latinoamérica, como menciono en el anterior párrafo, el gasto medio del presupuesto sanitario en torno al pib per cápita, se mantenía alrededor del 4,1%. A partir de allí, podemos identificar casos como el de Cuba, Uruguay y Costa Rica, que dedican 10,6%, 6,4% y 6,2% de su PIB en salud, respectivamente; frente a Guatemala (1,8%), Venezuela (1,5%) y Haití (0,7%). Cercanos a la media, se ubicarían países como Argentina (4,9%); Bolivia El Salvador y Nicaragua con 4,4%; Panamá (4,3%); Colombia Ecuador y Panamá con 4,2%. 

¿Significa esto que, por tanto, Cuba posee el mejor sistema sanitario de América Latina? La respuesta es un rotundo no. El presupuesto sanitario que destina un país en torno a su PIB, no resulta un dato concluyente para generar tal afirmación. Observamos por ende que, a pesar de dedicar 10,6% de su PIB per cápita, es decir, US$ 2.486 por habitante, su presupuesto sanitario está levemente por encima al de otro país, Chile (US$ 2.229 per cápita), que destina un 4,9% de su PIB en salud, similar a la media de toda la región.

De hecho, con ese nivel presupuestario dedicado a la salud, Chile se encuentra en el décimo quinto lugar del índice de cobertura universal que elabora la Organización Mundial de la Salud y Estados Unidos, siendo el país con mayor gasto per cápita en salud a nivel mundial, no tiene un sistema sanitario de acceso universal con las evidentes consecuencias que eso trae para el segmento de la población de menores ingresos o recursos.

Además, la situación del sistema cubano dista mucho de aquella que mantiene como narrativa la propaganda gubernamental, al posicionarla como una de los mejores sistemas de salud en el mundo. Como estado satélite, Cuba mantenía constantemente subsidios de la antigua Unión Soviética, misma que le proveía en algún momento de su historia de tecnología. No obstante, con la caída del Muro de Berlín y la llegada del llamado “Periodo Especial”, Cuba dejó de percibirla. Actualmente se estima que el sistema de salud cubano presenta un retraso tecnológico de unos 25 años. La tecnología como se mencionó al inicio de este artículo es uno de los principales aspectos para enfrentar el virus. Así lo han demostrado casos exitosos como Taiwan y Corea del Sur que, a menos de 1.000 kilómetros del epicentro de la Pandemia (Wuhan), lograron contener la propagación del virus, arrojando solo 322 casos y 5 fallecidos (Taiwan) y menos de 9.800 casos, y 170 fallecidos (Surcorea). 

Sumado a lo anterior, Cuba presenta un sistema que ha sido descrito por diferentes organizaciones como ruinoso y desprovisto de material e insumos. La segregación también está presente en la sanidad cubana: existen hospitales especiales y en mejores condiciones para extranjeros y turistas como el CIMEC, Cira García, Ciren, y la 43, entre otros, de los que no pueden gozar los habitantes de la isla. Es el segundo país de América Latina (después de Venezuela) que peor remuneración brinda a sus profesionales, entre ellos, los médicos especialistas. La realidad sanitaria de este país dista mucho de las estadísticas presentadas por el gobierno que mantiene el poder desde 1959. Lo más probable es que se recurra periódicamente a manipulación de cifras como parte de la propaganda del régimen comunista. Aún así, las autoridades cubanas han anunciado un tratamiento experimental a base de interferones proteicos, puntualmente el interferón alfa2B. Esto ha sido, insisto, meramente experimental, a pesar de ser presentado como la cura al COVID-19.

Tomemos otro ejemplo en perspectiva comparativa, esta vez añadiendo el factor poblacional. Brasil, el gigante suramericano, dedica 3,8% de su PIB en salud, ligeramente por debajo de la media regional y muy distante del presupuesto que dedican países como España (8,9%); Reino Unido (7,9%) y, de nuevo, Francia con 11,5%, que son países, aunque distantes, de similar nivel de renta. No obstante, Brasil posee más de 209,3 millones de habitantes, mientras España, Reino Unido y Francia, juntos, suman algo más que la mitad de la población de Brasil. 

Adicionalmente a estas variables, cabría resaltar dos factores esenciales como lo son la tecnología y la capacidad instalada del sistema sanitario latinoamericano. En esto reprobaría absolutamente frente al reto-contratiempo que representa el COVID-19, debido al deterioro considerable que presenta la infraestructura hospitalaria en los países de la región. 

El caso de Brasil es singular. Siendo la economía más pujante, industrializada y desarrollada de latinoamérica, podría hablarse en su caso de las mejores condiciones de infraestructura hospitalaria, y sin embargo este país solo cuenta con 2.2 camas de hospitalización por cada 1.000 habitantes. Esto ha originado que el mítico estadio de futbol de Maracaná y otros campos deportivos, sean transformados las últimas horas en hospitales de campaña para hacer frente a una circunstancia sobrevenida que ya se acerca a los 5.000 casos y que podría hacinar su sistema sanitario. A esto se sumarían las tardías decisiones del gobierno de Jair Bolsonaro, para atender y contener la pandemia que ya hoy azota con fuerza al país.

