Es inevitable que todas las demandas se conviertan en una sola
Editorial #423 – La familia
Los dos pilares más importantes de cualquier nación son las instituciones y la familia. No podemos ni siquiera concebir una sociedad libre y próspera si no garantizamos su existencia y funcionamiento.
El chavismo lo sabe, y como requisito indispensable de su proyecto de control total, ha buscado socavar ambos pilares desde que llegó al poder. No podemos negar que ha tenido éxito en lo institucional. Desde hace años, ha desmontado cualquier rastro de autonomía e independencia de las instituciones, al punto de llegar a tener el dominio casi total de éstas. Desde el Poder Ejecutivo, el Judicial, el Electoral, el Banco Central, Pdvsa, el INE, entre otras, son hoy parte funcional de un mismo proyecto.
El único poder que pensamos que podía dar la lucha de manera independiente fue la Asamblea Nacional, controlada mayoritariamente por la oposición desde las elecciones parlamentarias de 2015. Nos equivocamos. Aunque no tiene el control directo de ésta, el chavismo ha utilizado dos herramientas que le han sido muy útiles para anularla: boicotearla desde adentro con actores que responden más a ellos que a al mandato ciudadano y con la creación de la Asamblea Nacional Constituyente, que se ha establecido como un supra poder.
Es el otro pilar el que le presenta un reto mayor al oficialismo. La familia venezolana ha tenido que enfrentar de todo en los últimos años, desde el hambre, la escasez, la inseguridad e incluso la partida de algunos de sus miembros a otros destinos, buscando ayudar a los que se quedan. Sin embargo, su valor es tan grande que a pesar de los chantajes y ataques, resiste y lucha.
No son solo las madres que reclaman porque no tienen cómo alimentar a sus hijos, o los jóvenes que mantienen intacta su sed de libertad y un mejor futuro, en las últimas horas también vimos a los abuelos, que a pesar del cansancio de los años que llevan en los hombros, no dudan en exigir lo que por derecho les corresponde: sus pensiones.
El fin de semana, en varios puntos de Caracas, fuimos testigos de protestas de ancianos que reclamaban por el incumplimiento de los pagos. Muchos de ellos vinieron de madrugada desde el interior, sin dinero para el regreso, solo para encontrar bancos cerrados.
La indignación fue tan grande que no dudaron en trancar las calles y bajo el inclemente sol caraqueño se hicieron sentir con todo su derecho. Los abuelos venezolanos demostraron que no están dispuestos a arrodillarse, y lejos de sentir lástima por ellos, al verlos lo único que inspiran es admiración.
Es inevitable, ante una crítica realidad socioeconómica como la del país, que todas las demandas se conviertan en una sola: la de los trabajadores, la de las enfermeras, la de los estudiantes, la de los abuelos, la de las madres.
Todos ellos demuestran que no están dispuestos a rendirse. Cada uno es parte esencial de eso que, a pesar de la tierra arrasada en la que han convertido a Venezuela, se mantiene unida y en pie de lucha: la familia.
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