Libros de uso

Para quien tiene la fortuna de la señal en Venezuela, aunque fuere tan obstinadamente accidentada, resulta inevitable transmitir desde el hogar o la oficina de trabajo. Harto frecuentes, a los encuentros familiares se suman los del oficio en estos tiempos de confinamiento preventivo ante la pandemia, alejada toda posibilidad de vacunación.

Tratándose del oficio a veces no es suficiente el audio para intercambiar con la audiencia. Sobre todo, en las actividades académicas que obligan al despliegue de gráficos y también al lenguaje corporal del docente que le conceda una nota más humana a la fría comunicación digital que ya conoce de distintas aplicaciones; o, con mayor razón, a las entrevistas de carácter político que aspiran a una mayor expresividad de las personas involucradas.

En ambos casos, como no ocurre en las citas fraternales, importa la escenografía, pues, luce desaconsejable dictar una clase o celebrar  una entrevista desde la cocina o el sanitario, por citar dos ejemplos de una faceta íntima que no creemos del interés ajeno.  Sin embargo, parece ocioso disponer de un espacio tan exclusivo como impecable, acaso, algo que llaman estudio profesional, para  la transmisiones que nos requieren, distinto para el periodista que las requiera, si fuere el caso.

Requeridos, solemos elegir dos o tres rincones de la casa u oficina para cumplimentar el intercambio digital, más  o menos asiduo, y observamos que las estanterías de libros parecen  las favoritas, como trasfondo. No obstante, una amable y acuciosa espectadora nos escribió al correo personal para distinguir entre las bibliotecas que las aseguró inamovibles, ordenadas y relucientes, respecto a otras personas, y la nuestra, desordenada y cambiante, pues, incluso, detalló que cada cierto tiempo, hay desplazamiento de libros.

La remitente nos aseguró que se desempeña como coach de feng shui, pidiendo descartarla como agente de algún servicio de inteligencia, aunque tampoco es que el suscrito sea tan demandado por los medios de comunicación, e invente cada vez que puede el agua tibia. Sólo nos permitimos expresarle que no tenemos recursos para el asesoramiento en una materia en la que desconfiamos, y los libros son de uso; por ello, la movilidad en una estantería muy apenas ordenada para la circunstancial escenografía.

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