Desestatización del Estado

Apenas reveladas, otras cifras preocupan tanto como las de la hiperinflación o de la mortalidad callejera en el país. Muestran también las intimidades de una catástrofe humanitaria y la dislocación institucional, cuya comprensión intenta reprimir y censurar  una dictadura que no  logra explicase a sí misma en el marco de la criminalidad que ha generado.
El CECODAP, por ejemplo, recientemente ha indicado que sólo en Caracas, más de 32 mil niños, en los meses iniciales de nacidos, no lograron acceder, inscribiéndolos, a las partidas de nacimiento por fallas en el servicio correspondiente hacia 2018. Todo indica que la situación se ha agravado, incumpliendo el Estado las otras tareas elementales que le conceden legitimidad.
Agigantado, asistimos al paradójico fenómeno de su desestatización, pues, repetimos, tareas tan elementales como la de llevar los registros de las más variada naturaleza y la del propio ejercicio notarial, son cada vez más deficientes y desconfiables.  El retroceso luce extraordinario, porque – otro ejemplo – las redes sociales o la colocación de un cartel artesanal en los espacios públicos que denuncie el extravío de una persona, no tiene diferencia con el aviso clasificado al que obligaba un Estado debilitado y prácticamente inexistente, como se deduce  del aparecido en La Opinión Nacional, Caracas, de 1879, en torno a la desaparición de un infante.
Lugar común, hoy el Estado Nacional sufre importantes transformaciones por obra de la llamada globalización. No obstante, en Venezuela, está desapareciendo reemplazado por el marasmo de mafias confederadas que ejercen su conducción.
Cualesquiera sean las áreas a considerar, no hay una sola que escape al marasmo. Ni siquiera respecto a la inocente población infantil, el Estado es capaz de documentar y exhibir su propia fe de vida.

Pérdida de un niño. Aviso. La Opinión Nacional, Caracas, 03/01/1879.

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