Ser querido por lástima: Una acepción aberrante

Aunque muchos critiquen las interacciones afincadas en las redes sociales, a mí me resultan un nicho interesantísimo de estudio. Hace aproximadamente un mes se desató en Twitter una polémica discusión sobre la pregunta que todo migrante escucha, al menos, una vez al día: ¿Y tú de dónde eres? Algunos manifestaban repulsión, malestar e incomodidad ante todo lo que esa simple pregunta desataba.

Muchos comentaron que cambiaban su nacionalidad por obstinación a responder una y otra vez lo mismo, porque desde hace diez años no se ha podido elaborar una respuesta que trascienda a la dictadura, porque la distancia cada día se hace más grande y las posibilidades más remotas y la pregunta te lo señala cada vez que aparece.

Otros respondían con orgullo, vengo del mejor país del mundo y ansío regresar. Más allá de las respuestas, hay una emoción que se plasmó en mí al leerlos: últimamente, cuando respondes que eres venezolana aparece de vuelta la mirada lastimosa, esa mirada de la que muchos migrantes huimos.

Querer con lástima es como recibir una muleta que no te abandonará jamás. Quedar condenada a exhibir en la frente la frase: «somos hijos de chávez» cuando tú te sabes más huérfana y ajena que nunca. Nunca fui su descendencia, nunca me alimenté de sus sobras.

Esos ojos lastimosos te recuerdan el malestar que significa: mi origen es el destierro, mi origen es una herida. Pero, además, vengo de un país que es mucho más que sus últimos 20 años de desgracia.

Me gustaría no tener que cambiar el tema cuando me hablan de Venezuela, me gustaría que no me obligasen a estar de luto, que pueda nombrar con placidez y libertad que soy completa, brillante, culta y muy capaz porque me formé en Venezuela. Me gustaría que esa mirada lastimosa no me obligase a encarnar el rol de la mujer padeciente que huyó de un infierno y se encuentra condenada a la ceguera porque el otro, el que la interpela, reduce su realidad por puro desconocimiento.

No estamos obligadas a actuar la mutilación que se espera de nosotras. Aunque resulte tedioso, podemos darle un vuelco a esa respuesta y cambiar la mirada lastimosa por una mirada compasiva. Sé que podemos hacerlo, sé que en este caso la ruta no es el silencio.

(Visited 151 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras