Conjuro jurídico y discursividad del claroscuro

Un aspecto muy exigido en política, o que al menos debería serlo, es la claridad discursiva. Es decir, verbalizar las ideas tal como se las piensa de manera que el auditorio y todos los potenciales receptores del discurso entiendan exactamente lo mismo y así ocurra el consenso. Esto se exige para que así no ocurran malentendidos ni confusión en los momentos importantes que definen el curso político de una entidad particular, un ministerio, un país.

Es la mañana del sábado 12 de octubre. A estas alturas del día (muy poca altura en realidad) muchos en el país y en el mundo no tenemos muy claro que ocurrió el viernes 11 de enero en las cercanías de Parque Cristal. Entre las denuncias de tuits equivocados, comunicados mal hechos, juegos del lenguaje y falta de énfasis, Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional con menos de 5 días en el cargo, está recibiendo atención mediática nacional e internacional como nunca antes en su vida.

 

  • Dos hechos importantes

 

En el cabildo abierto convocado a las 11 AM en la sede de la ONU tuvo un lugar un fenómeno del cual hay diversas versiones e interpretaciones políticas, jurídicas, hermenéuticas, etcétera. Los artículos 233, 333 y 350 de nuestra constitución vigente fueron nombrados para formar un “conjuro jurídico” para fundamentar la realización de elecciones universales el 11 de febrero. Sin embargo, la viabilidad de dichos comicios es altamente discutida conociendo el panorama institucional de nuestro país.

Estos comicios se realizarían porque, supuestamente, Juan Guaidó asumió la presidencia interina de la República apegándose principalmente al artículo 233 de la Carga Magna. Así se lee bonito e idílico, sin embargo, la política no se rige por lo ideal. Lo que he entendido hasta el momento es que Guaidó asumió implícitamente la presidencia interina del cargo al invocar el susodicho artículo, pero también mencionó que asumiría la presidencia interina si había apoyo popular y militar. Tenemos del primero, y el segundo sigue ausente.

 

  • Reacción internacional a medias

 

La respuesta de ese fenómeno abstracto y concreto que es la comunidad internacional ha sido aletargada debido a que, como nosotros, no entienden muy bien qué sucedió exactamente en el cabildo, y a pesar de que algunas implicaciones de lo ocurrido (o no sucedido) se conocen, el cómo se llevará a cabo todo lo propuesto sigue estando en claroscuro.

Luis Almagro, secretario general de la OEA, dio por sentado que Guaidó asumiría la presidencia interina de Venezuela por medio de un tweet. Hasta el momento de redacción de artículo es la declaración más atrevida sobre el hecho. Otra figura internacional que se ha pronunciado ha sido Brasil, que reconoce a la Asamblea Nacional como la única autoridad ejecutante del Poder Ejecutivo del país.

 

  • Nosotros no esperábamos esto

 

Entre mi círculo de amigos, y aquí me incluyo, no creíamos que ocurriría un hecho trascendental durante el cabildo. Suponíamos que nada fuera de lo rutinario y dentro de la baraja de acciones de la oposición lugar llamaría nuestra atención y la del mundo. Conociendo a los dirigentes que tenemos, la probabilidad de tener como tema de conversación una acción o iniciativa arriesgada y perturbadora de la discusión pública era mínima, sin embargo, no era inexistente.

Nosotros no nos distanciamos de la confusión generalizada. También estamos descolocados con los acontecimientos recientes e intentamos hallarle sentido y calcular su proyección a futuro entre bromas y argumentos serios y bien fundamentados. Estamos ciertamente sorprendidos y a la expectativa de lo que pueda acontecer.

 

  • Lo que viene

 

Hay una movilización convocada para el miércoles 23 de enero de este año, una fecha ciertamente distante del día que acapara la atención del país y del mundo. Decir que volveremos a un periodo de incertidumbre y de protestas diarias sería muy atrevido. La confianza de la sociedad venezolana ha mermado considerablemente desde 2017, y con varios fundamentos para ello. La desmoralización y la desesperanza disuaden con mucha eficiencia.

El panorama no está para nada claro y las dudas que se tengan al respecto son más que válidas. La oposición venezolana se ha convertido en ama y señora de la decepción social y política, lo que ha generado su distanciamiento respecto a la sociedad civil. La sociedad civil tampoco ha reaccionado de manera organizada y concentrada debido a la falta de organización, de ánimo, y de esperanza.

Lo que suceda antes del 23 de enero será fundamental para determinar cuál será el impacto de la movilización y si puede ser la chispa que empiece el tan ansiado y anhelado cambio de orden político gubernamental actual. Varios errores se han cometido en el camino, por lo que no es audaz pensar que ya sabemos dónde estamos parados y qué se puede esperar.

Por lo pronto, todavía necesitamos precisar qué pasó y qué no pasó el 11 de enero.

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