Nota a propósito del documental de Nanfu Wang y Jialing Zhang
China y la política de un solo hijo

La indigencia en materia de insumos y la situación de insalubridad que predominan en los centros de salud públicos de Venezuela hacen que el derecho de una mujer a tener hijos, a traer vida al mundo, sea una prohibición de cuyo decreto manifiesto el Estado apenas ha prescindido. Una versión más directa de la negación a este derecho la captan los cineastas Nanfu Wang y Jialing Zhang en su documental One child nation (2019), producción de Amazon Prime, en el que sacan a la luz las abominables consecuencias provocadas por la política de un solo hijo por familia, que el Partido Comunista Chino (PCCh) impulsó en 1979, otorgó rango de ley constitucional en 1982, y finalmente derogó en 2015.

El gran salto (hacia atrás)

El científico y escritor de ciencia ficción Isaac Asimov acudía a la metáfora del baño para explicar cómo se podría perder la dignidad si escasearan los recursos debido a un problema de superpoblación. Decía que si había un solo baño disponible para un grupo de personas, al que se le iban sumando miembros progresivamente, el resultado inevitable era la lucha y la inmediata pérdida de la dignidad humana. En su crónica El hambre, el escritor argentino Martín Caparrós nos cuenta que esta nefasta situación la experimentó China entre 1958 y 1962, cuando el fallido “Gran Salto” de Mao en la producción de la alimentos causó una hambruna que acabó, según estimaciones no oficiales, con treinta millones de personas, y la antropofagia pasó a ser el recurso con el que los sobrevivientes salvaron sus vidas. A juzgar por las entrevistas del documental, el recuerdo de este canibalismo debía permanecer vivo en la mente de la población, para justificar hasta la cancelación de cualquier disonancia el hecho de que cada familia podía tener un solo hijo, según las directrices del Partido Comunista gobernante. Tampoco falta quien justifique las monstruosas penas que las violaciones a esta ley podían suponer, entre ellas la demolición de la casa que la familia infractora habitaba.

Propaganda

Uno de los movimientos que mejor prueba la malicia del cerdo Napoleón en la sátira sobre el comunismo Rebelión en la granja, del escritor inglés George Orwell, es la confiscación de los cachorros y su paulatino adoctrinamiento en esbirros personales. Si Orwell entendió algo muy bien, es que el adoctrinamiento es uno de los mecanismos con los que las ideologías totalitarias aspiran a instalarse en la infinitud del tiempo, y que, por descontado, un instrumento mediante el cual deslizan subrepticiamente su sistema de ideas, como si de la forma de concebir el mundo naturalmente se tratase, es la propaganda, tal como, a mi modo de ver, lo ejemplifica de forma inmejorable su novela distópica 1984. No nos toma desprevenidos, por consiguiente, que el documental de Wang y Zhang muestre un abundante corpus de propaganda, elaborado con el objetivo de que desde la propia niñez el ciudadano chino aceptara la política de un solo hijo como la única alternativa posible para alcanzar un estado de bienestar.

Las metáforas bélicas

El lingüista cognitivista George Lakoff concluía, en un célebre estudio sobre las metáforas conceptuales en la Guerra del Golfo de inicios de los 90, que hay metáforas que matan. Para entender este corolario, las dos ideas básicas que hay que saber son que nuestro sistema de pensamiento es inherentemente metafórico y que el cuerpo humano es parte fundamental de la producción y recepción del significado. Un ejemplo ilustrativo a cuento es que solemos hablar de la invasión de un país a otro en términos de ‘violación’, y que los efectos que naturalmente esto provoca son la indignación y una reacción violenta, por cuanto una violación demanda una intervención rápida y contundente. Así que, lejos de dudas, la metáfora de la guerra era un recurso mental provechoso al momento no solo de instalar la idea de que lo correcto era tener un hijo único, sino, en el peor y más común de los casos, de justificar cualquier atrocidad, puesto que, a fin de cuentas, en la guerra suceden muchos hechos brutales. Wang y Zhang muestran a parteras, miembros del gobierno local, y demás personas encargadas de llevar hasta las últimas consecuencias a la política de un solo hijo, hablar sin remordimientos del rapto, la esterilización y el aborto forzosos, que aplicaron y resultaron en las muertes de muchas mujeres tras las cirugías. Asumir la autopercepción de ser un combatiente de guerra le permite al individuo la distancia necesaria para eludir su responsabilidad en los que lisa y llanamente son asesinatos, al tiempo que se concibe a sí mismo como un héroe a cargo de una misión moral. En última instancia, estas personas confían en que la historia justificará que se hayan manchado las manos de sangre. La felicidad del futuro les dará la razón a los soldados de las guerras del pasado.

El cuerpo femenino y el biocontrol

En el filme de espías Gorrión rojo, del cineasta estadounidense Francis Lawrence, un agente de la KGB increpa a Dominika (Jeniffer Lawrence) por no interiorizar que su cuerpo no es suyo realmente, que le pertenece al Estado ruso. La directora Wang llega a una conclusión similar cuando sopesa la vieja política de un solo hijo con la nueva, que permite dos: el Estado chino le niega a la mujer el control de su propio cuerpo. El estado de cosas que describe el documental puede poner en nuestra mente imágenes de las páginas iniciales de la novela de ciencia ficción The living, de Anna Starobinets, por cuanto el cuidado médico de una mujer embarazada raya en la vigilancia de un estado policial. Y si había algo que incitara una mirada escrutadora más severa que el caso de una mujer que dará a luz, era el nacimiento de una hija. Nacer mujer bajo la política de un solo hijo era simplemente una condena a muerte en el grueso de los casos. Muchas familias abandonaban a las niñas a su suerte, cual desecho excrementicio cuyo contacto, siquiera visual, todos rehúyen.

El arte

Aun cuando uno está bien informado de que en China se persiguen a las voces opositoras, nunca deja de provocar estupor cuando se tiene la certeza de que alguien ha sido encarcelado. Un caso reciente y doloroso es el de Li Wenliang, doctor que advirtió sobre el peligro que conllevaba el coronavirus, pero que, a cambio, recibió amenazas de la policía y finalmente murió contagiado por este virus. Ahora, si esto ocurre contra quien advierte sobre el peligro de una pandemia, no hay razones para pensar que será diferente con quien se atreva a hurgar en una nefasta política de control familiar a punto de salir de vigencia. Esto fue lo que le ocurrió en 2014 a Peng Wang, artista cuya inclinación inicial, comenta en el documental, era fotografiar los basureros, hasta que un día descubrió un feto muerto entre los residuos y convirtió a la política del hijo único en el tema nuclear de su arte. Este artista cuenta que con su obra busca evitar que la fragilidad de la memoria borre la atrocidad que significó esta política para el pueblo chino.
Encontrará el espectador otros aspectos de interés en este documental de Nanfu Wang y Jialing Zhang, un documento que aviva la memoria y que suma evidencias a la amplia lista de crímenes contra la humanidad perpetradas por los regímenes comunistas en la historia. Vale, por eso, retener la dedicatoria final, en la que brevemente nos cuentan que fue realizado por todo un equipo que nació bajo la política de un solo hijo, al objeto de que las generaciones futuras sepan y nunca olviden la verdad de los hechos.

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