La proclama de un alzado

El general Celestino Peraza, oriundo de la población de Chaguaramas en los llanos del Guárico, fue figura destacada de los años del liberalismo amarillo de fines del Siglo XIX. Hombre recio, de carácter temible y guerrillero de fama, fue también destacado periodista, así como autor de libros de aventuras en tierras de Guayana que le otorgaron prestigio y aún despiertan curiosidad en los lectores.

Nació en 1850 y en sus años mozos se sintió atraído por el mar, por ello su primer trabajo fue como marino, de esa forma pudo aprovechar el tiempo sobre las olas para nutrirse de largas lecturas y redactar sus impresiones un diario, así que con la vida en el océano también inició la aventura como escritor.

En 1892, cuando Raimundo Andueza Palacio se negó a entregar la Presidencia y estalló la Revolución Legalista comandada por el general Joaquín Crespo, Peraza se mantuvo al margen de las circunstancias. Unos años más tarde, en 1899, después de la muerte de Crespo en la Mata Carmelera, el derrocamiento de Ignacio Andrade y el inicio de la dictadura de Cipriano Castro, fue nombrado por el nuevo Presidente de la República como Secretario General del Gobierno y Ministro de Fomento.

Tan solo un año después de la victoria de la Revolución Liberal Restauradora que devengó en la llegada de Castro a la más alta magistratura, se refirió Peraza a su antiguo amigo y jefe como un: -inepto intolerable, tiranuelo vulgar sin las más ligeras nociones de gobierno y administración.-, justo antes de quebrar definitivamente los lazos que alguna vez los unieron.

El 14 de diciembre de 1900 se alzó en armas desde Las Mercedes del Llano en su nativo Guárico, dictando una proclama que fue transmitida por telégrafo desde Altagracia de Orituco y llegó ese mismo día al despacho de Castro en la Casa Amarilla. El texto fue leído por Castro esa misma mañana y se encuentra publicado en el Boletín del Archivo Histórico de Miraflores Nº 40 , correspondiente a los meses enero-febrero de 1966.

Las Mercedes, 14 de diciembre de 1900.

General Castro.

Caracas.

A los venezolanos.

Conciudadanos:  Más de un año hace ya que la facción acaudillada por el titulado general Castro, entró a la capital de la República sin que hasta hoy se haya dado esa facción de la más ligera fisionomía de Gobierno por remedo siquiera de la voluntad nacional.

A una dictadura estulta sin semejanza en la vida pública de un pueblo que, como Venezuela, ha hecho sacrificios de tanta sangre y vida para conquistar sus libertades públicas, ha sido el resultante de aquel triunfo de que su mismo caudillo no se sabe dar cuenta, porque fue la obra de un momentáneo extravío de las pasiones políticas, de una mueca de la suerte, sin entrar para nada en él la capacidad del faccioso de Los Andes; en ese largo periodo de inconcebible dominación, el general Castro ha hollado todos los fueros y conculcado todos los derechos de la ciudadanía venezolana.

Ha vejado y perseguido al honrado comercio de la capital para arrebatarle el fruto de su trabajo. Ha comprometido la paz internacional con nuestra hermana Colombia, haciendo correr allí la sangre de nuestros compatriotas, llevándolos reclutados más allá de la frontera para satisfacer sus pasiones banderizas en aquella República, con quien estamos ligados por los lazos del amor y de la libertad.

Ha dispuesto como cosa propia, de los tesoros de la Nación, mientras el pueblo padece de miseria. Ha convertido en girones la soberanía territorial y federal de los Estados, estirándolos y encogiéndolos a su capricho y voluntad; y los que han sobrevivido a ese descuartizamiento seccional son gobernados en su mayor parte por favoritismos extraños a la localidad y sin tener nada en cuenta el querer de la ciudadanía.

Ha matado el crédito interior y exterior, porque el tesoro público no alcanza para las acumulaciones clandestinas que se hacen fuera de las oficinas nacionales de cobro.

Ha gravado todos los productos de exportación y aumentado los derechos de importación para aumentar la miseria del pueblo. La instrucción pública suprimida en todas partes. Las cárceles llenas de presos de todos los bandos políticos, inclusive los mismos que antes lo sostenían: la mayor parte inocentes.

El escandalo como forma de Gobierno, el desbarajuste como fórmula de Administración; la República sin vida civil, sin representación nacional, sin leyes, sin tribunales de origen legítimo; las garantías ciudadanas a merced de un amo; el sistema federal hecho girones.

En una palabra, la Nación en su espera política, civil y social, colgando de un sable forjado por la presuntuosa insuficiencia, y próxima a caer bajo un protectorado extranjero, con la entrega de nuestras aduanas, por los manejos especulativos que se han iniciado ya con nuestras obligaciones fiscales.

Compatriotas. Soportar por más tiempo semejante dictadura sería la vergüenza del presente y la ignominia de la posteridad… ¡Venezolanos! ¡Sacudamos ese yugo vergonzoso!

Que no haya distinción de colores políticos. Todos los venezolanos tenemos el deber de velar por el honor de la Patria, la República reclama el esfuerzo de todos sus hijos para arrojar de sus hombros la ignominia que hoy pesa sobre ellos.

Celestino Peraza.

Jimeno Hernández
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