Economía para la gente
¡Qué broma con el interés propio! (III)

En el artículo anterior estuvimos comentando sobre intercambio, interés propio y el rol del gobierno en la promoción del bienestar de la sociedad. Ahora, seguiremos comentando sobre estos mismos temas y sobre la justificación moral de las ganancias.

“By preferring the support of domestic to that of foreign industry, he intends only his own security; and by directing that industry in such a manner as its produce may be of the greatest value, he intends only his own gain; and he is in this, as in many other cases, led by an invisible hand to promote an end which was no part of his intention.”

(“Al preferir el apoyo de los nacionales a los de la industria extranjera, se propone sólo su propia seguridad; y dirigiendo esa industria de la manera que su producto puede ser del más grande valor, él se pretende solamente su propia ganancia; y él está en esto, como en muchos otros casos, conducido por una mano invisible para promover un fin que no formaba parte de su intención.”)

Este párrafo tomado del Libro IV, capítulo II, de La Riqueza de las Naciones, obra escrita por Adam Smith, contiene la frase que lo inmortalizó: “la mano invisible”; frase que por cierto, sólo bastó con aparecer una sola vez en toda la obra.

Lo que se señala es que cada quien persiguiendo su propio interés, vista la sociedad como un todo, terminan todos sus miembros conducidos por una mano invisible hacia un fin, un bienestar general superior, que no necesariamente estaba en las intenciones de cada quien. Dicho de otra manera, todos persiguiendo nuestros fines individuales, terminamos cooperando unos y otros, siendo medios para alcanzar un fin superior que no es otra cosa que mayores niveles de bienestar social. Citando de nuevo a Smith:

“Cada individuo necesariamente trabaja para hacer el ingreso anual de la sociedad tan grande como pueda. En general, de hecho, ni pretende promover el interés público, ni sabe cuánto lo está promoviendo.”

Algo interesante es que si alguien quisiera planificar el logro de ese mayor nivel de bienestar social, lo más probable es que se termine alcanzando un nivel de bienestar más bajo que el nivel inicial. Es decir, la cooperación inintencionada, espontánea, nos lleva a mejores resultados. Este concepto de la mano invisible termina pareciéndose al concepto hayekiano del orden espontáneo. En palabras de Smith:

“Al perseguir su propio interés, frecuentemente promueve el de la sociedad más eficazmente que cuando realmente tiene la intención de promoverlo.”

Como ya comentábamos en el artículo anterior, para que se alcance de la manera más eficiente posible este referido mayor nivel de bienestar, es necesario que el gobierno no intervenga, y deje actuar a las fuerzas creadoras de las personas, y de la sociedad como un todo. Es decir, el rol del gobierno sería de promoción de un entorno favorable para que eso ocurra, mediante la ejecución de las tareas que ya comentamos.

También en esos mismos párrafos de La Riqueza de las Naciones, el autor toca el fundamental tema de quién está más capacitado para tomar una decisión de intercambio o inversión, si el gobierno o la persona.

“(…) cada individuo, es evidente, puede en su situación local juzgar mucho mejor que lo que cualquier estadista o legislador puede hacer por él. El estadista que trate de dirigir a los particulares sobre la manera en que deben emplear sus capitales, no sólo se cargaría con una atención innecesaria, sino que asumiría una autoridad que no puede confiarse, no sólo a ninguna persona, sino a ningún concilio o senado, y que en ninguna parte sería tan peligroso como en las manos de un hombre que tenga la locura y la presunción suficientes para creer que es apto para ejercerla.”

Como se ve en el párrafo citado, el autor pone sobre la mesa, y toma posición en cuanto a, el tema de lo ineficiente que es que una autoridad centralice las decisiones. Además comenta lo peligroso que sería para la sociedad que además el funcionario se crea que tiene aptitud para ejercer esa función sustituyendo a la persona.

Es que, siguiendo a  Hayek, simplemente sería una tarea imposible para el funcionario (o autoridad), pretender hacerlo mejor que la persona, pues requeriría aquel poseer una “mente maestra” que pueda tener toda la información y el conocimiento necesarios (pasado, presente y futuro), para tomar la mejor decisión, o distribuir (asignar) los recursos óptimamente. Y es imposible porque simplemente es imposible humanamente: es imposible que una persona pueda saber todo sobre un tema en particular, información pasada y presente, y más difícil aún la futura.

Bueno amigos, lo dejamos hasta aquí por los momentos. Continuamos desarrollando este tema en el próximo artículo.

Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.

Rafael Avila
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