Economía para la gente
¡Qué broma con el interés propio! (V)

En respuesta a la Cuarta Objeción, el Santo Doctor señala:

“El defecto en una cosa la hace menos valiosa de lo que parece: pero en el caso citado, se espera que los bienes tengan menos valor en un momento futuro, debido a la llegada de otros comerciantes, lo que no estaba previsto por los compradores. Por lo tanto, el vendedor, puesto que vende sus mercancías al precio al que realmente él ofreció, no parece actuar en contra de la justicia al no indicar lo que va a suceder (cuando arriben los otros vendedores). Sin embargo, si lo hiciera, o si bajara su precio, sería muy virtuoso de su parte: aunque no parece estar obligado a hacerlo como una deuda de justicia.”

Tal como indica el Aquinate, no parece ser injusto que el vendedor ni le advierta del posible descenso de los precios al comprador, ni que venda al alto precio que en ese momento tenga el mercado. Y fíjense que no es poca cosa que este caso lo ilustre Tomás de Aquino con un rubro tan esencial y necesario como un alimento básico, como lo es el trigo. No se trata de vender caro un producto lujoso o innecesario; se refiere al trigo.

Esto recuerda a esa absurda visión del comercio que indica que el vendedor siempre se aprovecha de la necesidad del consumidor, queriendo mostrar como injusta la ganancia de aquél. Si esto fuera así, toda ganancia sería injusta pues por ejemplo, el sastre se aprovecha de la desnudez del cliente; el panadero se aprovecha del hambre del consumidor; el médico se aprovecha de la falta de salud del paciente, etc. Absurdo. La realidad es que en los intercambios libres y voluntarios siempre ambas partes deben al menos esperar ganar, salir beneficiados, porque si no simplemente no intercambian.

También podemos en este pasaje de la Suma Teológica recordar la importancia de que el entorno económico promueva la competencia, para que el consumidor disfrute de los beneficios de tener más y mejores alternativas de las que escoger y precios más bajos.

Vale la pena destacar el comentario de cierre que hace el Aquinate en dicha respuesta a la cuarta Objeción: “…si lo hiciera, o si bajara su precio, sería muy virtuoso de su parte…”. Es decir, si el vendedor, aunque no obligado en justicia a hacerlo, bajara el precio para favorecer al consumidor, y más si regalara el bien, sumaría en virtud, lo haría mejor persona. Pero ya es una decisión voluntaria y libre; y es importante que así lo sea: la caridad no puede decretarse y menos imponerse.

Definitivamente da para mucho en economía este extracto de una obra fundamental en Teología. Muchos católicos deberíamos leerla con interés.

Otro aspecto importante de los intercambios que toca esta fundamental obra, la Summa Theologiae, se encuentra en la Cuestión 77, de los pecados cometidos comprando y vendiendo, artículo 4to. (sobre si en el trading, es justo vender una cosa a un precio más alto que el precio pagado por ella).

En este artículo el Doctor Angélico, refiriéndose a los dos tipos de intercambio que plantea Aristóteles (llamado El Filósofo por Tomás de Aquino), señala:

“…El otro tipo de intercambio es el de dinero por dinero, o de cualquier mercancía por dinero, no por las necesidades de la vida, sino por el lucro, y este tipo de intercambio, propiamente dicho, se refiere a los comerciantes, según el Filósofo…”

Allí define al comercio, y en el extracto siguiente habla de la virtud del comercio:

“…pero esta última (forma de intercambio; se refiere a la actividad del comerciante) merece ser culpada, porque, considerada en sí misma, satisface la codicia por la ganancia, que no conoce límite y tiende al infinito. Por lo tanto, el comercio, considerado en sí mismo, tiene cierta degradación que le atañe, en la medida en que, por su misma naturaleza, no implica un fin virtuoso o necesario. Sin embargo, la ganancia que es el fin del comercio, aunque no implica, por su naturaleza, nada de virtuoso o necesario, no implica en sí mismo nada pecaminoso o contrario a la virtud: por lo tanto nada impide que la ganancia se dirija a algún fin necesario o incluso virtuoso, y así el comercio se hace lícito…”

Como puede verse, la opinión del Aquinate es que el comercio será virtuoso o no, dependiendo del fin por el que se haga. No es necesariamente bueno ni malo. A fin de cuentas los que podemos ser buenos o malos somos las personas. Entonces la licitud del comercio dependerá de las intenciones del comerciante. Si el comerciante lo hace por codicia, por dinero, será una actividad pecaminosa; si persigue la ganancia como un medio para un fin bueno, el comercio será una actividad virtuosa. Pero en el mismo extracto el Doctor Angélico aclara que la ganancia es el fin del comercio.

Bueno amigos, por razones de espacio lo dejamos hasta aquí por los momentos. Continuamos desarrollando este tema en el próximo artículo.

Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.

Rafael Avila
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