Disciplina

Me hubiese gustado comenzar este artículo con el mismo entusiasmo con que comencé los dos anteriores, pero las circunstancias no son las mismas, y por tanto, el ánimo tampoco. Para la tercera semana del reto «52 libros 2018» decidí continuar leyendo sobre mi ciudad, por lo que elegí «Un Vampiro en Maracaibo» de Norberto José Olivar.

Mientras leía este texto recordé una fresca película de la factoría Disney y protagonizada por Adam Sandler: «Cuentos que no son cuentos”. Allí el protagonista, un hombre no demasiado devoto de la familia, atraviesa la curiosa experiencia de que lo que lee a sus sobrinos en las noches se manifiesta en la vida real. Tras percatarse de lo que pasa, intenta versionar las historias según sus intereses, pero como los sobrinos siempre aportan más imaginación a la trama, los cuentos no siempre se manifiestan como él quisiera.

La película me vino a la memoria porque ciertamente me fue inevitable comparar las leyendas narradas en la novela que leía, con lo que estaba pasando en el país en esos días: persecuciones, crueles asesinatos, conmoción entre la ciudadanía y una disputa absurda por encontrar culpables entre los mismos afectados fueron algunas de las pocas cosas que leí el lunes 15 de enero, cuando intentaba cumplir con la cuota de lectura del día. Para mi sorpresa, tras salir a mi jornada de trabajo y toparme con la realidad, me encontré con que las noticias que me llegaban ilustraban sucesos parecidos a la ficción. Tanta similitud había, que en verdad llegué a dudar que fueran ciertas.

A medida que la semana continuaba su curso, esas dudas fueron en aumento. Muchas horas pasé investigando, pegado a las noticias y reflexionando sobre lo que puedo y debo hacer como ciudadano y como persona. Durante varias mañanas me levantaba y  miraba el libro sabiendo que tenía un compromiso que cumplir, pero siempre encontraba una excusa para posponerlo. Estaba indeciso, perdido, y la verdad un poco frustrado o decepcionado por lo que veía. En una frase: estaba sin ánimos de seguir.

Pasé dos días sin siquiera hojear el libro de Olivar. Dos días en los que solo me hice preguntas sobre los acontecimientos en Venezuela, buscando salidas y hablando con mi gente. Dos días perdidos, si se quiere, hasta que el miércoles eché mano en lo que estaba flaqueando: la disciplina. Ese día me obligué a continuar con lo propuesto; al principio a trompicones, luego con suavidad y finalmente con verdadero gusto. Las ganas fueron tales que pude terminar el libro un día antes de lo previsto y gracias a la narrativa del profesor Norberto y el misterio que engloba la historia, pude reencontrarme con mis objetivos, mi compromiso personal y con mi entorno nuevamente. Mientras escribo estas líneas, de hecho, ya estoy sumergido en una nueva lectura.

Mi humilde consejo para cuando se sientan como estuve yo: perdidos, preocupados o frustrados, es darse un respiro y volver a la carga echando mano de una férrea disciplina. Siempre habrá obstáculos que pongan en peligro nuestros objetivos, pero si nos aferramos a la disciplina y a la constancia, podremos superarlos y seguir adelante.

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