En un contexto de miseria y tragedia, ser feliz siempre viene con culpa
Editorial #486 – Normalidad
Tan mal está Venezuela, que cualquier signo de normalidad causa revuelo. Eso ocurrió en los últimos días, cuando ante las largas colas que se vieron en las puertas de algunos centros comerciales, la reacción de un sector importante de la población fue de condena y crítica. No sorprende, porque en un contexto de miseria y tragedia, ser feliz siempre viene con culpa.
Sin embargo, a pesar de que hace mucho que advertimos que el mayor peligro que enfrenta Venezuela es normalizar su tragedia, criticar a algunos venezolanos por querer vivir junto a sus familias una “bonita” Navidad o celebrar alguna fecha especial en medio de tanta desgracia es mezquino e inaceptable.
Son 20 años de tiranía chavista que han arrasado con todo en el país, no solo con la economía, la industria, la empresa y los servicios, sino también con nuestras buenas costumbres. Las calles luminosas, las fiestas hasta el amanecer y las concurridas reuniones de amigos y familiares ahora son solo un recuerdo. Nuestra realidad se ha convertido en videoconferencias por celular con gente querida.
Mientras tanto, la economía está viviendo una innegable transformación que, con una dolarización de facto como consecuencia de la casi total pérdida de valor del bolívar y la creciente influencia de las remesas y las actividades ilegales relacionadas a la minería y al contrabando, ha logrado reactivar algunas actividades económicas.
Esto sin duda es una amenaza aún mayor a la frágil lucha por la libertad y la democracia, porque podría adquirir las formas rusa o china, donde el puño dictatorial es firme, pero se mantiene, en parte, gracias a una economía estable. Es, seguramente, lo que busca el régimen chavista en colaboración con las mafias empresariales, boliburgueses y bolichicos, que buscan a su vez preservar los millones mal habidos.
Sin embargo, aunque esto es una realidad y no podemos descansar en la lucha para que no logren su cometido, transformar eso en ataque contra ciudadanos que lo único que intentan es disfrutar lo poco que tienen en medio de tanto sufrimiento no es el camino.
Toda nuestra indignación debe ser contra los verdaderos culpables de esta tragedia. Los malandros que han secuestrado el poder y que tienen a un país sometido, los cómplices que se han vuelto piezas claves para que esos malandros se mantengan ahí y los enchufados que han desangrado la economía del país.
Los corruptos y los tiranos no nos pueden acostumbrar a vivir de rodillas, sometidos y resignados a lo que hoy tenemos.
Esa es la “normalidad” que debemos condenar.
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