La peluquera del Potomac
Una de las primeras personas en darse cuenta de lo que sucedía y puso a rodar la noticia del secuestro fue Purificación Malvis, “Purita” para todos quienes la conocieron, las mejores tijeras de la peluquería del hotel donde se hallaba concentrado el Real Madrid. Estaba llegando al trabajo cuando vio a Di Stefano, escoltado por dos hombres armados, salir por la puerta principal del Potomac. Pudo reconocerlo desde lejos, pues su esposo era aficionado al fútbol y hacía vida a costa de aquel deporte como corresponsal del diario español “Marca” en Venezuela y periodista en el periódico caraqueño “El Mundo”.
Purita se dirigió directo a pedir el teléfono en recepción con las intenciones de llamar a su marido. Al principio se lo negaron, diciendo que unos oficiales se acababan de llevar a uno de los futbolistas y lo necesitaban para informar al señor Gaudeka.
-Nadie puede entrar ni salir porque acaban de llevarse a un jugador de fútbol.- dijo el recepcionista.
Pero ella insistió que debía informar cuanto antes al marido, que trabajaba en la prensa, para explicarle se trataba de Alfredo Di Stefano y no se lo habían llevado en una patrulla de policía.
Fue cuando por fin pudieron comunicarse con Gaudeka que le prestaron el teléfono. Marcó el número de la sede de “El Mundo” y sonó el tono tres veces, antes que alguien atendiera del otro lado.
-Buenos días, periódico “El Mundo”, ¿con quien desea hablar?-
A lo que respondió: -Por favor con el señor Candal.-
El marido no tardó en tomar la llamada, apenas escuchó su voz le soltó la primicia: -Lázaro, estoy aterrada porque no me dejan salir del Potomac, aquí está llegando la policía, creo que acaban de secuestrar a Di Stefano.
Él, incrédulo ante la frase de Purita, solo pudo hacer señas como un loco a sus compañeros, como quien se entera de una noticia fresquita y tiene que ser el primero en contarla, mientras intentaba tranquilizarla diciéndole: -Ya voy para allá, no te preocupes.-
Apenas trancó con la esposa, Lázaro pidió línea para llamar a Madrid y hablar con la gente de redacción de “Marca”, en lo que le atendieron, se identificó y solo dijo: -Señores, acaban de secuestrar a Di Stefano en Caracas.-
Al trancar con España fue que pudo contarle los detalles a sus compañeros del periódico los detalles de la noticia, pidiendo redactaran el titular en primera página, se trataba del jugador más famoso del mejor equipo de Europa. Tenían que ser el primer rotativo en publicar el hecho.
Lázaro abandonó la oficina apurado, necesitaba más detalles sobre lo acontecido, prometiendo llamar apenas tuviese más información sobre los hechos. Debía acercarse al Potomac a ver que era lo que estaba sucediendo en verdad. Todo el cuento parecía de película.
Al llegar al hotel ya la policía, y un contingente del ejército tenía un cordón de seguridad alrededor de la cuadra, con la orden que nadie podía entrar o salir, espectáculo que por supuesto llamó la atención de los curiosos que comenzaron a congregarse en el sitio.
-Ay papaíto.-, se dijo a si mismo.
Purita, luego de trancar con Lázaro y que el marido la calmara diciéndole que iba para allá, aprovechó tenía el teléfono en mano y marcó a la pastelería “Suiza”, donde trabajaba su hermano, también para contarle lo que estaba pasando.
Su hermano atendió, escuchó el relato de Purita, colgó y se volteó estupefacto para decirle a otro de los empleados la noticia.
-Acaban de secuestrar a Di Stefano en el Potomac.-
El otro soltó un suspiro, bajó la cabeza y se llevó las manos a la cara en gesto de frustración, preocupado por lo que acababa de escuchar. Parecía que se le saldrían las lágrimas al momento de decir: -Ese fue Paulito.-
Se refería a su hijo.
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