La lectura como coartada

Convengamos, no es igual afrontar la pandemia en los países organizados y librecambistas que en los inveteradamente desorganizados e inútilmente estatistas.  En unos, la tendencia es hacia los servicios públicos eficaces y, en los otros, hacia su inexistencia misma.

El contraste es notable, gracias a los anuncios que inmediatamente hicieron muchas de las bibliotecas e instituciones culturales del occidente liberal para darle un distinto soporte a la obligada cuarentena. Entre las más variadas opciones gratuitas, a bajo costo o pago diferido, destaca una extraordinaria oferta a los lectorantes interesados.

Observemos que, en tiempos sólo nominalmente normales, la atención física y personal de nuestras bibliotecas púbicas es prácticamente nula, sometidas – desde hace un buen tiempo – al horario del peculiar y largo período especial que nos aqueja. Y, huelga comentar, que ninguna plataforma digital está disponible, sobre todo el portal de la Biblioteca Nacional y, mucho menos, ahora.

En numerosos casos, el enclaustramiento ha sido ocasión para intensificar los oficios de la casa, más aún los de la limpieza febril y preventiva, con excursiones precisas para la búsqueda de los alimentos, medicamentos y detergentes necesarios y posibles, pero todavía no tenemos noticias de algún estudio o  esbozo en torno a la utilización del tiempo presuntamente libre del que disponemos. Nada aventurado es afirmar que no hay lectorantes en los hogares venezolanos, según la tradición, excepto se trate de las redes sociales de tan breves fogonazos o de los subtítulos de los videos o películas que igualmente fatigan. Valga la acotación, la lectura – herramienta ineludible desde la propia escolaridad – es un hábito necesario de retomar, quizá recordando aquella anécdota atribuida a Jorge Luis Borges: nunca fue peronista, dijo, porque aprendió a leer a tiempo.

El asunto es arduo y complejo, pero el coronavirus puede constituir la mejor oportunidad para esas otras atrevidas excursiones indispensables hacia la metrópolis intrincada de la razón y de la sensibilidad que también ofrece generosos espacios para la diversión insospechada. Por cierto, el hijo de corta edad de una pareja amiga, a quien llamamos Spider-Man (pues, es su héroe), hace poco aprendió a leer e incurrió en una extraordinaria coartada por iniciativa propia: ha leído los manuales poco a poco para aventajarse en el disfrute de los video-juegos.

Últimas entradas de Luis Barragan (ver todo)
(Visited 60 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras