Ifigenia

El General Juan Vicente Gómez y Ana Teresa Parra Sanojo, mejor conocida como la escritora Teresa de la Parra, compartieron una especial amistad. Aunque esta nació en París, vivió la mayoría de su vida en Europa y se encontraba residida en exterior, aprovechaba cada viaje que hacía de regreso a Venezuela para acercarse a Maracay en aras de dispensar largas y gratas visitas al “Benemérito”.

Allí, en los inmensos jardines de la casa del General y bajo la sombra de un inmenso samán, entablaban eruditas y rurales pláticas en la que compartían un ameno rato charlando de todo un poco.

Para el mes de marzo del año 1925 Teresa de la Parra se encontraba en París, desde donde le escribió una carta al General Juan Vicente Gómez. En esta le exponía sobre un problema que se había suscitado con la publicación de su nueva novela titulada Ifigenia, el diario de una señorita que escribió porqué se fastidiaba, un relato que habla sobre la vida de María Eugenia, una jovencita de 18 años de edad que ha vuelto a su natal Caracas después de una larga estadía en Europa para descubrir que su familia está quebrada, su herencia ha desaparecido y se ve obligada a mudarse a casa de su abuela y dedicar su tiempo a buscar un buen matrimonio. La obra había sido premiada en un concurso que dio renombre a la escritora venezolana. Había decidido publicar la novela por su cuenta, pero para ello necesitaba una sustanciosa ayuda monetaria.

Transcurrieron dos meses sin respuesta por parte del General Gómez, así que el día 15 de mayo volvió a tomar la pluma para escribirle otra carta al Benemérito que dice lo siguiente:  

Estimado General y amigo: Hace cosa de dos meses le escribí a usted una carta en la que le ponía al corriente de mi llegada a París, de mis proyectos y de mis conflictos literarios. No habiendo recibido contestación, en mi temor que de que dicha carta haya podido extraviarse, me permito escribirle de nuevo para saludarlo muy afectuosamente y repetir lo mismo que decía mi anterior.

Se trata de mi carrera literaria, por la cual he demostrado usted siempre tan paternal interés: mi novela “Ifigenia”, sobre la vida y costumbres venezolanas, después de haber obtenido el premio de la novela de América en un concurso de 300 escritores, está todavía en prensa, sin aparecer, gracias a la informalidad de la casa editora a quien me dirigí y con quien firme contrato antes de mi último viaje a Venezuela. La casa no ha cumplido sus compromisos, y yo, antes que verme envuelta en un litigio, resolví editar el libro por mi cuenta.

En mi carta anterior le participaba esta resolución, pidiendo para ello su apoyo material, sin fijar suma, sino dejando a su generosidad la libertad de fijar lo que a bien tuviere a fin de poder llevar a cabo mi propósito.

Mi libro, es seguro, va a ser traducido al francés y publicado en la revista “La vie des Peuples”, honor que en Francia se dispensa muy rara vez a los escritores extranjeros. Espero General, de su paternal solicitud, que he de recibir una contestación favorable.

Nunca olvidamos los días encantadores de Maracay. Espero que habremos de renovarlos algún día bajo ese régimen prospero que a todos nos da tantísima seguridad y bienestar.

Con mis más afectuosos saludos para todos los suyos, soy de usted atentísima y agradecida amiga.

Ana Teresa de la Parra.  

La respuesta del Juan Vicente General Gómez, aunque se hizo esperar, terminó llegando a finales de octubre de aquel año. El dictador le envió la cantidad de doce mil bolívares y con esta colaboración se hizo posible la publicación de “Ifigenia”, la que se convertiría en la obra más famosa y aclamada por la crítica de la escritora venezolana Teresa de la Parra.

Ella, complacida por la colaboración del Benemérito, le escribió el 1 de noviembre lo siguiente:

Estimado General y amigo: No puedo expresarle la grata sorpresa, mezclada con emoción y agradecimiento que fue para mí la lectura en que me anunciaba el secretario general de la República que tenía usted a bien enviar un cheque de Bs. 12.000 para los gastos de mi novela “Ifigenia”.

Me encontraba entonces en Ginebra, e inmediatamente rogué por cable al Dr. Baptista Galindo que transmitiese a usted de parte mía mis expresivas gracias.

Hoy, ya de regreso en París, es mi primera ocupación agradecerle de nuevo por escrito su generosa gentileza. Como le he dicho tantas veces, le repito hoy: que siempre sabré corresponder sus bondades con mi gran simpatía, y aunque débil mujer, tiene usted en mí una amiga leal y sincera. Le ruego sirva presentar mis saludos a toda su familia, y soy de usted atentísima.

Ana Teresa de la Parra.

Jimeno Hernández
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