Si en cualquier país del mundo ya sería obsceno, en Venezuela lo es mucho más
Editorial #435 – Asco
En los últimos días se han venido confirmando las sospechas que se tenían durante años. Un grupo de corruptos, enchufados con el chavismo, saqueó al país de una forma inédita. Estamos muy probablemente ante el desfalco más grande en la historia del mundo.
La admisión de culpabilidad, ante una fiscalía de Florida en Estados Unidos, de Alejandro “el tuerto” Andrade por haber recibido sobornos de más de US$ 1.000.000.000 (no es un error de escritura, usted leyó bien: son mil millones de dólares) en el marco de un caso en el que también se acusa y se ordena la captura del poderoso empresario de medios y seguros, Raúl Gorrín, puso a temblar los cimientos de una red criminal que es mucho más grande de lo imaginable.
Andrade fue viceministro de Gestión Financiera y tesorero Nacional, además de amigo y persona de confianza de Hugo Chávez. Sus excesos están finalmente siendo documentados públicamente, así como los de su socio Gorrín. Según el New York Times, la Justica estadounidense incautó 24 propiedades en las zonas más exclusivas de Nueva York y Florida, aviones privados, yates, decenas de caballos, relojes de alta gama y carros de lujo, entre otras cosas.
El monto del que estamos hablando en este escándalo es mayor al total del caso Odebrecht (788 millones de dólares en 12 países). Y esto proviene solo de los sobornos de un único caso. Es simplemente imposible imaginar la verdadera magnitud de la corrupción en estas dos décadas de chavismo y de lo que ese monto significaría hoy en materia de alimentos, medicinas, infraestructura, educación, salud, viviendas y todo lo que se pueda imaginar.
Si bien algo así ya sería obsceno en cualquier país del mundo, que haya ocurrido en Venezuela lo es mucho más. Porque no se trata solo de dinero robado, sino también de que cada dólar que se ha perdido, se tradujo en hambre, muerte y miseria para muchísimos venezolanos.
Hoy, son millones los que padecen esta tragedia, mientras muchos otros deben huir de ella buscando un mejor destino. Lo más duro de esta realidad es que a costa de un país devastado, unos pocos hicieron fortunas.
Es difícil describir lo que uno siente al ver este contraste entre el vulgar exceso y la peor miseria en la historia del país.
Lo mínimo es un profundo asco.
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