Si las señales y la dirección son las adecuadas, los cambios pueden comenzar a darse pronto
Editorial #436 – Una sorpresa
Esta semana se cumplen 20 años de la llegada del chavismo al poder en Venezuela. Después de muchos y duros aprendizajes, ya nada de lo que hagan hoy nos sorprende y el manejo de la economía no es una excepción.
Cada pronunciamiento es previsible y se enmarca en una política en la que desde hace mucho no se toman medidas con objetivos políticos. La economía ha sido solamente una herramienta utilizada para el populismo, el chantaje y el control. El resultado es evidente: su total destrucción.
El anuncio de un nuevo aumento del salario mínimo realizado el pasado jueves era también fácil de prever, porque se han vuelto una costumbre en determinadas fechas del año. También son fáciles de pronosticar sus consecuencias: en una economía en la que la producción no crece, el constante aumento de salarios solo se traduce en mayor inflación, cierre de las pocas empresas que quedan y desempleo.
Además, acelera un proceso hiperinflacionario que ya tiene más de un año y que está arrasando con todo. Ni siquiera la adopción de una nueva moneda, el bolívar soberano, pudo corregir su debacle.
Basta con analizar el derrumbe de su valor. El 20 de agosto, cuando se da la reconversión de la moneda, el salario mínimo se definió en 1.800 bolívares, que en ese momento representaban en términos reales 30 dólares. Poco más de tres meses después, el valor real del salario mínimo era solo 3 dólares, y con el aumento decretado por Maduro, ahora será 8 dólares. Es decir, incluso después de casi triplicar el salario, su valor real es menos de un tercio de lo que era hace tres meses.
Las dos grandes fuerzas destructoras de la economía y de la vida de los venezolanos son la hiperinflación y la pérdida del poder adquisitivo. La primera, contrario a lo que se dijo oficialmente la semana pasada, no para su ritmo y sigue creciendo aceleradamente. La segunda, potenciada con cada nueva medida económica que se toma, está pulverizando el salario de los venezolanos.
La realidad es que hace mucho no solo no se toman las medidas adecuadas para salir de este hoyo en el que nos encontramos, sino que las que se toman solamente lo hacen más profundo.
Hoy no existe la menor duda de que ninguna medida o política económica aislada va a solucionar la crisis venezolana. Se necesita un cambio estructural de modelo que permita girar el rumbo 180 grados y genere la variable más importante para el rescate de la economía: confianza.
La buena noticia es que si las señales y la dirección son las adecuadas, los cambios pueden comenzar a darse rápido. Mientras seguimos viviendo la catástrofe en el país, también somos testigos de cómo en solo un par de años, Argentina pasó del Pacto con Irán, del aislamiento mundial y de recorrer un camino que la estaba llevando a ser Venezuela, a ser el anfitrión de la Cumbre del G-20 que reunió a los 20 presidentes más poderosos del mundo y cuyos países representan el 85% del PIB mundial. El país del sur todavía tiene muchos retos por superar, pero el cambio se empieza a ver.
Así será en el país. Ni bien los vientos empiecen a soplar en la dirección adecuada, los síntomas de recuperación se empezarán a sentir rápidamente.
Cuando eso ocurra, tampoco será una sorpresa.
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