Es indispensable comprender la urgencia del cambio
Editorial #381 – El círculo rojo

Las dinámicas del país son tan cambiantes como el estado de ánimo de sus ciudadanos. Pasamos de la euforia a la depresión en cuestión de horas. De la convicción que el cambio está muy cerca a la certeza de que esta tragedia no va a acabar nunca.

En honor a la verdad, esto no solo tiene que ver con las características emocionales del venezolano, relajadamente caribeño para algunas cosas pero volcánicamente argentino para otras. Pocas sociedades pueden mantener la cordura después de casi 20 años de un sistema que, entre otros objetivos, ha pretendido quebrar a las personas.

Tuvieron cierto éxito. Según un informe de la Organización Mundial de Salud de este año, las cifras de depresión y ansiedad aumentaron en Venezuela. La Sociedad Venezolana de Psiquiatría también confirma que los venezolanos padecen “crisis de ansiedad por la situación del país”. Algo que, según esta organización, se agrava debido a que no se consiguen ansiolíticos y advierten que esto puede derivar en un “deterioro social” a corto plazo.

A veces no es necesario ser experto ni tener cifras que respalden esta teoría, basta con recorrer las calles del país. El venezolano ha perdido esa sonrisa que lo caracterizaba y ha dejado de usar el “chévere” como su palabra favorita. La crisis en la salud mental y emocional de los venezolanos se refleja en sus caras agobiadas, de ceños fruncidos y miradas perdidas.

Mientras tanto, las élites del país se encuentran sumergidas en su propia realidad. El reconocido asesor político ecuatoriano, Jaime Durán Barba, acuñó el término “círculo rojo” para ese sector minoritario de un país –asegura que difícilmente pasa del 20% de la población total- compuesto por las élites políticas, intelectuales y económicas.

Éstas, según Durán Barba, viven inundadas de información y análisis, mucho más ahora que las redes sociales dominan nuestras vidas, y creen que el impacto de los eventos es igual para todo el país. Están equivocados. Los problemas de la gran mayoría son mucho más básicos, terrenales y menos complejos.

El “círculo rojo” se pasó la última semana hablando de las elecciones regionales y ahora discute sobre las municipales. Seguramente seguirá analizando cómo un sector opositor traicionó cualquier principio a cambio de obtener migajas, mientras otro sector busca recomponer una unidad que hoy se encuentra resquebrajada.

Mucho menos tiempo de ese debate ocupará la noticia de que Caritas Venezuela, la organización social de la iglesia católica, advierte que semanalmente mueren entre 5 y 6 niños por desnutrición. La proyección es que 280.000 niños pueden morir por ese motivo en los próximos meses.

Ese es el gran reto que tenemos todos quienes somos parte de una u otra manera de alguna élite privilegiada. Comprender y conectar con los temas que, literalmente, están acabando con la vida de miles de personas: el hambre, las enfermedades y la violencia, la fórmula perfecta para una crisis humanitaria sin precedentes.

Hacerlo es indispensable para comprender la urgencia del cambio. La historia no perdonará a quienes priorizan sus espacios de poder y su cálculos políticos mientras el país agoniza a su alrededor.

Venezuela es mucho más que las migajas que distraen al círculo rojo.

Miguel Velarde
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