Economía para la gente
Una pequeña historia de la banca (V)

En este artículo continuamos mostrando la evolución cualitativa de la banca como negocio.

Ya existía desde hace mucho la banca, y vimos cómo fue evolucionando hasta llegar a un sistema de banca libre. Ya existía la banca como organización, y la banca libre como institución, y aún no había un banco central.

Quizá para los que hemos nacido en un mundo de banca central, nos parecería extraño y hasta inimaginable, un sistema financiero, un sistema bancario sin un banco central, como la organización que conocemos hoy en día. Quizá hasta lleguemos a pensar que es imposible, inviable y hasta insano, un sistema de banca libre, como el descrito anteriormente.

Lo cierto es que ya existía un sistema de banca que era más libre en algunos países que en otros, y luego fue que hizo su aparición la banca central. Y en términos generales, todos los bancos centrales comparten el mismo origen: a diferencia de la evolución de la banca que hemos visto hasta ahora ha sido espontánea, los bancos centrales no surgen espontáneamente del mercado; la banca central es una institución impuesta por los reinos o gobiernos.

Tal como tenía que hacer cualquier ciudadano o empresa, los gobiernos (o reinos en su momento) colocaban su dinero (proveniente de sus ingresos) en cuentas de bancos privados, y a cambio recibían billetes con los que financiaban sus gastos. Los gobiernos, o los reinos, recibían sus ingresos de impuestos y regalías, y financiaban sus gastos con estos ingresos o con deudas. Si los gobiernos querían gastar más, debían elevar sus ingresos por impuestos, o endeudarse. Y si decidían endeudarse, una manera era solicitar créditos en la banca. Entonces, los gobiernos o reinos, tenían cuentas en los bancos para depositar sus monedas, y también recibían financiamiento de la banca, tal como hacían los ciudadanos y empresas. Y si se endeudaban los gobiernos o reinos, tal como le ocurre a los ciudadanos y empresas, en algún momento debían pagar sus deudas.

Así se mantenían conviviendo ciudadanos, empresas, ahorristas, deudores, bancos y gobiernos (o reinos en su momento), en un sistema de banca libre (con más o menos rasgos libres), hasta que con la excusa de la necesidad de financiar las guerras, y por razones de Estado, los gobiernos y reinos se fueron endeudando excesivamente, para poder gastar más, hasta llegar al punto de empezar a incumplir sus obligaciones.

Esta situación de incumplimiento o default en el pago de obligaciones crediticias, por parte de los gobiernos o reinos, obviamente estresó las relaciones con la banca, que presionaba al gobierno para que cumpliera con el repago de la deuda. Esta tensa situación llevó incluso a la cárcel a banqueros, por “razón de Estado”. Por supuesto, y como es de imaginarse, cuando alguien deja de honrar sus obligaciones se hace más riesgoso, y la consecuencia de ello es que si vuelve a requerir financiamiento, o le prestan menos, o le cobran más intereses, o simplemente no le prestan más; es decir, se le hace más costoso financiarse, recibir créditos de la banca.

Así llegó el punto en que al gobierno (o reinos en su momento) la banca no le pudo (o no le quiso) prestar más. Entonces, como los bancos privados no tenían la voluntad de financiar más al gobierno, éste decidió crear su propio banco, que lo financiara.  

Bueno amigos, por razones de espacio detengámonos en este punto, por los momentos. Continuaremos recorriendo esta fascinante historia, en el próximo artículo.

Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.

 

Rafael Avila
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