Hay que leer… Historia también

Cualquier asiduo visitante de las redes sociales se ha topado en algún momento con las imágenes virales propias de la web y que solemos denominar con el calificativo de “memes”. Muchas poseen un contenido histórico; comparaciones entre épocas, personajes y situaciones. En el caso venezolano las más populares son aquellas que contienen información sobre Marcos Pérez Jiménez, iconografías que aluden a un pasado soñado, una especie de añoranza colectiva por el hombre de uniforme.

Ahora, por qué un personaje que solía aburrirnos en nuestras épocas de colegio se ha convertido en un paladín. La respuesta podemos encontrarla en nuestro reiterado desprecio hacia el estudio de la historia, una exagerada aceptación de todo aquello encontrado en la súper autopista de la información y el ascenso de falsos líderes cargados con nocivos discursos populistas.

A todas luces el pasado tiene algo que decirnos, una reflexión que no debemos desoír, no obstante, solemos conformarnos con la versión más corta o con la interpretación que más se acopla al pensar individual. Durante los últimos diecisiete años hemos escuchado una especie de historia oficial, cargada de juicios de valor, maniqueísmo, confrontación social, racial e ideológica, cuestión que nos aleja del debate abierto y esclarecedor.

El fallecido presidente Hugo Chávez se autocalificaba como un excelso lector, de hecho, en algún momento la Biblioteca Nacional realizó una exposición con los textos que el mandatario había leído en los últimos años, la lista superaba los mil ejemplares. Algo similar ocurrió en Corea del Norte donde Kim Il-sung habría escrito cerca de 18.000 obras. Ambos casos denotan una necesidad de exponer un líder popular con alto conocimiento intelectual, una especie de “ciudadano esclarecido” llamado a dirigir al ignaro rebaño.

Por su parte, y muy alejado de aquella premisa que señala a la academia como un ente distante del resto de los miembros del colectivo social, observamos como en los últimos años las producciones editoriales vinculadas con la historia han procurado atender aspectos contemporáneos y útiles dentro del debate que nos atañe en la actualidad. Quizás, algún escéptico dirá: ¿y eso de qué sirve?, pues bien, la academia no puede solventar el problema del desabastecimiento o revertir por si sola la escalada inflacionaria, pero tampoco puede dejar morir el núcleo primordial que sostendrá la reconstrucción nacional: la universidad, la investigación y el desarrollo científico.  

En este sentido hay una camada de obras que no tienen ningún desperdicio, ahora mismo podemos mencionar algunas de ellas: ¿Por qué vota la gente? de Luis Salamanca; Rómulo Histórico de Germán Carrera Damas; La República Fragmentada de Tomás Straka; El Estado Cuartel coordinado por Luis Alberto Buttó y José Alberto Olivar; Disparen a la Democracia de Luis Alberto Buttó y Cuando hablan las Bayonetas… coordinado por José Alberto Olivar y Guillermo Tell Aveledo, textos indispensables y de lectura obligatoria para entender nuestra apremiante realidad.

Hoy además del hambre por la ausencia de alimentos y nutrientes, vivimos tiempos donde la inanición también será intelectual, cuestión que nos hará más vulnerables antes los maestros del engaño. Sin embargo, todavía existe un grupo importante de autores, editores y lectores que continúan pensando y trabajando por un escenario distinto, nadando contra la corriente que cada vez es más caudalosa.

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