La maestría paisa

Paseándome por los espacios académicos colombianos, en ocasión del encuentro del Grupo Iberoamericano de Discernimiento Teológico Pastoral en la Universidad Javeriana, tuve la oportunidad de contactar algunos amigos con cierta influencia política, provenientes de diversas tendencias, en la búsqueda de enseñanzas prácticas de la experiencia colombiana. En este análisis, mi punto de partida será el rechazo popular a los acuerdos de paz fraguados entre Santos y las FARC, transfigurado en la victoria del “NO” en el evento electoral del 2 de octubre de 2016. En el proceso participé como observador invitado por la Registraduría Nacional y el Consejo Nacional de Colombia. La premisa básica es que ese día se definieron los parámetros para diseñar cualquier estrategia de los factores en pugna dirigida a ganar la Presidencia de la República.

¿PAZ O IMPUNIDAD?

La verdad sea dicha, los colombianos anhelan la paz pero no pagando el alto precio de la impunidad de los criminales que conforman ese cartel que se identifica como las FARC. La percepción general, al menos la mayoritaria expresada en el referendo, es que esos acuerdos negociados en Cuba constituyen una oda a la impunidad y una injusticia manifiesta contra las víctimas de la violencia. En el proceso previo, se manifestó una estrategia (más propiamente chantaje moral) del gobierno de Santos, similar a la que ha sufrido el venezolano desde hace años con el tema de la participación electoral. Presentó un falso dilema: Si votabas “SI” estabas a favor de la paz, si votabas “NO” eras partidario de la violencia. El objetivo era aprobar los acuerdos sin reparar en el contenido. Pero el colombiano no cayó en la manipulación.

A raíz del desplante electoral contra Santos y su equipo negociador, la coalición del NO tomó cuenta de su propia fuerza pero también recibió un mandato legítimo para enfrentar el desconocimiento de la voluntad popular. Surgió así el gran tema de campaña: La implementación de la paz, vigencia impuesta o modificación; en este último caso, con especial referencia a la reparación sobre la base de la entidad moral de las víctimas, la revisión de la antidemocrática coaptación en el Congreso de unas FARC sin respaldo popular, la impunidad decretada por un diseño parcializado de “Justicia Para la Paz” y la permisibilidad en la continuación del esquema delincuencial y el narcotráfico.

LA UNIDAD NO SE DECRETA, SE CONSTRUYE

Dos líderes políticos, Uribe y Pastrana, capturaron inmediatamente el camino a seguir. Sacrificando todas sus diferencias, llegaron a un acuerdo que partía de la preservación del Bloque del NO para obtener una victoria contundente en la primera vuelta a celebrarse el 27 de mayo. Lejos de amilanarse por el desconocimiento descarado del resultado, se ejecutó una metodología para definir el candidato del Uribismo, en una especie de coaptación encuestelar, para luego confrontarlo en internas con aquellos que se inscribían en el rechazo del proceso que dirigió otro candidato, Humberto La Calle. Así nació un Iván Duque con doble impulso, el de ser candidato de Alvaro Uribe y el haber vencido en las internas del Bloque del NO con la inteligente jugada de colocar a Marta Lucia Ramírez, su principal rival, como armónica compañera de fórmula.

El efecto del triunfalismo previo al 2 de octubre de 2016, en los oficialistas y sus aliados, fue la proliferación de opciones presidenciales. La realidad es que la derrota y ese difuso panorama es el que ha fortalecido la posición de Duque. Por un lado, Germán Vargas Lleras se quedó en el aparato y pretende alcanzar al líder con el impulso que supuestamente le dará el respaldo del Partido de la “U” y el Partido Conservador. Pero Andrés Pastrana está dispuesto a dividir a los conservadores, quienes obtuvieron dos millones de votos en las pasadas parlamentarias, en el supuesto de que decidieran no apoyar a Duque.  

En cuanto a Sergio Fajardo y Humberto de la Calle, la debilidad evidente del último como “padre del proceso de Paz”, lo llevó a considerar un pacto con el primero. Tampoco resultó porque lo hicieron a destiempo. En primer lugar, según el artículo 31 de la Ley 1475 de 2011, los candidatos inscritos no pueden plantear alianzas sino dentro de los cinco días hábiles siguientes a la fecha de cierre de las correspondientes inscripciones; de manera que uno de los dos debe renunciar para adherirse a la candidatura del otro pero no pueden hacer fórmula. El otro punto es que De la Calle está anclado también por el liberalismo y depende de la fracción parlamentaria y del director único del partido; el inefable César Gaviria, tan querido por nosotros los venezolanos. A los de Fajardo, el Polo Democrático, los Verdes y Compromiso Ciudadano, tampoco les agrada la idea de asociarse con el partido que tanto desprecian. Lo que viene es un reacomodo liberal con Vargas Lleras y, por qué no, con el mismo Duque.

LA DERROTA DIVIDE, LA VICTORIA CONSOLIDA

Los mercaderes de la política, en todas partes del mundo, pretenden construir franquicias en los espacios públicos. Venezuela no es una excepción, más bien es un modelo. Resulta altamente conveniente no discutir lo esencial sino plantear una polarización electoral manipulando sistemáticamente la voluntad del elector. Pero aquí, en el supuesto de que existiera alguna garantía electoral, no hay segunda vuelta y la muerte es súbita. Y que conste que utilizó la expresión mortal en línea directa con el proceso de desintegración y destrucción nacional que encabeza Maduro.

En Colombia, quizás gracias al ejemplo venezolano, han tomado consciencia de los peligros. Se consolidó la unidad del sector mayoritario del país representado por el Bloque del NO aunque no se confían. La contrafigura de Petro sirvió para aglutinar voluntades pero el otro sector, aunque divido, tiene juego. La estrategia es todos contra Duque en desesperado intento por llevar el tema a la segunda vuelta. Sin embargo, él ha sido hábil, movió el discurso a propuestas concretas, insiste en la revisión de los acuerdos de paz, no polemiza con otros candidatos y ya no insiste tanto en el tema Venezuela, centro del discurso en un primer momento. Mientras, Uribe blande la espada ensangrentada distrayendo al enemigo.

Lo aparente es la polarización entre Duque y Petro pero el nivel de rechazo de este último conspira contra su aspiración. La clave está en el impulso que reciba Vargas Lleras por los apoyos de último momento y no se puede descartar que desplace sorpresivamente al hombre del M-19. Lo que si tienen claro los factores del Bloque del NO es que, si no ganan en la primera vuelta, el “gallo tapao” de Santos recibirá los más sorpresivos apoyos y se fraguará un fraude electoral que cambiará el destino de Colombia. En este punto es quizás lo único que nosotros podemos enseñarles algo a los maestros colombianos.

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