El mejor antídoto contra el populismo es la verdad
Editorial #401 – Política con “P”
Si algún país en la región estuvo cerca de terminar tan mal como la Venezuela de Chávez y Maduro, fue la Argentina del matrimonio Kirchner. Con algunas diferencias, después de 12 años de un gobierno peronista y populista, el país del sur iba encaminado a un barranco muy parecido al que nos encontramos en el país.
Por eso, es inevitable sentir cierta envidia cuando uno ve que hoy en Argentina, además de lo urgente, se está hablando de lo importante. Hace pocos días, el gobierno de Mauricio Macri introdujo al Congreso un proyecto de ley para empezar la discusión sobre la despenalización del aborto.
Independientemente de la posición que uno tenga sobre un tema tan polémico como éste, el solo hecho de ver a un país dar una discusión apasionada e informada, es sus medios, en las calles y en sus aulas, es esperanzador. Mucho más cuando ésta de da en medio de retos aún presentes como la inflación, la corrupción y la pobreza.
A veces, enfocarnos en ejemplos que parecen a años luz de nuestra realidad como Noruega o Suecia puede tener el efecto contrario al que buscamos: la sensación de que vamos a necesitar décadas para llegar a ser como esos países. Si es que alguna vez lo logramos.
Por eso, nos hace bien mirar a casos como el argentino. Un país tan similar en sus debilidades y sus errores como el nuestro, que logró en poco tiempo no solo frenar la debacle, sino comenzar la reconstrucción y ponerse a pensar y discutir temas importantes.
En Venezuela también podemos llegar a ese punto y relativamente rápido. Pero primero debemos superar la tragedia populista que tanto daño le ha hecho al país. Para lograrlo, el mejor antídoto es la verdad. Lamentablemente, hoy es una de las cualidades más escasas, por donde se mire. Basta con ver a los actores de una farsa electoral como la que está planteada para el 20 de mayo: por un lado, Nicolás Maduro –no es necesario explicar porqué- y a su lado, Henri Falcón, una mala imitación de Chávez y de todo lo peor que éste representa.
Sin embargo, por más dolorosas y costosas que sean las tragedias, jamás son eternas. Por eso, sería irresponsable no estar preparados cuando llegue el día de empezar a construir la nueva Venezuela. Toda la energía, pero también todas las ideas, tienen que estar organizadas y encausadas para que el país se ponga de pie lo más rápido posible.
Ese día, no solamente podremos atender y solucionar los temas urgentes, como el hambre, la falta de medicinas y el colapso en el que se encuentran los servicios más básicos. Sino también tendremos la oportunidad de empezar a discutir sobre otros temas quizá no tan urgentes, pero igual de importantes.
Y, finalmente, poder empezar a hacer política con “P” mayúscula.
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