La invasión
En 1908, pocos meses antes de la salida del general Cipriano Castro del país para operarse en Berlín, la situación internacional era de extrema gravedad y la amenaza de una nueva intervención armada crecía con el paso de los días.
Francia, Alemania, Italia y Holanda presentaban reclamaciones y, al igual que los Estados Unidos, consideraban al Presidente Castro como un Jefe de Estado incómodo y desapacible. Durante aquel año, distintos rotativos europeos y norteamericanos desarrollaron una campaña periodística contra el mandatario venezolano, presagiando un episodio mas grave que el bloqueo de nuestras costas en 1902.
El “New York Tribune” publicó una nota en la que atribuía al señor Nicanor Bolet, hijo del escritor Nicanor Bolet Peraza, la afirmación que Venezuela apoyaría a los Estados Unidos en caso de hostilidades, pues los venezolanos considerarían que la agresión sería contra Cipriano Castro y no contra el país. El señor Bolet protestó indignado a la nota de prensa publicada por el “New York Tribune”, alegando que tales declaraciones eran inventadas, manteniendo así en alto su condición de venezolano.
Sobre este incidente y la situación del país, escribió César Zumeta en su periódico “La Semana” de Nueva York, Nº 2, correspondiente al 15 de abril de 1908, reportando que la supuesta opinión de Nicanor Bolet, esa que decía: –Los venezolanos apoyarían al gobierno de los Estados Unidos en caso de hostilidades, porque considerarían el que el ataque sería contra Castro y no a la Nación.-, era falsa.
También informó Zumeta que en Caracas hubo protestas y se envió una carta formal a las oficinas de “La Semana” diciendo: -Se felicita al consignar esa esperada rectificación de un venezolano digno, por tantos títulos, de la estimación de sus compatriotas.-
Continúa mencionando, la nota periodística de tan célebre opositor al dictador Cipriano Castro, lo siguiente:
–La situación es la misma que en 1902. Entonces, como ahora, todo el derecho estaba de parte de Venezuela, y ahora, como entonces, una diplomacia poco avisada, pero sobre todo, inculta, determinó el ataque a Venezuela. En 1902 lo formidable de la coalición, el tono imperante de las notas diplomáticas de Venezuela y el reto hecho por Castro en sus discursos y proclamas hicieron creer al mundo, que había llegado la prueba decisiva para la doctrina Monroe y que el heroísmo venezolano, al recoger el guante, forzaba a los Estados Unidos y a la América toda a enfrentarse a lo que hubiera sido guerra de conquista. La tierra entera se engañó. Frente a los buques bloqueadores se desvaneció la fanfarronada de Castro y apareció abdicando sumisamente la soberanía y el honor de Venezuela en manos del ministro Bowen.
Para el momento que se produjo el bloqueo de 1902, según Zumeta:
-Devastaba la revolución a Venezuela y, en presencia de la agresión extranjera, los revolucionarios se limitaron a una breve tregua, pero no protestaron contra el bloqueo. En el hecho y ante la historia Castro representaba, sin embargo, la Nación y los vergonzosos efectos de su capitulación los sufrió moral y materialmente Venezuela. Hoy la brutal pertinacia de Castro prepara una situación aún más llena de peligros. En la cuestión norteamericana el derecho a de Venezuela es claro, pero la incontenible brusquedad palurda de Castro los oscurece y debilita. Es la actitud de Europa, la de Inglaterra y Francia, en especial, que tiene asuntos pendientes con Venezuela, lo que decidirá en último análisis del procedimiento que los Estados Unidos adopten. Entretanto el cisma del país y Castro es mayor aún que hace seis años. El tiene el Ejército: el país tiene la desesperación de Castro y suspira por librarse del incubo que compromete su existencia. He aquí el durísimo trance en que ese hombre pone a los venezolanos. Provoca la agresión y en el momento que esta llegue y peligre la integridad del territorio y la autonomía nacional, el tirano, abominable y zafio, resulta, por el hecho que la da la fuerza, ser el representante de la Nación, y el país, aún cuando esté desligado a él y lo desconozca, tiene que acudir a la defensa del patrimonio común o incurrir en el más afrentoso de los estigmas.-
Concluye el yaracuyano su disertación comentando: –La nacionalidad venezolana no puede amenguarse ni extinguirse por abyecta abdicación ante el usurpador extranjero. Si antes de la agresión puede librarse Castro volverá a merecer el respeto de las naciones, pero, si la guerra viene; el deber de todo venezolano es no ceder un palmo de tierra que no está regado de sangre y calcinado por las llamas. Destruir cuanto no pueda conservarse, ciudades, bosques, he ahí el deber venezolano, aun cuando sea Cipriano Castro quien nos gobierne.-
Hasta estos limites de la locura empujaban las peripecias del “Monito de Los Andes” a las mentes más ilustradas de aquella época. Afortunadamente, Castro tuvo que abandonar el país para operarse y fue derrocado por su compadre Juan Vicente Gómez el 19 de diciembre de 1908.
El cambio de gobierno fue visto con buenos ojos por las potencias, aliviando las tensiones y evitando el peligro de una invasión.
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