Brasil, junto con Chile, Ecuador y México, afronta la mayor emergencia sanitaria en los actuales momentos, superando los más de mil casos. El resto de los países suramericanos registran menos de mil casos y un número irrisorio de fallecidos a causa del COVID-19. 

Sin embargo, casos como el de Venezuela y Haití preocupan de forma particular, debido a la precariedad de los sistemas de salud y la escasez de medicinas e insumos sanitarios producto de una profunda crisis social en los últimos años. Venezuela que acumula seis años de depresión y contracción económica, acompañada de un escenario de 29 meses continuos de hiperinflación posee uno de los peores y más desasistidos sistemas sanitarios del continente. A inicios de año, la Federación Médica Venezolana, anunció la pavorosa cifra de 1.500 muertes diarias en un país de poco más de 33 millones de habitantes por falta de insumos médicos. 

A esta carestía se suma la de camas de hospital. Venezuela es uno de los países con menor número de camas de hospitalización, no alcanzando la unidad por cada mil habitantes. La crisis que originará el COVID-19 se agravará con la falta de acción gubernamental que deja en el último lugar del rango latinoamericano a Venezuela, destinando apenas el 1,5% del PIB en el área de la salud y afrontando sanciones económicas y comerciales superiores a los 30 mil millones de dólares, debido a las sistemáticas violaciones a los derechos humanos en ese país.

Colombia, que dista mucho de las situación política, social y económica de su vecino, también afronta dificultades con respecto a la situación de su sistema de salud. Con 1.5 camas de hospitalización por cada 1.000 habitantes. Pese a no llegar al estado de gravedad de otros países (menos de 1.000 casos confirmados y 15 decesos), el Ministerio de Salud colombiano ha anunciado una inversión de 2.1 billones de dólares para hospitales públicos. 

México, otro gigante de la región, está por debajo de Brasil en su número de camas por habitante, con 1.5 por cada mil habitantes. Estaba previsto que, al ser un país de enorme tránsito en Norteamérica, el número de casos se multiplicaran descontroladamente, tal y como ha ocurrido en las últimas horas. El gobierno de López Obrador falló considerablemente al tratar de minimizar el impacto del mortal virus e incluso, hacer mofa de situaciones que se presentaban en países europeos. Hoy con más de mil casos registrados y al lado del país que resultará más golpeado por el Coronavirus, el gobierno de AMLO ha tenido que revertir su discurso y contrariar un pedido que él mismo había hecho a sus compatriotas: salir y abrazarse. La posibilidad de que la situación en México se salga de las manos es sumamente alta una vez no actuó a tiempo en la fase de prevención.

El caso centroamericano ha sido un ejemplo de una gestión preventiva a la propagación del virus. Ni tan pronto el virus se había instalado en Europa, el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele y el recientemente estrenado en el cargo, Alejandro Giammattei, de Guatemala, asumieron la dura decisión del cierre de fronteras y/o espacio aéreo a ciudadanos europeos y asiáticos. Esta decisión explicaría la mínima afectación en ambos países.

Asimismo, el Jefe de Estado salvadoreño anunció un plan de contingencia y subvención como respaldo a la ciudadanía contra los embates del virus, que incluye entre otras cuestiones que los salvadoreños reciban un bono de US$300 para compensar su carencia de ingresos. No en tanto, Guatemala, Honduras y Nicaragua afrontan debilidades relativas a la capacidad instalada por el número reducido de centros asistenciales y hospitales, con una capacidad de 0.6, 0.7 y 0.9 camas de hospital por cada 1.000 habitantes; los últimos lugares de un índice que incorpora casi 200 países. 

La preocupación también se ha instalado en Ecuador y Perú, ambas naciones del eje andino suramericano con más de 2300 casos confirmados en el caso de Ecuador y cerca de mil en el caso de Perú. Destinan entre 3% y 4% del PIB per cápita en gasto público de salud. No obstante, la preocupación radicaría en ambos casos en la debilidad de sus sistemas de atención primaria o pre-hospitalaria que se han salido por completo de control al punto de ver escenas dantescas de cadáveres tirados en la calle sin asistencia, al quedarse con ese porcentaje de casos, sin capacidad para atender la crisis. 

Finalmente, especial atención amerita el hecho que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) halló mayor cantidad de riesgo en países como Bolivia, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Venezuela; siendo estos quienes menor gasto público en salud hacen en toda la región. 

Sin duda, el coronavirus representa un enorme reto para una región como América Latina, con muchas deficiencias en sus sistemas de asistencia sanitaria, con un gasto público y privado mucho menor al de otras regiones del planeta que han sido embestidas sin contemplación por este virus y con prospectos gobernantes cuyas medidas, lejos de ser tomadas en beneficio de la población, se hacen con gala a un efervescente populismo que pareciera no tener fin. 

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