Daño psicológico

Si no fuera porque es una tragedia para muchos argentinos que han perdido familiares y amigos o que se recuperan con secuelas inéditas, quizás la pandemia de Covid-19 pueda ser considerada el mejor escenario para saber quién es quién. Los políticos, sobre todo los que gestionan la emergencia sanitaria, hablan tanto todo el tiempo hasta agotar a los ciudadanos con sus contradicciones, que han quedado al desnudo en sus reiterados dislates.

Cada día, una definición nueva y contrapuesta rebota locamente como pelota negra en cancha de paleta cerrada y amenaza con dejar severos magullones a su paso.

Pero, también, cada día se pueden encontrar explicaciones a lo inexplicable. Alberto Fernández, el compañero de fórmula de Cristina Kirchner en ejercicio del Poder Ejecutivo, que sumó una palabra al vocabulario inclusivo, al agradecerles a las “albañilas” el trabajo en un barrio popular de Avellaneda, dio la clave de por qué a veces no se suele terminar la obra pública anunciada. “Cada vez que vengo a estos barrios, muchas de estas casas quedaron prácticamente terminadas en 2015 y me pregunto: ¿cómo es que alguien no las terminó? ¿Cómo fue que no se pensó en la necesidad de tantos de ocupar estas casas? No le encuentro respuesta. La única que le encuentro es el odio”, dijo Fernández al destacar el trabajo de la cuadrilla de “albañilas”, que concluyeron las viviendas que serán habitadas por mujeres, travestis y trans.

Sí, querido lector, una vez más la frase tenía como excluyente destinatario al expresidente Mauricio Macri, que, por suerte gobernó cuatro años, pero para esta muchachada nacional y popular parece que estuvo 25 años en la Casa Rosada por todo lo que no hizo o hizo mal. Una especie de Gildo Insfrán, pero del mal.

Sin embargo, Alberto Fernández parece habernos revelado la clave de las obras públicas inconclusas o inexistentes en la historia del kirchnerismo. Un ejemplo puede alcanzar para entender esta teoría: Lázaro Báez cobró suculentos contratos por rutas que jamás hizo por “odio” y no por embolsar dinero para sus próximas generaciones o en nombre de vaya a saber quién. Quizás, más que los juicios y condenas que ya enfrenta, el excajero patagónico tendría que hacer análisis y superar sus “odios” para volver a la senda del bien. Quizás, Alberto Fernández, que dice ser el “padre” de los “nenes” argentinos le pueda recomendar el psicólogo.

Fuente: La Nación

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