Primer Torneo de Poetas
El pasado sábado 14 de octubre tuvimos el placer de presentar en los espacios de Tribus Café Cultural el 1er Torneo de Poetas; contando con la grata presencia de Miky Poche, poeta y promotora cultural, Luis Froget, músico, profesor y escritor, y Orian Rendón, periodista de Guayoyo en Letras y representante del portal web en el evento, como jurados del mismo. De igual manera, la presencia del público no fue menos deleitable, pues se mostró animado y recíproco en todo momento, aplaudiendo y apoyando a sus favoritos, disfrutando de los versos y las prosas especialmente seleccionadas por los participantes para recitar esa tarde. Algunos de ellos incluso tuvieron la oportunidad de formar parte, junto al jurado, en la elección de los ganadores, gracias a una previa selección aleatoria.
El evento se extendió hasta golpe de las cinco de la tarde, de la primera ronda cuatro poetas lograron cruzar a la segunda, para finalmente debatirse el triunfo solo dos de ellos, posicionándose como ganador Robert Abrahan de 22 años, con cuatro de cinco votos a favor. Con motivo de celebración, Tribus Café Cultural dedica el artículo de esta semana a las obras de este joven, campeón del 1er Torneo de Poetas.
I
Despierto de boina
después que muero en licor
y en vela emprendo el fusil
cargado de amor por los míos.
Soy parte de los empedernidos
con la libertad en los talones
y la verdad sobre el asfalto.
Sueño con damas verdes
domadoras de serpientes y predicadoras
de las posibilidades de mis desquicias
Como las tuyas
mis manos también son de luthier
y ay de aquella piel madera,
ay de aquella que peina sus cuerdas
y exponga su canto
ante las partituras nocturnas.
Suelo aborrecer a quién bota la curda
así como a la seducción sin llegar al coito.
Aborrezco el gatillo que desconoce sus intereses
así como al dedo índice que no dictamina el cariño.
Soy un animal refugiado en la sombra de una flor.
Soy el silencio de las cloacas y el incienso del rato.
Soy la soledad que no se aguanta
y el ojo que dilata la incertidumbre de la vida.
Soy la boca que aguarda la mano para el caudal.
Transito en medio de palabras
con las que carros y motos se comunican,
mi olor es la chamba con que mi gente me saluda.
Soy parte del unísono en el que andamos
(aunque vaya en dirección contraria)
Mi nombre son las historias de los otros
y mi apellido los caminos interminables;
entonces, no me llamen poeta
si prefiero escucharlos a ustedes
(aunque crean que me ladillen).
—
II
Mi sangre se adhiere a las transparencias urbanas
al quehacer cotidiano
y promulga la voz de los otros,
se extiende por las venas de la mecanicidad
hasta llegar al corazón cinético.
Mi canto es de los mercaderes
montados en el transporte público,
mi llanto es de los niños
creciendo con sonajas de monedas,
mi rabia es la segregación
causada por la aristocracia,
mi risa es de quienes desvisten la vida
y guapean en matinés.
Creo en el sincretismo para la salvedad y resolución de enigmas.
Creo en el Dios que encontramos aspirando aberturas.
Por lo que soy un ademan de la calle,
por lo que soy la hermenéutica del poema,
por lo que yo soy ustedes.
—
«A la rueda rueda de pan y canela»
Y dibujé un avioncito
sobre el suelo de una mirada
para despegar hacia el halo de luz,
atravesé nubes ultravioletas
y coseché en ellas gorriones
que impidan el nubarrón.
El horizonte era corpóreo
resguardado por marcianitos
amamantados por nebulosas,
seguí el camino de las constelaciones
y hallé a Saturno bailando el ula ula.
«A la rueda rueda de pan y canela»
Cuando me da por trompo
tropiezo con las fábulas que despojo,
empiezo a ruchar metras de las circunstancias,
empiezo a entrelazar el marasmo
en la danza del Sebucán.
Juego a las escondidas
para que me encuentre la soledad peregrinando,
me hago gurrufío
girando en los colores del ímpetu.
Bailo con los chimichimitos
el coro corito tamboré
y medito con Tío Tigre y Tío Conejo.
