Una carta al Presidente
Una vez que el general Cipriano Castro tomó las riendas del poder a finales de 1899, comenzaron a llegarle cartas, telegramas y mensajes provenientes de todos los rincones del país. Amigos personales, tradicionales caudillos del Liberalismo Amarillo, así como desconocidos afectos a la causa de la revolución restauradora, dedicaron tiempo a redactarle incontables comunicaciones.
Escritores, periodistas, abogados, médicos, generales y coroneles se dirigían al nuevo Presidente de la República para extenderle saludos y sinceras felicitaciones por su triunfo. Todos querían algo de él, de no ser solo una reunión, solicitaban una carta de recomendación, una pensión para algún familiar, o pedir un cargo en el cual pudieran respaldar el gobierno del tachirense.
El día primero de noviembre, tan unas semanas después de su llegada a Caracas, llegó a manos del presidente una carta firmada por el sr. M Ovalles Polanco, cuyo texto hizo público el Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, número 70.
-Respetado general y amigo: Con noble sinceridad hoy vengo a saludarle, y al hacerlo me dirijo a usted por la presente con la intención siguiente. En la seguridad de que ha desaparecido del país la atormentadora tiranía que concluyera con el polichinela de Andrade, sin duda abominable por el tiempo y por la historia, que es el severo juez de todos los hechos humanos, me apresuro a reclamarle también un puesto a su lado, hoy que la patria ve en usted una providencia para su engrandecimiento futuro, el partido liberal histórico un nuevo Horeb de glorias, y el derecho popular una esperanza de la Revolución Restauradora, esa que usted invictamente ha sabido acaudillar con éxito de la frontera del Táchira hasta la capital de la República.-
Al Presidente Castro ha debido insultarle semejante inicio, un extraño, alguien cuyo nombre jamás había escuchado mencionar en su vida, tenía los bríos de “reclamar un puesto a su lado”. Un osado de rostro desconocido no solicitaba subordinarse ante su autoridad, no decía “estoy a sus órdenes” como la mayoría que sutilmente pedía formar parte del régimen, exigía puesto, y además a su lado.
Continúa Ovalles: -¿Con que títulos pide este hombre un puesto a mi lado, que no sé quien es?, dirá usted. Pero el buen juicio le contestará con verdadera noción, el deber, porque está obligado a ello.-
¿Y quién es este bendito Ovalles? Que se atreve a hablarle así, nada más y nada menos, que al hombre poderoso en Venezuela. -A mí no me obliga nadie a nada.- probablemente habrá pensado el General enfurecido al momento de leer la comunicación, pero el personaje procede a recordarle los méritos que le merecen un puesto en la administración.
-Como soldado apelo al sacrificio demostrado en los campamentos de Coro, tierra donde vengo de pertenecer; como filiación, ostento la satisfacción de haber sido siempre liberal amarillo; como factor de letras, he esgrimido la pluma de escritor y muchas veces la de periodista de combate, sin venalidades de ningún género que hayan podido sombrear mis páginas de literato, como político, el martirio del ostracismo y de las cárceles desde la época de Andueza para acá ha sido el único pan que me ha tocado saborear, porque nunca he querido llegar al sabor de mis triunfos por un calvario de bajezas; como ciudadano mi nombre pasa lleno de tranquilidades por la sociedad, y como acreedor a solicitar espacio en la cosa pública, me sobra ser hijo del general Bartolo Ovalles, que lo fue jefe de los Andes en otro tiempo, y ser descendiente de los valles corianos y todos los héroes de la Federación.-
Los bríos del escritor de aquella carta no terminaban de sorprender a Castro, pero el texto apenas se ponía interesante. Además le sugería cuáles de los amigos que tenían en común podía dar fe de su reputación.
-Ahí están el doctor Andueza Palacio, el doctor Juan Francisco Castillo, Batalla, Diego Colina, Rojas Paúl, Ramón Ayala, Pietri, Juan A. Chirinos, Rafael Arias, Romero García y Pimentel Coronel, que pueden dar conducta de mi conducta político social.-
Termina la carta de Ovalles explicando el porqué se ha tomado el tiempo de redactar la misma.
-Y si a esto me he hecho largo y detallado en mi carta, es porque de la puerta de la Casa Amarilla no nos dejan pasar a esa atmósfera impenetrable de allá arriba, en donde usted se encuentra, a ver si me concede una tarjeta de audiencia para llegar a su presencia. Hace siete años que yo no solicitaba esta petición por no simpatizar la actualidad conmigo, pero hoy lo hago, y ojala no tenga que lamentar otra decepción más, que creo todo lo contrario, pues se trata de un liberal noble como usted y que sabrá prestarme generosa atención.-
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