La peligrosa radio

Durante los primeros años del Siglo XX el mundo experimentó una fase de transformación, todo gracias a ciertos avances de la ciencia que se tradujeron en inventos como la generación de la electricidad, la producción en masa de automóviles, la mecanización agrícola y la aviación, pero sin duda una de las más importantes fue un aparato conocido como “radio”.

Según las crónicas, la primera radiodifusora en los Estados Unidos salió al aire en la ciudad de Pittsburg, Pensilvania, el 2 de noviembre de 1920. Ya para el año 1922 la venta de aparatos y accesorios de radio superaba la cifra de los sesenta millones de dólares en Norteamérica.

A mediados de Abril del año 1926 los periódicos de Caracas publicaban notas de cordial bienvenida a los señores Luis R. Scholtz, Albert Muller, y David Lewman, extranjeros llegados de la ciudad de Nueva York para instalar el primer equipo destinado a las transmisiones radiales.

La noche del 24 de mayo una multitud de caraqueños se congregó en los alrededores del Nuevo Circo para asistir a la inauguración de la “Broadcasting Center de Caracas”, estación distinguida con las letras A.Y.R.E. y se estableció con sus estudios y dos torres entre la esquina El Tejar y los antiguos terrenos de La Yerbera, donde comienza hoy en día la zona de San Agustín del Norte.

Una vez presentada la estación radial por sus promotores aquella memorable jornada, dio un discurso de inauguración el historiador y académico Eloy G. González, y como programa inicial se presento un concierto de canto interpretado Susana Lyon Paván e Hilda Jagenberg.

El primer locutor de la estación fue el mismo Albert Muller -cuya voz arrancó lágrimas de emoción y una salva de aplausos entre los invitados y la multitud apiñada en las ventanas, cuando anunció: “Esta es la Broadcasting Central de Caracas, estación A.Y.R.E” y a continuación rompió a sonar el Himno Nacional.-, comenta Aquiles Nazoa, en su libro “Caracas física y espiritual”.

Míster Sholtz fungió como primer director y compartía, al mismo tiempo, la administración y propiedad de la empresa junto con una firma venezolana de nombre “A. Santana”.

No tardó la población de Caracas en enamorarse de la radio. -La afición por la radiofonía prosperó entre las gentes jóvenes de Caracas auspiciada por la elemental simplicidad de sus receptores, aparaticos de fabricación casera que cualquiera podía construirse sobre el breve espacio de una tapa de caja de tabaco con una bobina de alambre, una piedra de galena y una bocina telefónica y con un poco de paciencia para “coger la onda”.

Según Nazoa: -La onda se localizaba en la piedra con una inestable aguja que hacía presión sobre ella por medio de un resorte.-

Cuesta imaginar a la gente de aquella época, que desde las siete de la noche en adelante no estuviese en algún rincón de su hogar jurungando el juguetico hasta coger la onda, luego mantenerse estático, en un estado de hipnotismo, escuchando la voz de un extraño informando noticias, haciendo publicidad de cigarrillos “Lucky Strike” o automóviles marca Ford, así como la narración del primer corresponsal deportivo del país, Esteban Ballesté, cuya voz se convirtió en la más famosa del país al transmitir los encuentros de beisbol entre los equipos Royal Criollos, Magallanes, Los Cardenales y Santa Marta.

-El espectáculo más constante de los domingos en la mañana era la multitud de hombres en camisa que amanecían como extraños pájaros en los techos de sus casas instalando o mejorando sus antenas. En las casas, a la hora de la transmisión había que pisar muy pasito para que al radioescucha no se le fuera la onda. En las pulperías, en las boticas y hasta en las casas particulares aparecían constantemente los teléfonos con la bocina arrancada, robada por alguien que se la había llevado para hacer un radio.-

Tal vez resulte difícil de creer, pero según relata el poeta, aquellos diminutos y rudimentarios aparatos eran capaces de sintonizar  estaciones tan remotas como las de Schenectady en Nueva York o una que transmitía desde el Canal de Panamá.

-Para los que quisieran escuchar la de Caracas a un volumen normal, instaló la empresa una corneta en las ventanas de su local, pero pronto tuvo que retirarla a causa de las tumultuarias concentraciones de oyentes y curiosos que cada noche congregaban sus transmisiones, produciéndose largas interrupciones del tráfico en la cuadra y bulliciosas peleas entre los que querían estar más cerca de las ventanas.-

En cuanto a los receptores profesionales, éstos eran de alta tecnología, pues venían equipados con su respectiva corneta y eran fabricados por las casas norteamericanas Stromberg Carlson, Fada y Radio Corporation, equipos que comenzaron a exhibirse en un local comercial ubicado entre las esquinas de Sociedad a Camejo.

Aquello sucedía durante los años de la dictadura gomecista. -No disimulaba el Gobierno sus temores de que tan eficaces aparatos pudieran ser utilizados para comunicar al país con los grupos de exiliados que conspiraban desde el exterior contra el régimen gomecista. Para adquirirlos tenía el aspirante que formular una solicitud escrita indicando sus datos personales, la clase de aparato que deseaba comprar y el lugar exacto donde pensaba instalarlo.-

Ese es el relato como llegó a Venezuela la peligrosa radio.  

Jimeno Hernández
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