La música y el café
El padre Sojo poseía una hacienda cerca de Chacao llamada “La Floresta”, no lejos de ésta tenía otra don Bartolomé Blandín, que se conoce hoy en día con el nombre de Caracas Country Club. Entre ellas se encontraba otra que pertenecía al padre José Antonio Mohedano, quien tuvo la idea de introducir allí el cultivo del café, que apenas existía a pequeña escala en otros puntos de la Capitanía General de Venezuela.
Hablamos de finales del Siglo XVIII, una década antes de los años que se descubrió la conspiración en La Guaira y José María España fue ahorcado en la Plaza Mayor de Caracas, decapitado y su cabeza colocada en una vara.
Aprovecharemos entonces para comentar que alrededor de ese tiempo el Padre Sojo fundó una escuela musical. Es por eso, aunque usted no lo crea, con el inicio de los cultivos de cafeto a los pies del Ávila también comenzó una etapa de la historia de la música en Caracas. Por lo menos así lo relata José Antonio Calcaño en un libro titulado “La ciudad y su música”.
En un capítulo de la citada obra que lleva el nombre “Café con música”, relata el autor que el historiador Arístides Rojas halló un manuscrito antiguo en una de sus investigaciones, tan nutrido en detalles que hasta contiene los discursos que fueron pronunciados durante el evento en se preparó la primera taza de café en Caracas.
En este artículo no habla Rojas de una escuela musical del padre Sojo o que su primer director y maestro fue Juan Manuel Olivares. Lo que si afirma el historiador es que la familia Blandín, tanto don Bartolomé como sus hermanas, María de Jesús y Manuela, eran melómanos y con al padre Soto juntaban en estas haciendas de Chacao a los aficionados musicales de la ciudad. Entonces fue así que se formó un primer núcleo de gente que se reunía a escuchar conciertos.
Según narran las crónicas que el padre Mohedano sembró seis mil matas del grano de Abisinia, que al ser tostado, molido y hervido produce un brebaje altamente estimulante. Al poco tiempo se reunió con Sojo y Blandín, y entre los tres montaron un semillero de unas cincuenta mil plantas que no tardaron en dar una cosecha abundante.
Según lo relatado en su estudio por Rojas un cuarteto musical tocó a la sombra de los naranjos -en los días que sonreían sobre los terrenos de Chacao los primeros arbustos del café.- También que las primeras reuniones de una filarmónica se produjeron en el Oratorio de San Felipe Neri, en esa misma zona de las haciendas de Chacao, a las que asistieron muchos de los señores de la capital.
Cuenta Calcaño en su libro que: -Algo después, en 1786, llegaron a Caracas dos naturalistas alemanes: Bredemeyer y Schultz, quienes trabaron amistad con el padre Sojo y visitaron las plantaciones de café. Estos sabios, complacidos con las actividades musicales de don Bartolomé Blandín y el par de sacerdotes, enviaron, tres años más tarde una serie de instrumentos musicales que hacían falta en la ciudad, así como una serie de partituras de compositores como Mozart, Pleyel y Haydn.
A finales del años de la llegada de Bredemeyer y Schultz, tuvo lugar el evento en el que se bebió la primera taza de café de los cultivos caraqueños, el acto se llevó a cabo en la hacienda Blandín. La casa se encontraba hermosamente adornada y la concurrencia fue numerosa. Los invitados disfrutaron de un paseo por los cafetales, entonces a la vuelta los esperaban en la casa para degustar de un suculento almuerzo, después del cual se procedió a servir las tazas de brebaje negro endulzado, producto del que nadie pudo dejar hablar después del discurso del padre Domingo Blandín, hermano de don Bartolomé. Su aroma, sabor y efecto en el alma se hizo notar entre los presentes, quienes solo se dedicaron a comentar los beneficios de la pócima, eso de alegrar el espíritu, ayudar con la digestión y espantar el sueño.
Tan buena se puso la reunión que culminó todo aquello convirtiéndose un gran fastuoso baile, en el que los invitados movieron el cuerpo al son de la melodía y se escucharon instrumentos como el piano, la guitarra, el arpa francesa y el clavecino.
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