Editorial #413 – Unidos, ¿para qué?

Hemos escuchado hasta el cansancio que debemos estar unidos si queremos derrotar al régimen. Incluso, han convertido la palabra “unidad” en una especie de chantaje, porque sí, que no puede ser cuestionada y que, además, de hacerlo, se es una especie de traidor y de aliado de quienes gobiernan miserablemente a Venezuela.

Algunos olvidan –por ingenuidad, por desconocimiento o por conveniencia- que ya la oposición venezolana estuvo unida y tampoco funcionó esa estrategia. Desde luego que los mejores resultados electorales que tuvieron los factores democráticos fue cuando estuvieron unidos, pero el primer gran error es haber asumido que una estrategia opositora tenía que valerse sólo en lo electoral, porque el régimen uso ese tablero hasta que le fue útil, para luego desecharlo. Mientras ese régimen sabía cómo jugar en cada una de sus facetas, toda la fuerza de la oposición se centró en un solo juego que, conociendo la naturaleza del régimen, se extinguiría poco a poco. Cuando ya no hubo elecciones y cuando no se supieron convertir las victorias electorales obtenidas, en victorias políticas, entonces la “unidad” sencillamente fracasó.

Y sí, es bueno repetirlo. Hubo victorias en “unidad”, pero fueron solamente victorias electorales que no se supieron aprovechar como victorias políticas. No basta con ganar una elección si se enfrenta a un régimen autoritario; toda esa fuerza debe convertirse en una ofensiva, no en una convivencia con quien pretende exterminarte en todos los sentidos posibles: el democrático, el político y hasta el humano. Tuvimos todo en “unidad”, hasta candidato presidencial, y no funcionó.

El régimen, pues, usó las elecciones con algún grado de competitividad hasta que le fueron útiles. Ahora, cuando ya demostraron ser capaces de no importarles cerrar la vía electoral libre y hacer falsas elecciones, lo primero que deben entender todos los factores de la oposición es que esa vía está cerrada y que sólo habrá elecciones libres cuando el régimen se vaya, no antes. Pedir elecciones a quien en la cara de todo un país ha demostrado que no las hará, es una pérdida de tiempo y una estrategia obsoleta y poco coherente.

Entender esto pasa por asimilar, de una vez y por todas, que enfrentamos a una dictadura autoritaria, comunista y criminal. Por lo tanto, todo aquel que decide participar en su juego, aún en una falsa ilusión de que es posible derrotarla electoralmente cuando sabemos que no es así, es cómplice y corresponsable del juego de ese régimen. A las dictaduras se les enfrenta y se les presiona desde todas las fuerzas posible que una sociedad y un país apoyado por la comunidad internacional tiene, pero no siguiendo sus reglas.

Ha sido demostrado que el problema no es ir unidos o no a enfrentar el régimen, sino para qué y cómo se va unido. La unidad sin una estrategia acertada, termina siendo más dañina que la no unidad, pues ata a todos a un mismo rumbo de fracaso. ¿Iría usted amarrado a un grupo que decide lanzarse por un abismo, conscientes de ello o no, porque es mejor caer juntos a que cada quien caiga por su lado? Ese es el gran punto. Ya hemos ido unidos como oposición y también hemos fracasado, porque la estrategia estaba desfasada, porque sus actores mezclaron lo electoral con lo político y, además, esa “unidad” terminó secuestrada por cuatro o cinco factores que terminaron volviéndola un chantaje, en lugar de un propósito.

De nada sirve tener primarias para escoger un “líder” si no se sabe a dónde va, y menos para una elección que no va a ocurrir, aunque nos digan que sí, porque mientras el régimen siga en el poder, sólo seguirá utilizando la zanahoria y el garrote para engañar y ganar tiempo.

Habiendo entendido –incluso algunos de forma tardía- que la manera de actuar en el pasado fracasó, toca reconfigurar esas unidad en torno a una sola política y una sola estrategia: estamos en dictadura. Por lo tanto, no estar con la dictadura implica apoyar y utilizar todas las fuerzas que se tienen como sociedad y como comunidad internacional para presionarla y sí, terminar en un proceso de negociación en el que lo que se negocie sea los términos de la salida de la dictadura, la transición y luego una elección libre. El que siga creyendo en juegos democráticos que el régimen controla, termina estando con la dictadura y no puede ser parte de la oposición, porque sencillamente está dispuesto a jugar en los términos de ésta y no a favor de derrotarla.

Suena duro, suena impuesto y hasta suena excluyente, pero después de 20 años de errores, no podemos darnos el lujo de seguir pensando que el régimen nos va a dar lo que, por los hechos demostrados, nos toca arrebatarles. Esa es la única unidad en la que se puede pensar hoy, la de una estrategia coherente con la naturaleza del régimen que se enfrenta y no una que termina siendo la misma de ese régimen. Como nunca el mundo nos acompaña, como nunca tenemos la fuerza y como nunca sabemos nuestro propósito: la libertad.

El tiempo se nos acaba.

Pedro Urruchurtu
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