Editorial #550 – Diferencias de fondo
No solo el Mercosur está en riesgo de extinción
En medio de todo el drama de una pandemia que parece haber comenzado a transitar su “segunda ola” en la región y el fracaso de casi todos los gobiernos en el proceso de vacunación (con excepción de Chile), la semana pasada un tema diferente asomó entre las noticias más destacadas y tuvo que ver con un incidente internacional del cual vimos solo la “punta del iceberg”.
Nos referimos al duro cruce que se dio en la Cumbre del Mercosur entre el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y el de Uruguay, Luis Lacalle Pou, después de que este último usara la palabra “lastre” para definir el rol de Argentina en el grupo.
El detonante del conflicto fue el deseo de Uruguay, Brasil y Paraguay de flexibilizar el Mercosur y poder así cerrar acuerdos de manera individual con terceros países sin la necesidad del aval unánime de los otros socios del bloque regional.
Argentina se opone a este paso. Como explica el analista argentino Roman Lejtman, darlo “significaría eliminar el Arancel Externo Común (TEC), una disposición proteccionista que obliga a los cuatro miembros del foro regional a cobrar la misma tasa a las importaciones de productos que llegan por afuera del bloque. De esta manera, el Mercosur tiene un mercado asegurado para los bienes propios y alambrado para los productos ajenos”.
Pero el tenso cruce entre los dos presidentes es solo una muestra pública de las profundas diferencias que existen entre la visión argentina y la de sus socios brasileños, paraguayos y uruguayos.
Estas diferencias no son solo en materia económica o comercial y, si se analiza la región más allá del Mercosur, queda claro que las distintas posiciones se reflejan incluso en temas que no deberían tener lugares grises, como la tragedia que se vive en Venezuela.
En los últimos días, Argentina también anunció su salida del Grupo de Lima, el foro regional integrado por 14 países y de línea dura contra el régimen chavista.
No solo el Mercosur está en riesgo de extinción, es también cada vez más evidente que la grieta política en la región es más honda y el caso Venezuela es solo uno entre muchos otros que hacen imposible alcanzar acuerdos duraderos entre nuestros países.
En un escenario como el que inevitablemente tendremos que transitar en los próximos años, con una economía muy impactada por la pandemia, una inflación acelerada, pobreza y desempleo crecientes y sin los mecanismos de recuperación suficientes, una región dividida políticamente será solo más débil para enfrentar los difíciles retos que tenemos por delante.
Y, lo más preocupante de todo, es que esta vez las diferencias son de fondo.
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