La libertad de poder asearte en Venezuela
El sistema que hoy opera en Venezuela puso a la sociedad a descender de la pirámide de Maslow, para situarla en el nivel más primitivo que tiene esta. La pirámide de Maslow establece 5 niveles de necesidades humanas ordenados jerárquicamente (fisiológicas, de seguridad, sociales, de estima y reconocimiento, y de autorrealización), y que supone que en la medida que cada individuo logra satisfacer las necesidades de un nivel, puede ir ascendiendo de acuerdo a sus posibilidades y aspiraciones.
Hoy alimentarse –una necesidad fisiológica que es inherente al ser humano y que permite su supervivencia-, representa la principal aspiración inmediata de la mayoría de los venezolanos. Sin la satisfacción de esta y otras necesidades fisiológicas escalar la pirámide es imposible, lo cual se traduce en que el venezolano se encuentra estancado en el primer escalón y ascender en la pirámide se vuelve difícil o imposible en estos momentos.
Con esto, atrás ha ido quedando la coquetería del venezolano en la compra de prendas de vestir y el uso de productos de aseo personal también ha pasado a un segundo plano, porque ahora todo esto se ubica en la categoría del lujo. Un simple jabón para bañarse o lavar la ropa supera el presupuesto de muchos que hoy destinan lo poco que ganan en satisfacer una necesidad primordial para vivir: alimentarse.
Entrar al metro de Caracas te lo puede confirmar. A la falta de aseo en sus instalaciones, hoy se le suma el mal olor que se refugia en sus vagones. Este olor que se desprende de las personas que utilizan el servicio, se convierte en algo desagradable que llega a molestar y cualquier otro olor que no sea este queda opacado debido a su intensidad, pues hay que recordar que es un transporte subterráneo donde el aire acondicionado mayormente no funciona.
En un servicio de transporte utilizado por un gran número de usuarios, esto quizás se convierte en un secreto a voces mientras se esté allí. El malestar que puede causar un olor desagradable puede convertirse en un hecho normalizado para algunos y para otros no. Pero ¿cómo se puede expresar la incomodidad de un olor que no es casual sino algo más frecuente producto de las circunstancias de un país cada día más empobrecido? ¿Cómo se le puede recriminar algo a una persona que hoy no cuenta con los recursos para su aseo personal?
Si se enumera la lista de los productos de aseo personal que utiliza cualquier persona promedio en el mundo y se busca su valor en el mercado versus el salario que se percibe en Venezuela, se entiende perfectamente el porqué de lo anterior. Al venezolano le han reducido sus aspiraciones, no porque quiera sino porque sencillamente no puede y debe elegir entre satisfacer lo que hoy es una necesidad básica importante, frente a lo que se convirtió en un lujo.
Y es que a este punto hay que agregarle la falta de suministro de agua potable en los hogares venezolanos que limita incluso que las personas puedan bañarse con la frecuencia que quisieran, o sencillamente se vean obligados a restringir su uso con el objetivo de alargar la duración del agua “con un bañito rápido”, porque entre las incertidumbres a las que se enfrenta el venezolano se encuentra el no saber muchas veces cuántos días racionaran el “agua potable” (sí, entre comillas).
La escritora Rumana Herta Müller, describe sus vivencias durante la dictadura comunista de Nicolae Ceausescu. En su libro “Mi patria era una semilla de manzana” relata cómo bajo este sistema, la belleza deja de existir en sus múltiples representaciones y empieza imperar la tristeza.
La falta de aseo y pulcritud en las personas eran una constante en su país. En un viaje que logra realizar por primera vez bajo el régimen de Ceausescu a Alemania, empieza a mirar quizás con cierta extrañeza el aseo, la pulcritud y la belleza que se desprende de esto. Mientras viajaba en un tren empieza a observar lo que no veía en Rumania. La simple limpieza de las manos de las personas, genera en ella un cúmulo de emociones y sensaciones, cuya explicación se puede atribuir a la novedad de algo que nunca vistes o a un hecho poco frecuente, describiéndolo de esta manera:
“¡Que limpias llevaban las manos todos! Tenía la sensación de estar en un torbellino de colores, el mundo era muy estridente, me dolían los ojos, había muchísima luz y los colores encarnaban el puro desasosiego. Yo venía del silencio gris de la dictadura y de la pobreza”.
Ciertamente estos sistemas dictatoriales o tiránicos, hacen que impere en las calles la tristeza cuando empiezan a imponer o a forzar el descuido no solo en la estética de la infraestructura de los países en el que se instauran, sino también en la de sus habitantes. Así logran que lo bello desaparezca y la tristeza sea una constante.
Queda claro que bajo estos sistemas el aseo personal no es una necesidad que todos puedan satisfacer, alejando al individuo del mundo civilizado y desarrollado. La separación del individuo con sus costumbres y por lo tanto con su identidad, viene siendo una constante profundizada en los últimos años en Venezuela.
Cuando se observa que la causa de esto es producto de las restricciones y la falta de libertades económicas, se puede llegar a la conclusión que esta es la herramienta principal de dominación que utilizan para suprimir las libertades del venezolano. Entre ellas la libertad de poder asearte en Venezuela, porque no entran en tu casa a decirte que no te bañes, establecen el mecanismo para que no lo hagas. Así funciona el sistema.
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