Sombras

Caminar las calles de la ciudad siempre es peligroso. La lesión y muerte están al acecho. Las miradas a la expectativa, los ojos danzan. Se habla entrecortado sin generar mucha confianza. No sabemos quién es el otro. La incertidumbre abruma. En la madrugada el tema es más intenso. Mucha es la cautela. En todo caso, hay que salir. Allí está la calle con su quehacer cotidiano. No hay remedio. Debemos enfrentar la ruta. Vamos junto al miedo. ¡Qué Dios nos proteja!

Aprovecho la cola que un vecino me ofrece en su carro, no agarro autobús permitiéndome llegar más temprano a la jornada. Me deja en la autopista. Tengo que caminar aproximadamente un kilómetro hasta la estación del metro.  La calle está prácticamente sola, son las 4.45 am. Los transeúntes de la medianoche llevan morral. Ahí van las preocupaciones, el mundo del día, el futuro mercado por hacer. Se transita apurado por una vía llena de basura, huecos, botes de agua sucia, ausencia de luz y sin seguridad pública o policial.

El silencio es roto por instantes,  algunos saludos de buenos días surgen.  Apenas se oye la pronunciación. Susurros. Se responde igual, en voz baja. En medio del caos y temor de vida, muchos no pierden la educación. Excelente señal, sin duda. Al llegar al metro las puertas están cerradas. Debemos esperar la apertura hasta las 5.30 am. La gente se va reuniendo frente a la Santa María. Los amigos gaticos y perritos se acercan, de tanto pasar nos conocemos. Los pájaros empiezan a despertarse anunciando la cercanía del amanecer,  saltan entre las ramas de los árboles.

La venta de la hora es café y cigarrillos. Los hombres con los termos y las cajetillas ofrecen su producto con un cántico. Hablan entre sí. Uno le grita al de la otra esquina, ¡compra hoy mercancía, van a anunciar otro aumento! ¡Quieren acabar con nosotros! ¡Nos están asfixiando! ¡En Miraflores están cómodos, nosotros somos los que la pasamos difícil!

De las personas que por ahí estamos salen tres sombras. Así cada ser se convierte en cuatro. Un cuerpo de pie y tres expresiones del mismo proyectadas en el piso siguiéndolo a todas partes. Las del suelo, imaginamos, son como vigilantes, ángeles protectores, compañeros de la nocturnidad. Ayudan a evitar tanta desolación. Habitan en la corporalidad saliendo durante esas horas en función de cuidar a su ser querido. Sombras de la bondad de mujeres y hombres trabajadores.  Dependiendo de las circunstancias aparecen tres, para luego reunirse durante el día en una. A veces,  se guardan todas y solamente en su andar va el cuerpo.  Sombras de los seres sencillos.

Las sombras del poder absoluto tienen otro significado. Pertenecen a sujetos tenebrosos asociados a la infamia y fatalidad. Desordenan todo. Llenas de lujuria les encanta expropiar, confiscar. Ello va desde intentar conculcar la idea maniatándola o suprimiéndola hasta adueñarse de todos los recursos humanos, materiales, financieros de la sociedad en su totalidad.  Mediocres e irresponsables. Se mueven en grupos cerrados. Armadas, amenazan. Nunca van solas. Son sombras representantes de la violencia y muerte. No gobiernan, saquean. Les encanta violar la integridad.

Tienen caretas: se visten de militares, presidentes, ministros, altos funcionarios. Sombras usurpadoras, habitantes de la vileza, las cuales sin escrúpulo secuestran sociedades ahogándolas, estableciéndose sobre la tragedia. Golpean la vida en cualquiera de sus manifestaciones.   Oprobio.

Un cambio sucederá. Las sombras de la maldad, impudicia, avasallamiento no  serán eternas en su afán depredador.  Los ciudadanos últimamente se reúnen frente a la puerta Santa María del palacio. No es un asunto únicamente físico, no importa la distancia que existe entre el portón y las personas. Se puede estar ahí o más allá.  En el imaginario, en el pensamiento se abre la cerradura, ya se está frente al lugar.  Hay discusiones, debates, cabildos.  La intención es retirar al expoliador junto a su equipo de usureros. Hay un ferviente deseo de construir una democracia auténtica en la cual la sensibilidad humana, social, ambiental sean su característica fundamental. Se trata en esencia de gestionar la libertad en el individuo, en la sociedad en su conjunto.

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