Caleta y vacunas

El vocablo «caleta» tiene, según el Diccionario de la Real Academia Española (Biblia de nuestro idioma), varias acepciones: Entrada de mar, más pequeña que la bahía. Y Barco que va tocando, fuera de los puertos mayores, en las calas. También Gremio de porteadores de mercancías, en especial en los puertos de mar.

En Venezuela, el término «caleta» empero tiene en nuestro tan singular  lenguaje coloquial (sí, nuestro tan poco relamido y tan sabroso y elocuente hablar de calle) un significado que pone de bulto nuestra capacidad para referirnos a lo feo usando giros que se cuelan en la cotidianidad. Aquí usamos «caleta» para distinguir lo que alguien ha escondido. «Fulano tiene unos cobres encaletados»; «creíamos que estaba quebrado pero entonces sacó la caleta». 

«Caleta». Ese «guardao» que tienen los del dinero mal habido, el entierro de unos «cobres» arrebatados, trajinados o de origen sórdido. Los decentes no tienen «caletas»; tienen ahorros. Los honestos no «encaletan»; guardan con prudencia y moderación para tiempos de vacas flacas. 

Llevamos largos meses -que se tornaron en años- escuchando la cantinela de las sanciones y el «no tenemos cómo pagar, porque el Imperio nos arrebató nuestro dinero». 

Ahora resulta que, caray,  aparecieron los «cobres», como por arte de magia. Un viaje trasatlántico en un avión. Aeropuertos y reuniones. Un cuento complicado y, por supuesto, muy opaco.  Millones. Que si oro, que si euros. Sacaron una «caleta», pues. 

El concepto «pagar vacuna» no es lindo y tiene una connotación terrible. Se relaciona con extorsión, por cierto un delito abominable que genera severas perturbaciones económicas y sociales. 

Una «caleta» apareció y se usó para pagar algo del costo de las vacunas, en este caso buenas vacunas. Y uno siente una inundación de dudas. Esa «caleta», ¿cuál es su origen? ¿Por qué un guardado si  honesto se desconocía? ¿Acaso califica como «caleta de sangre»? ¿Una «caleta» producto de sabe Dios cuál «vacuna» se usa para pagar las vacunas? ¿Cuántas más «caletas», reales que son nuestros, hay desperdigadas por el mundo? El ciudadano de a pie se lo pregunta y se zambulle en una piscina de «no sé».

El pago ocurre, una parte, tarde. Por consecuencia,  las vacunas (en cantidad insuficiente) llegarán en meses, cuando muchos más se habrán contagiado y muchos formarán parte de la lista de «lamentables pérdidas». El reporte oficial, en cuyas cifras no creen ni tan siquiera los militantes, expresará el pesar con frases a cual más eufemística. 
Caleta y vacunas. La inmoralidad yace en el mismo lecho con la esperanza. Escriben la historia con tinta de obituarios. Hay tanta inmoralidad, tanta bajeza, tanta frivolidad. La indulgencia plenaria no cubre estos pecados. 

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