Nuevas y antiguas vías
Cuando llegó el primer automóvil a Caracas en 1904, al inicio del apogeo de la dictadura del general Cipriano Castro, los ferrocarriles tenían varios años sirviendo al transporte colectivo y comercio nacional en Venezuela. Caracas ya se encontraba unida con Valencia por 163 kilómetros de vía férrea en la que corrían hasta cuatro trenes diarios en ambas direcciones.
En 1873, durante la primera presidencia del general Antonio Guzmán Blanco, se concedió a la compañía británica “Bolívar Railway Company” la construcción del Ferrocarril Bolívar, obra inaugurada el 7 de febrero de 1877 que conectó el puerto de Tucacas con las minas de cobre en Aroa para la explotación y transporte de tan preciado mineral. Esta vía, la primera de este tipo en el país, también sirvió para fletar cargamentos de café, cacao y otros productos agrícolas a ser exportados.
Para 1883 existía también el servicio del Ferrocarril Caracas La Guaira y el Central. La estación en La Guaira estaba cerca las inmediaciones del puerto, esa vía trasladaba principalmente pasajeros de vapores que zarpaban o desembarcaban, llegaba a Caño Amarillo y el último vagón estaba reservado exclusivamente para los huéspedes del afamado hotel Klindt, una lujosa casa ubicada entre las esquinas de Madrices a Marrón en Caracas; el Central partía desde la estación de Quebrada Honda hasta los valles del Tuy, pasando por las poblaciones de Santa Teresa y Santa Lucía.
Al momento del General Juan Vicente Gómez establecer su residencia en la carrera de Las Delicias en Maracay, los ferrocarriles atravesaban su etapa más prospera y floreciente. Para los últimos años del Siglo XIX, un ingeniero llamado Gustav Knoop que fungía como director de la empresa alemana “Gran Ferrocarril de Venezuela”, tenía desarrollada la idea de crear nuevas rutas hasta diversos destinos turísticos, brindando la opción a los habitantes de Caracas de realizar paseos hacia destinos pintorescos, visitar lugares exóticos y alejarse del escandalo citadino.
Con la idea de crear nuevos espacios para recreo de la población, a principios del año 1894 y durante el gobierno legalista de Crespo, Knoop ubicó un terreno situado en la depresión de la Hoyada dividida por la quebrada de Camatagua, antes de alcanzar el llano de Miquilen. En aquel lugar inició un ambicioso proyecto de reforestación con árboles, plantas y arbustos ornamentales, un proyecto conservacionista cuyo propósito era reforestar las zonas afectadas por la construcción del ferrocarril.
En 1922 abordó el general Gómez, junto a miembros de su familia, un grueso cuerpo de ministros y periodistas, el tren que los llevó a conocer el primer jardín botánico fundado en Venezuela. Se trataba de una extensión boscosa conformada por 11,7 hectáreas en las que fueron sembradas una totalidad de 700 eucaliptos de 25 variedades, 2.000 pinos australianos, incontables árboles y florestas de origen autóctono pertenecientes a unas 30 especies. El parque tenía 7 kilómetros de recorrido por un precioso y colorido camino empedrado, delineado por unas 1.500 palmas entre las cuales figuraban enanas, kenias, cocoteros, arecas, canarias, datileras y reales. Era una obra en la cual se mezclaban la belleza del paisaje, la naturaleza, así como los efectos del progreso que fusionados esbozaban un nuevo mundo de floreciente porvenir.
También supo la empresa alemana explotar el concepto de viajes hacia otra área de esparcimiento conocida como “El Encanto”, un bello parque al que se dirigían caraqueños y turistas por centenares los fines de semana. En esa dirección partían trenes especiales desde las estaciones de Palo Grande y Caño Amarillo. A las sombras del frondoso valle, bajo la copa de los imponentes samanes que servían como refugio a las instalaciones de la pequeña estación, se reunían locales y extranjeros para hacer picnics, excursiones o atender conciertos al aire libre.
La modernidad llegaba finalmente a un país que parecía encontrarse estancado en el ayer, donde la gente aún hablaba sobre las glorias alcanzadas durante los años de Bolívar, Páez y Guzmán Blanco. Era hora de dejar el pasado atrás y empezar a construir el futuro. Por ello una de las obsesiones administrativas del general Gómez se convirtió en fundar carreteras.
En el año 1918, gracias a las labores de construcción de los ferrocarriles, existían senderos relativamente despejados permitiendo el paso de vehículos con cierta comodidad entre Caracas, Los Teques, Guayas, Tejerías, San Mateo, Turmero y Maracay. Desde la ciudad jardín se abrían rectas enlazándola con Valencia pasando por Mariara y San Joaquín.
La fundación de nuevas carreteras y pavimentación de los principales caminos en el centro, así como el proceso de explotación petrolera junto al aporte fiscal de esta actividad al presupuesto nacional, produjo un incremento en la importación de autos y camiones para reemplazar los antiguos vehículos de tracción a sangre.
En 1925 llegó al país la Ford Motor Company, cuando se dejó de contemplar la idea del automóvil como un artefacto de lujo y comenzaron a fabricarse dichos aparatos en masa a bajo costo. En aquellos días la industria del transporte se revolucionó en Venezuela, las calles de las ciudades empezaron a llenarse de automóviles y la gente contempló que la idea de andar a pie, sobre el lomo de una bestia o ir apretujado en una carreta como un saco de patatas eran cosas del pasado.
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