«A la rueda rueda de pan y canela»
En espiral
alcanzaremos el reino de los cielos
donde los papagayos se quedan enredados
y el par de zapatos en el cableado
sueña con ser piñata.
Pintaremos con temperas un mundo de agasajo
y reivindicaremos la palabra «taima taima»
para que también sea guarida del desconsuelo.
Por lo tanto, seamos niños
para que viajemos en el avioncito
dibujado sobre el suelo de nuestras miradas
y despeguemos hacia el halo de luz.
«A la rueda rueda de pan y canela»
—
Delirio de un motorizado
Sumergido en el mar del monóxido
surcados por barcos de caucho
donde el silencio es efímero,
desde la chamba contemplo la plaza de toros
al son del jazz desafinado,
desde esta esquina caliente
se oyen los semáforos llorar el multicolor irrespeto.
Habito debajo de los paraguas de concreto
cuando el aguacero irrumpe la jornada,
esquivo la rabia de vehículos y el matraqueo de quincena.
Me llaman por mensajero y no como Hermes
me llaman por mototaxista y no como piloto de ninfas.
Evito silbarles en plena pista
para no darme un leñazo; pese a que,
las he visto cruzando súbitamente el crujiente asfalto
tocando notas sobre el paso peatonal,
las he visto montarse en los buses Mercedes Benz del centro
macerando con sinfonía el afligir,
las he visto entrar al metro
cargando el sol de nuestras manos y el pan de nuestra frente.
De pronto, un jueves ladies night
mientras se hacía la vaca pa’ el despojo,
en medio del cantar de pasos
apareció esa chamita vislumbrando;
paralizaba el mirar de transeúntes y dispersaba contaminaciones.
Tal belleza perfilada de rastro perenne floral
hacía del sudor agua manantial templada en las manos.
Cautivado, aturdido por el meneo de esa jevita,
expuesto estaba mi corazón
al paradigma de su síntesis y a la figura de su sombra.
Ella es una nota,
sus pies de ballet danzan sobre la utopía
y sus manos juegan con los demonios invisibles.
Ella saca un trozo de cielo de su cartera
y cubre su rostro con neblina de Galipán,
se pinta aves crepusculares
mientras sonríe más que un comercial de Colgate.
Yo, desde mi morada
boletamente asumí postura,
me llene de disposiciones
y tome la decisión de acércame a ella soltándole mi lírica
– ¡Qué bandera es la cursilería! –
me dije a mí mismo;
los convives me recomendaban ponerle un casco a mis palabras
pero no hice caso y me fui con mil expectativas.
Llegue al borde de su umbral
y sin creer en nadie exclamé:
«Primero que nada
te doy las buenas tardes que me has robado,
Sé que te dirás si estoy loco
pero mi demencia es causal
de percibir el antídoto en tu atmósfera.
Mami, mi intención no es de vacilar
ni mis pensamientos de cuajar queso.
Desconozco tu nombre, pero seguramente
rima con todas las cosas inefables.
En esta instancia improvisada
me dirijo a ti mi amor libre de curdas y de Dionisio,
libre de fantasmas enrolados,
de champeta y salseo nocturno
(aunque me sea imprescindible)
Sé que te preguntaras quién soy,
yo te responderé que soy jinete de caballos de hierro,
no precisamente es un Pegaso, pero sí de marca Bera
con el que existo en la velocidad de la luz.
Y aunque tu prefieras la bici
yo pudiera quitarle el motor a mi caballo
para que no sea tan hierro.
En fin, pa’ hablarte cloro
sólo quiero decirte que desde hace rato
llevo el pensar de revolver para existir en el detonante,
ando de bala perdida sobre el techo de zing
de tu corazón enardecido.
Y aunque no somos nada
deja que me enamore solo por un instante
para decirte que nuestro amor son vainas infernales,
que el juego en el que andamos
es hermético, es caleta ante la multitud
por qué quiero desmoñar
el verde que te quiero burda.
Finjamos pasiones
hasta que el deseo nos vuele los tímpanos,
seamos un amor entre comillas
con un esporádico y vivieron felices por siempre.
