El autor de un supuesto atentado
El 9 de agosto de 1956, en horas de la tarde, el ciudadano Director de la Seguridad Nacional, señor Pedro Estrada, convocó una rueda de prensa para hacer entrega de un comunicado en relación a un supuesto atentado contra la vida del General Marcos Pérez Jiménez.
Desde hacía algún tiempo los servicios competentes de la Seguridad Nacional y sus agentes estaban en conocimiento que Rómulo Betancourt, quien fuese Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno (1945-1948) y fundador del ilegalizado partido Acción Democrática”, preparaba, desde la isla de Puerto Rico y con el apoyo de una nación centroamericana, un plan para atentar contra la vida del Presidente de la República. El ataque se realizaría durante los actos conmemorativos de la Semana de la Patria.
Las armas, municiones y explosivos debían ser suplidos por el Gobierno de Costa Rica e introducidos clandestinamente a Venezuela a través de territorio colombiano. El andino Carlos Andrés Pérez, Secretario de Betancourt durante el trienio de la Junta Revolucionaria, era el individuo encargado de coordinar los elementos necesarios para la operación y venir a Venezuela para dirigir el desarrollo de la misma. Sin embargo, decidió a último minuto no viajar y cruzar la frontera. Un sapo le advirtió que lo estaban esperando, por ello prefirió comisionar a Horacio Chacín Ducharne para que se trasladase desde el Táchira hasta Caracas, ajustara todos los detalles y seleccionara a los hombres que debían llevar a cargo el mencionado plan. En efecto, Chacín Ducharne recibió una suma en fajas de dólares, la oferta del envío de remesas a futuro y otros tipos de ayuda financiera para conseguir colaboradores en Venezuela.
Una vez en la Caracas, Chacín Ducharne contrató los servicios de los señores Juan Bautista Páez Ávila, Humberto Terán Villant, Juan Gualberto Rojas López, Manuel Felipe Mendoza y Héctor Ávila Gómez, quienes lo pusieron en contacto con Pedro Felipe Ledezma Beaumont y Luis Alfaro Ucero. También figuraba en aquel grupo sedicioso un español naturalizado de nombre Manuel Jiménez Castro, un especialista en la fabricación de bombas “molotov” y de amplio record terrorista en España.
Mientras se hacían los preparativos del crimen, un grupo integrado por Manuel Vicente Magallanes, Ramón J. Velásquez, José Gerbasi, Guillermo Muñoz y Jesús Alberto Rey, estaría encargado de crear un ambiente de opinión favorable al magnicidio. Estos periodistas planeaban lograr aquel cometido mediante la propagación, en hojas impresas o multigrafiadas, de falsos rumores y calumnias contra los altos funcionarios y autoridades militares del régimen.
También se descubrió que una radioemisora instalada en el domicilio del Sr. Pedro Fonseca, ubicada en la Parroquia San José, Nº 79, entre esquinas de Telares y Palo Negro, transmitiría diariamente en clave hacia la nación Costa Rica, información sobre la marcha de los proyectos y acontecimientos nacionales, estos últimos conforme a las noticias e informes redactados por Magallanes y Velásquez.
Todo se encontraba listo para finales del mes de junio. La primera semana de julio se celebraría la famosa “Semana de la Patria”, fiesta de la dictadura para conmemorar el aniversario de la firma del Acta de la Independencia en 1811. En una última reunión los conjurados convinieron en que el atentado se ejecutaría la mañana del día 3 de julio, a las puertas del edificio “Ávila”, ubicado en la esquina de “Las Ibarras”, donde el Primer Magistrado presenciaría el desfile cívico de empleados y obreros de los organismos públicos, en compañía de los Ministros del Despacho, otros altos funcionarios e invitados extranjeros. Aquello sería un mensaje al mundo para mostrar lo odiado que era el dictador y que Venezuela era hija de la libertad.
Desde muy tempranas horas de aquel día, los presuntos delincuentes aguardaron el momento propicio dentro de un vehículo estacionado en una calle transversal a la Avenida Urdaneta. Esperaban el momento adecuado para cazar su presa. Tuvo suerte el Presidente de la República de escapar con vida pues, al llegar a las puertas del edificio “Ávila”, Horacio Chacín Ducharne, en vez de dar la orden de fuego, le ordenó al chofer y sus cómplices que comenzaran la retirada en dirección hacia la Avenida Los Ilustres. Allí tenían una caleta para ocultar las armas. Abortaron pues ninguno de ellos esperaba la presencia de los integrantes de la Policía Militar y los servicios de la Seguridad Nacional. Tantos uniformados rodeando al General Marcos Pérez Jiménez hacían de aquella empresa una misión suicida, podrían atestarle una bala al dictador, pero morirían todos momentos después de bajarse del automóvil y antes de echar los primeros tiros.
Aquel día no hubo atentado, igual todos los implicados fueron perseguidos por la Seguridad Nacional a mando de Pedro Estrada. Muchos de ellos fueron detenidos y enviados a la cárcel, donde permanecieron hasta que finalmente, el 23 de enero de 1958, cayó la dictadura.
Horacio Chacín Ducharne, años después de aquellos hechos, declaró sobre el Director de la Seguridad Nacional, el hombre encargado de cazarlo, torturarlo para sacarle información y condenarlo al presidio, lo siguiente:
-En mi concepto Pedro Estrada no fue un bandido. Sencillamente defendió un gobierno en el cual creía, mientras yo defendía mis principios. Estábamos ubicados en posiciones distintas. No esperaba clemencia de él porque yo también estaba dispuesto a echarle plomo; pero si hoy lo encontrara no tuviera ningún inconveniente en saludarlo. Esto no lo concibe mucha gente, sobre todo los cobardes.-
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