El todo no es un pedacito
«Yo no me meto en ese lío». Frase que uno lee o escucha con demasiada frecuencia. ¿Se puede tener un país con pobladores ocupándose solo de lo que definen como «lo mío»? ¿Son verdaderos ciudadanos, y como tales en pleno ejercicio de sus deberes y derechos, quienes solo se ocupan de lo que clasifican como «lo que me toca»?
La señora Ana Rosa Contreras, a quien todos supongo ya conocemos y huelga presentar, lleva años prendiendo alertas y elevando su voz de protesta. Ha dicho en todos los tonos que el sistema de salud y asistencia social está enfermo, hecho jirones. En sus protestas la han acompañado personas de los gremios de la salud, muchos importantes dirigentes políticos, una relevante representación de las iglesias y un sólido número de pacientes de todo tipo de dolencias. Pero otros gremios relativos a otras áreas o quehaceres han estado ausentes.
Tenemos muchos presos políticos. A hoy son 322. Varias organizaciones gestionan los asuntos de su defensa en escenarios nacionales e internacionales. Pero, penosamente, uno tiene la percepción que esos hombres y mujeres injustamente encarcelados forman ya parte difusa del paisaje nacional.
Susana Raffalli habla con propiedad. Lleva tiempo avisando que Venezuela está desnutrida y mal nutrida. Que eso no solo significa un gravísimo problema hoy sino que tendrá severas consecuencias en un futuro nada lejano. En su angustia la acompaña mucha gente y organizaciones, pero también hay muchos que aplican el «ni sé ni me interesa».
Cecilia García Arocha habla con aplomo. Y por cierto con sobredosis de esperanza. No lo hace tan solo en su calidad de rector de la UCV, sino como presidente de AVERU y como educador universitario. No defiende su pequeña parcela. La escuchan y la apoyan miles, cientos de miles. Deberían ser millones.
En una maniobra que avergüenza el desempeño del sistema judicial, El Nacional deja de ser. Las organizaciones que tienen que ver con el ejercicio pleno de la libertad de expresión (derecho fundamental) ponen el grito en el cielo. Lo mismo hacen los periodistas serios (los que no lo son callan o aplauden la maniobra). La legítima Asamblea Nacional se pronuncia. Hasta ahí.
A Radio Rumbos le hicieron una malsana jugarreta. Ante la protesta por este asunto, no faltó quien me dijera que esto era «un lío ante accionistas». Un comentario por demás ignorante, por decir lo menos, pues desconocía los derechos de los radioescuchas, derechos que son colectivos y difusos, pero son derechos. Un medio no es una empresa cualquiera. Pero ya no sé qué tiene que ocurrir para que los pobladores de Venezuela desentierren el espejo y pasen a ser y comportarse como ciudadanos. El cierre de una emisora de radio afecta los derechos de los ciudadanos.
Me dicen los que recurren al argumento de «yo solo me meto en lo mío» que su función y responsabilidad es ocuparse de su trabajo, su familia, sus asuntos. Y con eso basta y sobra. Supongo que en cierto modo, aunque me luce una lamentable declaración de egoísmo, algo de razón llevan. Si cada quien se ocupa de lo suyo, quizás la sociedad funcionaría mejor. Yo lo dudo, pero bueno.
Entonces, si eso es así, si cada cual a lo suyo, si no se entiende el concepto «Fuenteovejuna», pues hay instituciones indispensables para la sociedad, por aquello de que alguien se tiene que ocupar del paraguas que cubra a todos, de la visión de conjunto.
Los políticos, debidamente agrupados en la institución política por excelencia -el partido- ven el todo y las partes. Cualquiera que haya militado formalmente en una organización política sabe que están estructuradas en áreas, precisamente para ver y ocuparse de la nación como un todo.
Fedecámaras no es, como torpemente piensan algunos, un «club de amigos». La organización empresarial tiene contacto y relación con todo el país. Por eso no es de extrañar que haya propuesto un programa de vacunación.
Las universidades públicas y privadas no son solo centros de enseñanza. En ellas se hace investigación y desarrollo, se le lleva el pulso al país, se hace análisis y, sobre todo, se hacen propuestas en todos los órdenes.
Si bien las iglesias tienen como primordial deber el salvar almas, en Venezuela, país mayoritariamente creyente, las organizaciones religiosas están en contacto permanente con todas las personas y saben muy bien de sus necesidades. Son estructuras que no se limitan a la contemplación.
El periodismo como institución de la sociedad es mucho más que letras sobre papeles o pantallas o voces y cuerpos en los medios audiovisuales. Sin periodismo libre y comprometido con la libertad la sociedad (que somos todos) se convierte en títere de los poderosos. El periodismo bueno tiene microscopio, periscopio y telescopio. Ve lo grande y lo pequeño. Lo cercano y lo lejano.
Yo creo que la solución es militar. En un partido político, en una organización de la sociedad civil, en cualquier estructura que vea el todo y no solo el pedacito que sentimos nos toca. Yo lo llamo dejar de ser población para pasar a ser ciudadanía. Es con ella como se puede armar el rompecabezas y tener país.
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