Movernos es una necesidad

Los sueños que alguna vez fueron anhelados como un futuro posible y palpable quizás ahora nadan en los profundos Mares Caribes que se han vuelto nuestros adentros, entre las costillas esas olas viajan, agitándose de un lado a otro en el tórax de cada cual, aguardando un desabrido no saber, lejos de ver materializable el sol y cielo que alguna vez fue imaginado, madrugadas y noches perdidas al fondo de una bolsa negra cuya única función es servir de agujero negro. Se habrá de llorar dos días, al tercero queda levantarse con la astucia de los gatos.

Queda, porque la vida sigue, aquí o allá. El venezolano sigue y Venezuela sigue. Cada día las calles continúan llenándose de personas que abordan la ciudad, como piezas de un gran reloj irreverente, que resulta este país, cada quien se ajusta a diario a cumplir su labor predeterminada, su rol impuesto desde quién sabe cuándo, y convencidos de la supervivencia. Si ya hemos de trasladarnos de un punto a otro, si de todos modos todo ha de seguir fluyendo como una dinámica natural de la existencia, ¿por qué habríamos de esperar la estrella que cruce los cielos para poder pedir un deseo más?

Detrás de una tacita de café se hallan pensamientos que alguien querrá compartir de vez en cuando, los semblantes son introductorios a las palabras, pero es hasta después del primer sorbo que comienzan a desbordarse. Como una especie de efecto del equilibrio, un sabor aromático y sensible va deslizándose dentro, mientras visiones condensadas y archivadas van desprendiéndose hacia afuera. Esta cultura del café está bastante dominada por la moda, es cierto, pero de ella es también irrevocable la tan acostumbrada relación intrínseca del café y las experiencias, del café y el vivir y la vida. Tras ese derramarse de palabras ajenas una conclusión parece unirlas todas bajo un mismo lazo: lo que no se mueve se muere.

Y a la par del irse dando cuenta de las cosas, a la velocidad de cada día donde hay que abrir los ojos, para salir a la calle, ante cosas nuevas que ayer eran desconocidas, nos vamos desgastando bajo la condición de solo ser y solo estar, cuando es necesario movernos. Estar a la espera de nuestra oportunidad es lo menos oportuno, dar la espalda para mirar solo lo que hasta ahora se tiene no es sino un acto egoísta. Estar asustados es natural. Si de igual modo todo va a seguir fluyendo, si de todas maneras nada habrás de detenerse, entonces ¿por qué movernos habría de ser una idea errada?

Si vamos a decir, vamos a movernos, si vamos a caminar, vamos a movernos, si vamos a mirar, vamos a movernos, si vamos a hablar, vamos a movernos, si vamos a ir, vamos a movernos, si vamos a hacer, vamos a movernos, si vamos a crear, vamos a movernos, si vamos a levantarnos cada día, entonces vamos a movernos, si hemos de respirar, pero además respirar de este modo, respirar para esto, entonces nunca ha sido más necesario movernos. Que igual se puede hacer todo esto y no dejar de estar en el mismo sitio, pero la verdad es que, por favor, vamos a movernos.

El movimiento es indispensable para la continuación de la vida, es el florecimiento que demarca todos los comienzos de un algo y la constancia en la continuación de lo que vale la pena. Aplicar el movimiento es ser coherentes con lo que decimos y demuestra que caminar, mirar, hablar, llegar, hacer, crear, sentir, lograr, alcanzar, poder, querer, tener, ver, son posibilidades de verbos que nos merecemos.

Barbara Uzcategui
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