Amar es un beta
odiar una excusa,
después nos daremos cuenta que el mejor sexo es verbal
porque el amor se hace al escribir.
Y aunque te impregnes de no decir nada
y tan solo pienses en repudiarme,
permíteme decirte que estaré aquí
esperando por estas calles;
esperándote en la noria de Bimbolandia
entre los carritos chocones que imitan el tráfico de Caracas,
esperándote en el andén desbordado de bululú
o en los torniquetes donde pasan dos al mismo tiempo,
esperándote en las fuentes con fondo de oxido
o en las plazas cubiertas de liceístas.
Antes de pirarme
quiero decirte que me han acusado
de delincuente, de marginal, de infractor de canales,
de culpable de la modernidad, de toda vaina…
Por lo que acurro a la poesía
con mi pecho fosforescente
y mi sombrero de resina sintética
para escribir estos versos cargados de calle.
Vivo en el viento, dependo de cambios,
mi cerebro es un tubo de escape
que no ve la reminiscencia por retrovisores,
soy un péndulo en la carretera.
Me despido ante tus curvas que desconoce mi geometría,
ansiando volvernos a ver como extraños amantes de mentira.
Estaré dispuesto a llevarte a tu castillo de arena
en mi corcel metalizado donde podríamos tatuarle
un corazón atravesado por una flecha.
Eres y serás la que tal,
serás combustible para mi mecánica inepta.
Sin más paja que decir,
cuídate el dulce bebé,
hasta pronto».
—
Mi novia anís con jugo de naranja
desciende a la hora de las angustias
y amansa las alimañas,
levita por el ajetreo
despeinándome los escrúpulos
para que me reía de las introspecciones.
Mi novia anís con jugo de naranja
me salva de la vacuidad del discurso
y me sugiere ahondar en los estereotipos;
ella me habla de emancipación y reivindicaciones
pues, ha sido victimizada por su procedencia
y su jerga de escaleras del cerro.
Mi novia anís con jugo de naranja
ve las cuerdas del Metrocable como un violonchelo;
ella cree en el Nazareno de Ismael Rivera
y se identifica con «Imagine» de John Lennon,
ella teoriza en los matinée sin perder el tumbao
y habla con su organopónico en la platabanda.
Mi novia anís con jugo de naranja
vende barriletes en el metro:
su corazón acaramelado
recorre los vagones con la educación por delante,
recorre las camioneticas con su cuatro colmado de tonadas
y canta como si estuviera en el Festival de Woodstock.
Mi novia anís con jugo de naranja
sabe de paradigmas científicos como de bebidas
y de corrientes filosóficas como de labias del hombre,
sabe trucos de Houdini para escapar del choro
y de cómo cruzar la calle en el último segundo del semáforo.
Su olor a orquídeas y condimentos
la convierta en María Lionza
para espantarme el Leviatán que me carcome.
Mi novia anís con jugo de naranja
danza por las aceras con su tarareo
y se achanta en el crepúsculo pavimentado
para contarme la autopsia de una calle.
Mi novia anís con jugo de naranja
tiene una bondad tan amplia
que fue pintada por Botero,
sus noches caraqueñas
fueron pintadas por Picasso.
Esa chamita me perturba los arcanos
y me hace cuestionar el chanceo.
Ciertamente, ella es variopinta.
Algunos la llaman tuky, otros poeta;
ella no sabe que es mi novia
pero siempre me invita
anís con jugo de naranja.
Breve reseña del poeta:
Robert Abrahan. (Maracay, Aragua, 1995). Un aragüeño viviendo en Caracas y descendiente de andinos. Un tal dipsómano, catador de guarapita, cognoscente, hacedor de collages y predicador de la otredad. Estudiante de Psicología en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Ha participado en talleres de poesía y narrativa en la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Participó en la antología poética “Nueva Poesía Erótica Venezolana”, antología poética “Poesía a la Carta” y en la 8ª edición del Fanzine de la Flia Caracas. Ha participado en diversos recitales: Festival de Poesía Internacional “Palabra en el Mundo” (2014, 2016), 11ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN 2015), 12vo Festival Mundial de Poesía Venezuela (2015), Festival de Poesía Realenga.
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