Singapur ¿Un ejemplo para Venezuela de cómo se puede transformar un país corrompido?
La ausencia de políticas o de su cumplimiento puede anarquizar la cultura de una sociedad, pero también la puede corregir poniendo orden desde la misma. Singapur es un ejemplo de ello, pues antes de su independencia de Gran Bretaña en el año 1959, era una pequeña isla donde la delincuencia, el narcotráfico, la corrupción y la anarquía estaban a la orden del día, -prácticas comparables con las que hoy se ven en Venezuela- pero que desaparecieron del país asiático.
Hace unas semanas se virilizó un video donde una ciudadana de Singapur explicaba cuáles eran las penas que les imponían a los corruptos y a los delincuentes en su país, cuyo resultado ha sido un país con los índices de corrupción y delito más bajo del mundo, la gente se maravilló y expresaba querer el mismo modelo de seguridad. Pero ¿cómo Singapur lo consiguió? ¿Puede ser un ejemplo para Venezuela?
Pongamos en contexto primero a Venezuela…
La mencionada viveza criolla es ese quebrantar y burlar la ley y las normas para pasar por encima de los demás y conseguir acosta de todo lo que se quiere, sin sanción alguna. Desde el año 1999, esta se ha profundizado pero viene desde muchos años atrás. El venezolano lo sabe. Con simpleza es consciente de ello, pero no hace nada y muchos sin darse cuenta colaboran con ella.
Cuando se ven estos comportamientos que en la actualidad se encuentran en su máxima expresión surge la frase: “el problema es el venezolano y no el gobernante que tengamos”. Quizás eso no es tan así, porque esto es negar la naturaleza del ser humano y la premisa de que la libertad es inherente al hombre y a la misma hay que ponerle límites. Las personas por sí solas no hacen exactamente un proceso de concientización. La concientización necesita a veces de estímulos: Normas que se hagan cumplir.
Muchos países tienen una cultura de respeto a la ley, porque tienen instituciones sólidas que las hacen cumplir. Venezuela carece de estos estímulos y vive bajo un modelo de país que incentiva a la anarquía desde la propia autoridad. Frases como “tú no sabes quién soy yo” y “dame pa’ los refrescos” no son nuevas. La primera la dice el político o quien conozca o sea familiar de uno y la segunda el policía. Al político no se le sanciona y al policía “se le da pa´ los refrescos”. Ambos son una autoridad y ambos son los primeros infractores.
Bajo estos ejemplos vive la sociedad venezolana y termina siendo un círculo vicioso en el cual los actores se retroalimentan, pues el funcionario no solo es corrupto sino que también corrompe y una sociedad que se corrompe retroalimenta al sistema que la corrompió: “dándole pa’ los refrescos” para no ir a pagar la multa de tránsito, por ejemplo.
Si esto es así, habría que preguntarse si el problema son los venezolanos o los gobiernos e instituciones que hemos tenido.
El delito y la criminalidad en el país se incrementaron bajo una política de incentivos, donde un delincuente se lucra más delinquiendo que un profesional trabajando, con aquella política de salarios mínimos que desvalorizó el salario y la educación. Asimismo se creó a ese delincuente que no le tiene miedo a la autoridad, porque este maneja sus mismas prácticas. No hay diferenciación entre la práctica del malandro y la del policía, o la del juez y el funcionario público que sede si se le soborna. La sociedad ha aceptado y normalizado la práctica del soborno y llega a justificar incluso la corrupción de su político de preferencia.
“Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares” y Venezuela parece no haber conseguido a un político que esté listo para esto.
La frase anterior fue dicha por el primer ministro de Singapur Lee Kuan Yew quien fue electo para ocupar dicho cargo después de la independencia de su país. Su propuesta fue atacar la anarquía, el delito y la corrupción. Una osada propuesta y de difícil aceptación en una sociedad corrompida, pero la misma terminó calando permitiéndole ganar para restaurar el orden social y la seguridad, mediante duras leyes que no terminarían siendo letra muerta en un articulado legislativo.
Las medidas que tomó para Singapur y que hoy se mantienen, consisten en leyes para distintos delitos y crímenes, que penalizan a los mismos con sentencia de muerte, multas elevadas de dinero y largas penas de cárcel. Pero para combatir el delito necesitaba de instituciones fuertes para que se cumpliera la ley y una institución fuerte es aquella integrada por funcionarios que no caen en actos de corrupción.
Entre las medidas que tomó para atacar la corrupción fue el incremento del salario: Un funcionario bien pagado no caerá tan fácil en actos de corrupción. En Singapur las altas autoridades ganan un salario que puede superar al de muchos presidentes de otros países, sin embargo las personas que también ocupan otros cargos públicos devengan salarios altos y se le exige un nivel de productividad en el trabajo que desempeñan. Como esto no bastaría, otra de sus medidas consintió en la rotación periódica de los funcionarios, para que los mismos no pudieran establecer vínculos de corrupción dentro de la administración pública.
Las instituciones en Venezuela carecen de solidez porque funcionan bajo los vínculos que establecen con el familiar o con el amigo -algo profundizado hoy-. Un funcionario que ocupe un cargo alto, mediano o bajo, le hace favores a su vínculo o lo pone a ocupar un cargo, allí desaparece la jerarquía de mando porque a los amigos y familiares muy difícilmente se les hacen auditorías, se les amonesta o se les despide. De allí gran parte del fracaso de la administración en Venezuela.
Como no basta castigar el delito sino también prevenir este y atacar su origen, Singapur bajo la administración de Lee le abrió las puertas a la inversión privada de empresas tecnológicas extranjeras en un país sumido en la pobreza. Esto empezó a garantizar el acceso al empleo, a la capacitación y a la educación de jóvenes y de la población en general, para en un futuro crear capital propio y no depender sólo del extranjero.
Las políticas de Singapur deben su origen a un país sumido en el caos político y social, sin embargo este tiene elementos contradictorios, pues posee una falta de alternabilidad política, y sigue siendo gobernado por el partido político de Lee. Aunque sus políticas lo posicionan con los mejores índices de desarrollo, mantiene ciertas restricciones a las libertades individuales.
Más allá de las fuertes sentencias contra los delitos que pueden violar algunos derechos humanos, el ejemplo que se debe tomar de Singapur, es la solidez de sus instituciones que permiten el cumplimiento de la ley, aspecto clave de muchos países desarrollados.
La cultura hace la norma, pero la norma también hace la cultura.
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