Tres siglos de la universidad que podemos perder

El año entrante, la Universidad Central cumplirá tres siglos de existencia. Motivo de satisfacción, desde ya, ha de interpelarnos, pues, ¿será poco o mucho lo que hemos hecho en defensa de la institución por todos estos años?
Por supuesto que ella, en su celebrada sede principal, toda una ciudadela para orgullo de los venezolanos, muestra las heridas graves que le ha propinado la dictadura socialista. A la galopante deserción estudiantil y docente, se suma la precariedad presupuestaria y el constante asedio de la delincuencia (des) organizada, pero – toda una hazaña – ha graduado a miles de muchachos empinados por encima de las dificultades, como ha salvado obras de arte que recibieron el artero del régimen y sus vándalos, como la de Vigas, por citar un par de ejemplos.
No hay precedente histórico alguno de la saña criminal cebada contra la UCV y todas las universidades del país, siendo necesario subrayarlo. No podemos perder una institución que albergó el propio ideario republicano al empujar la gesta independentista, en aulas que hoy se ofrecen como una esperanza para recobrar el siglo XXI por ahora perdido.
Nada debe sorprender que la universidad venezolana sea un objetivo fundamental para la dictadura que nos desea como una sociedad ágrafa y resignada, por cierto.  Otro ejemplo, al morir el insigne Mariano Picón Salas, por febrero de 1965, fue saboteado un acto en que debió hablar Arturo Uslar Pietri, gracias a las fuerzas marxistas de entonces que extremaron la violencia: polvo de estos lodos de ahora.
Lo que está ocurriendo, por consiguiente, no es nada gratuito o casual de acuerdo a esa perspectiva frente-amplista que no asume la gravedad ni la profundidad de estas horas. A tres siglos de la UCV, aceptemos que el desafío va más allá de las vanas ilusiones de Oslo, exigiendo un compromiso histórico.
Últimas entradas de Luis Barragan (ver todo)
(Visited 98 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras