La industria azucarera

Los espacios agrícolas se fueron desplegando en los territorios coloniales y para el Siglo XVIII en la Capitanía General de Venezuela adquirieron bastante importancia algunos cultivos. El tabaco en el centro, el cacao en las costas y el café en las cumbres andinas, se convirtieron en los principales productos de exportación.

La caña de azúcar fue introducida en nuestra agricultura desde el Siglo XVI, al principio en Coro y luego en El Tocuyo, para comenzar a extenderse por con rapidez por las tierras de la provincia. La producción de azúcar era destinada en su mayoría para el consumo interno y se realizaba en las llamadas “haciendas trapiches” por la mano de obra de los esclavos y peones.

Al trapiche se le llamaba el área del molino, las pailas, la sala de purga y la oficina en la que eran procesados el azúcar moscabado y el papelón. Con frecuencia contaban también con un alambique para destilar aguardiente. En cuanto al tipo de planta que se utilizaba: -Desde el periodo colonial se cultivaba la caña conocida con el nombre de la criolla, y tambien la Otahití, la cual tenía la ventaja de producir una producción mayor de azúcar que la criolla. Otra especie utilizada era la caña morada o de Batavia, que era la preferida para la elaboración de rones.- explica Catalina Banko en su libro titulado “De trapiches a centrales azucareros en Venezuela” publicado por la Academia Nacional de la Historia.

Los cien años de guerra continua que sufrió el país, desde el estallido de la conflagración de independencia con el grito del 19 de abril de 1810 hasta el final de la “Revolución Libertadora” y el bloqueo a nuestras costas por parte de los imperios en 1902, el sector agrícola enfrentó un acentuado proceso de deterioro que prácticamente lo llevó a la ruina.

En 1854 el Presidente José Gregorio Monagas abolió la esclavitud para dar lo que parecía ser un golpe casi mortal a las “haciendas trapiches”, aunque debe resaltarse que los esclavos empezaron a convertirse en cosa del pasado mucho antes que el menor de los Monagas les otorgara la libertad. Las promesas de los ideales de la igualdad en los derechos del individuo, o todos aquellos principios promovidos durante el conflicto emancipador, llevaron a un cambio bastante drástico en la vida de estas haciendas en las que se sembraba y se procesaba la caña de azúcar. El torbellino del conflicto bélico arrancó a estas masas de sus puestos de trabajo obligándolos a utilizar los machetes y los picos para matar personas en vez de labrar las tierras. Entonces los propietarios de los fundos se vieron forzados a pensar en los jornaleros, que no eran más que esclavos mal pagados y seres atados a la perpetua pobreza y el dominio del patrón.

Toda hacienda de caña representaba, sin duda, una inversión significativa de dinero. A diferencia de la producción del tabaco, el café y el cacao, que eran cultivos que tenían menores costos operativos, los dueños de las sementeras de caña y los molinos comenzaron a darse cuenta que resultaba más rentable pagarle míseras sumas de dinero a los jornaleros que tener que mantener a sus esclavos.

Era eso o invertir en maquinaria fabricada en el extranjero, los trapiches hidráulicos compuestos por tres cilindros de hierro que rotaban impulsados por la fuerza del vapor. Ya tenían suficientes gastos con la compra o reposición de pailas, herramientas, enseres o bestias y el pago de los peones.  

Las expectativas eran muy altas en cuanto a los números sobre el tema de la exportación de azúcar, pero pocos contaban con los recursos monetarios para la compra de estos molinos mecánicos fabricados en Europa o los Estados Unidos. Antes de la Guerra Federal se produjo un intento por organizar unidades productivas más complejas, todo con la incorporación de avances técnicos y el apoyo en la explotación intensiva de los esclavos. Estos se materializaron casi de forma exclusiva en el Litoral Central, zona privilegiada por sus condiciones geográficas para ese tipo de cultivo.

El intento por conquistar una parte del mercado azucarero de los Estados Unidos resultó infructuoso. Era imposible competir con los grandes exportadores de Antillas como Cuba, Puerto Rico y la Española, ubicadas a poca distancia de las costas sureñas de Norteamérica. Así que los escasos niveles de producción únicamente sirvieron para abastecer pequeños mercados locales.

Fue a principios del Siglo XX que pudieron verse los primeros signos de transformación de industria azucarera en Zulia, región que había desarrollado una intensa dinámica comercial gracias a las exportaciones de café que salían de Los Andes en recuas de mulas hasta aquel puerto y eran luego enviadas a casas comerciales con sede en Hamburgo.

Allí se constituyó la “C.A. Central Azucarero” en 1912, el primer proyecto moderno para la producción de azúcar a gran escala. A este lo siguieron en 1913 en la misma ciudad uno de la firma “Venezuelan Sugar Company” y el “Central Tacarigua” en Carabobo, siendo uno de los más destacados accionistas de este último el general Juan Vicente Gómez. En 1914 abrió también sus puertas el “Central La Ceiba” en Trujillo, se daban entonces los primeros pasos en la evolución de la industria azucarera en Venezuela.

El cielo era el limite en aquellos tiempos, hoy día ni se consigue azúcar.

Jimeno Hernández
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