Editorial #412 – A ella le temen

Decir la verdad siempre tiene enormes costos, no sólo porque revela intenciones, actuaciones y consecuencias, sino porque desnuda las formas de hacer las cosas. Cuando un grupo se ve amenazado ante esas verdades, responde intentando que sean calladas, y es ahí donde quienes dicen la verdad, ponen a prueba su liderazgo y su firmeza, sin doblegarse y siguiendo de frente. Eso es precisamente María Corina Machado, alguien que, por decir la verdad, no ha sido del agrado de muchos políticos, intelectuales, encuestadores y personalidades, de lado y lado, que prefieren encasillarla en un falso radicalismo, para intentar sumergirnos a todos en el apaciguamiento con el que actúan y que ha traído muerte, miseria y dolor a la sociedad venezolana.

Golpes y agresiones, prohibición de salida del país, destitución ilegal del parlamento, prohibición de vuelos comerciales nacionales, persecución permanente, censura en los grandes medios privados y un enorme costo personal y familiar, han sido algunas de esas consecuencias que María Corina ha tenido que sufrir por decir la verdad. Y sigue allí. Le han acusado de conspiraciones, de traición a la patria y de un sinfín de mentiras que, además de ser demostrables, han dejado en ridículo al régimen, dentro y fuera de Venezuela.

Cuando su trabajo internacional causó enorme daño al régimen y empezaba a despertar la conciencia democrática internacional, el régimen decidió que no viajaría más, pero el mundo la siguió escuchando; cuando le habló a la conciencia de la ciudadanía y a todos los sectores del país, quisieron inculparla de conspirar, pero ella siguió hablando; cuando se dedicó a girar por el país todo el tiempo, el régimen decidió que no volara más y que, si viajaba por vía terrestre, la perseguiría más, y ella siguió girando por Venezuela; cuando alertaba de la injerencia cubana y de la crisis humanitaria, al principio, todos le decían exagerada e impaciente, y ella lo siguió denunciando hasta que se hizo evidente y hasta que ser impaciente significaba salvar vidas; ahora, cuando nada la ha detenido y cuando su liderazgo crece en todas partes y el país así se lo reconoce, el régimen quiere volver a relacionarla con una conspiración, creyendo que así la van a detener en su lucha.

Recorrer el país con una visión ideológica, con un liderazgo en ascenso y con un partido nuevo, pero en crecimiento, es algo que muchos no le perdonan. Desde que fue capaz de encarar a Hugo Chávez en cadena nacional, demostró de qué estaba hecha. Hablar abiertamente de capitalismo, libre mercado, propiedad privada y de la libertad como modelo político; construir una organización política liberal, que nace de la sociedad civil y que la construyen, día a día, los ciudadanos; son cosas que pocos políticos hoy pueden hacer, pero ella asumió ese reto y ese compromiso.

El régimen ha querido imponer una dictadura del miedo. Por eso han configurado a su oposición ideal, sumisa y nada contestaría. Para ese cometido, ha hecho que muchos políticos se exilien o bajen la cabeza. Les resulta más cómodo que se vayan o encarcelarlos. Y aún así, se han encontrado a una mujer que no se calla, que no se rinde, que se mueve incansablemente por cada rincón del país y que sí, que le habla a los militares como le habla a cualquier otro sector de la sociedad, desde las universidades hasta los gremios, porque todos tienen el deber de contribuir al retorno de la democracia en Venezuela.

Cuando ya no pueden hacer más contra ella y cuando ella ha probado que todo lo supera, ahora pretenden vincularla a una conspiración militar. ¿Ha medido el régimen lo risible que sería para ellos y para el mundo decir que una mujer y dirigente opositora, es la líder de una conspiración contra Maduro? Además de ser una gran mentira, dejaría en evidencia el temor que le tienen a su creciente liderazgo y, sobre todo, su incapacidad para frenarla, a pesar de haberlo impedido como fuere necesario.

Por eso el régimen pretende configurar para sí su oposición ideal y complaciente, sin riesgos, sin voces altas ni desafiantes. Su última carta pareciera ser la de ir contra la líder en pie y rebelde, la que sin miedo los ha denunciado por vinculaciones con el crimen internacional organizado, mientras ignoran que ya la comunidad internacional ha respondido, sin que hayan ido por ella aún. Y esa comunidad responde porque sabe del trabajo de ella, de su partido, de los miles de afiliados y líderes que respaldan su trabajo y de los venezolanos, que ya la reconocen como una figura emblemática de la lucha en favor de la democracia y la libertad.

Esa misma comunidad internacional amenaza con tomar medidas que profundizan la tragedia del régimen, porque además de ir contra ella, estarían demostrando que en su afán de llegar hasta el final, la comunidad internacional también responderá. La OEA y su Secretario General, Estados Unidos, Chile, Canadá, la Unión Europea y otros más han elevado su alerta y no tolerarán que el régimen siga avanzando. Ellos se saben arrinconados y saben que, cualquier cosa que hagan en contra de quienes luchan por la democracia, tendrá su consecuencia.

Coincide esa presión internacional con los vientos de cambio en la región, como el caso de Colombia y las ya claras señales de países como Argentina, Perú y Chile. Nada de lo que haga el régimen parece frenar esta voluntad internacional de ayudar en el rescate de Venezuela, y sí, el régimen deberá pensarlo dos veces antes de comer otra locura.

Esperamos que los venezolanos también sepan responder. Por lo pronto, le reconocemos a María Corina su valentía, su firmeza y su coherencia. Ese coraje necesario para derrotar a la tiranía, que saca fuerzas de donde no las hay y brinda esperanzas cuando todo parece estar perdido.

El régimen le teme porque ella no les teme; ni les temerá.

Pedro Urruchurtu
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