Una agenda internacional pendiente

El liderazgo político democrático, en cada país de América Latina, confronta severas dificultades ante las fuerzas y corrientes antioccidentales que la ha anidado inadvertidamente a través de los años. Una de ellas, es su exhibición y ridiculización como si se fuese expresión de la peor manifestación retrógrada y reaccionaria del mundo a la que sus advesarios la combaten heroicamente.

La otra dificultad estriba en la debilidad ante el despliegue extraordinario de recursos de desconocida procedencia, fuere en campaña electoral o no.  Sectores que pueden ayudar a la causa de la libertad no sólo se cohíben, sino aportan al arca de quienes a la postre serán sus verdugos.

Agreguemos también el excesivo parcelamiento nacional de ese liderazgo democrático que, por una parte, no cuenta con partidos estables que le respalden, sino con fórmulas y alianzas comiciales transitorias. Y, por otra, tampoco con la necesaria proyección continental, habida cuenta del propósito y los alcances del Foro de Sao Paulo y sus derivados.

Nuestra América contó con líderes de una importante proyección internacional en décadas quizá muy remotas, como ahora no los expone. Aparentemente, no hay contraparte para un Evo Morales, Lula o cualquier otro que diligencia e implementa todo un proyecto transnacional por estas latitudes.

Solemos olvidar que hay un compromiso político que traspasa las fronteras, a favor de la libertad y de la dignidad humana. Una agenda que cumplir, por muy locales que seamos o digamos ser.

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