Las dos renuncias de Hernández
Una vez que el general Cipriano Castro llegó al poder tras derrocar el gobierno de Ignacio Andrade, lo primero que hizo fue nombrar su primer gabinete. Entre los escogidos por el andino para ocupar una cartera fue el afamado perdedor de los comicios fraudulentos del 1897, José Manuel Hernández, quien fue elegido para desempeñar el Ministerio de Fomento.
“El Mocho”, como apodaban a Hernández por faltarle dos dedos de la mano derecha, no era adepto de Castro, pero por primera vez se le ofrecía un cargo en el Gobierno después de años de trabajo político y cosechar fama en el país. Se alzó en armas contra la supuesta victoria de Andrade con una rebelión conocida como “El Grito de Queipa”, causó la muerte de Crespo en el sitio de Mata Carmelera y, luego del asesinato del caudillo llanero, cayó preso y terminó en La Rotunda, desde donde tuvo que leer los acontecimientos de la “Revolución Liberal Restauradora” y como ésta terminó lo que él había comenzado.
“El Cabito” llegó a Caracas el 22 de Octubre de 1899, al día siguiente promulgó el decreto nombrando sus Ministros, Hernández fue liberado de inmediato. El 26 aquel mes escribió Hernández una carta destinada al nuevo Presidente de la República.
Ciudadano General Cipriano Castro
En la tarde del 23 de los corrientes recibí de la Secretaría General la participación que se me hace de haber sido designado por usted para desempeñar la Cartera de Fomento, cargo respecto a su aceptación ya hemos hablado con entera franqueza, y ahora, Ciudadano General, quiero ratificarle, en síntesis, mis ingenuas anteriores manifestaciones: No tendría yo inconveniente alguno en servir a la República en unión de usted y a su lado, siempre que el Gabinete constituido satisfaga las exigencias del sentimiento público nacional; y el actual Gabinete, en su mayoría, precisa decirlo con ruda franqueza, no corresponde a las aspiraciones de la Revolución que quiere moralidad política y administrativa, circunstancia ésta que me obliga a no aceptar, categóricamente, el Ministerio de Fomento.
Lo que digo a usted para los fines respectivos.
José Manuel Hernández.
Aquella carta sellaría la enemistad entre Castro y Hernández, el Presidente leyó la nota enfurecido, más que por la negativa a desempeñar el cargo, debido al tono insolente de la misma, al decirle que los miembros de su Gabinete no correspondían con un proceso que buscara moralidad política y administrativa. Pero lo que más lo encolerizó fue que se haya dirigido a él como Ciudadano General y no como Presidente de la República. Eso era un verdadero insulto, una fuerte cachetada para el ego del diminuto dictador.
El mismo día que escribió la carta, Hernández ensilló su caballo y abandonó la Capital marchando en dirección al centro del país. Una vez fuera de Caracas, se reveló contra Cipriano Castro, por no considerarlo capaz de solucionar los problemas que azotaban a Venezuela. El hombre que había prometido “nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos” incumplió su palabra. Todos lo supieron cuando entre los miembros de su primer Gabinete aparecieron nombres del marchito Liberalismo Amarillo como lo eran Juan Francisco Castillo en Relaciones Interiores, Raimundo Andueza Palacio en Relaciones Exteriores y José Ignacio Pulido en Guerra y Marina.
Aún no había finalizado el mes de Octubre cuando el Mocho Hernández hizo publicar su proclama en contra del Gobierno, declarándole la guerra al líder de la Restauradora.
-La República no quiere bandería en la Casa de Gobierno, y el general Castro, en violación a su palabra de soldado y restaurador, acaba de entronizar en ella una funesta camarilla, origen indudable de las desgracias de la Patria. Al propio tiempo que promete, para la salud de Venezuela, “nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos”, hace prevalecer en el Capitolio el anacronismo de los viejos ideales, la vergüenza de los viejos procedimientos y la ignominia de los viejos hombres.-
Las palabras de Hernández parecieron irse con el viento cuando, a principios de 1900, fue apresado por las tropas del Gobierno y enviado al temible Castillo de San Carlos, de donde saldría en 1902 con el bloqueo de las costas por acorazados de los Imperios que buscaban el pago forzoso de las deudas acumuladas durante los gobiernos de Guzmán Blanco y Crespo.
En aquella ocasión pasó a desempeñar en 1903 el papel de ministro plenipotenciario en Washington D.C., rol al que terminó renunciando tras la resolución de la crisis internacional, tan solo un año después por sus reiteradas diferencias con el Presidente Castro.
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