Messi bien vale un buen título

Todo título, incluso a pesar de ocupar un espacio exiguo, juega un papel fundamental en la “publicidad” de las notas periodísticas, desde el momento en que constituye el primer contacto que el lector (o la lectora) tiene con ellas, y suele ser, por eso mismo, decisivo en la lectura del texto completo. Más aún: para propulsar esa lectura, no solo debe “seducir”, sino también orientar desde un punto de vista temático y activar los conocimientos previos de quien lo lee.

De hecho, suele decirse que la función de los títulos es triple: atraer el interés, informar sobre el contenido de la nota y designarla. Aunque nadie puede negar que a veces los títulos solo cumplen con dos de esas funciones, tal vez con una y, en el peor de los casos, con ninguna.

Como fuere, si en beneficio de la seducción los títulos pueden usar recursos como las metáforas o los juegos de palabras, en beneficio de la brevedad suelen evocar una memoria preexistente, alguna forma de alusión que ligue la situación actual con otra previa que dispara potentes significados sin mencionarlos siquiera.

Así, cuando se habla de títulos de prensa, es obligado recordar que Página/12, con su irrupción en 1987, forzó a los medios contemporáneos a “aggiornarse” al respecto. Y es que, mientras los medios más masivos se concentraban por entonces en producir títulos definitivamente informativos, Página traía la novedad de títulos que convocaban el recuerdo de otros discursos.

“È ben Trovato”, cuando descubrieron al prófugo juez Trovato en Brasil (en alusión al refrán italiano “Se non è vero, è ben trovato”, que puede traducirse como “si no es cierto, está bien encontrado/inventado”). “Ahora te llaman Margot”, cuando la primera ministra británica Margaret Thatcher sufrió un revés político (por la frase del tango Margot, que comienza: “Ya no sos mi Margarita”). Ambos, títulos históricos y representativos de lo que puede llamarse intertextualidad.

La intertextualidad, término acuñado por Julia Kristeva a fines de los años 60, es la relación que un texto tiene con otros textos, de modo que estos le sirven –por el recurso que sea– de soporte y de explicación. En los títulos del párrafo anterior, la intertextualidad se juega en ciertas frases conocidas que reclaman interpretar el nuevo discurso a partir de ellas, ubicadas en un lugar distinto del original.

La salida de Lionel Messi del Barcelona, llanto incluido y profecías formuladas, ofrece una nota de color –en medio de la información cooptada por la pandemia– y su llegada a la Ciudad Luz (Lutecia, en latín) provocó un revuelo no por esperado menos sorprendente. Una especie de arribo a un santuario laico por parte de miles de peregrinos que ya sueñan con ver a la Pulga con la camiseta azul del PSG.

El diario L’Équipe, un periódico francés dedicado al deporte –pero abocado particularmente al fútbol–, acertó al titular en primera plana “Paris vaut bien un Messi”, que viene a ser “Paris bien vale un Messi”. La frase es una ingeniosa paráfrasis de la que la leyenda le adjudica a quien sería Enrique IV de Francia: “Paris vaut bien une messe” (“París bien vale una misa”). Y es que el pretendiente al trono –por entonces, Enrique de Navarra– era protestante y se le exigía la conversión al catolicismo para conducir el reino.

Como el rey hugonote devenido católico, porque París se lo merece (tal cual dice el titular de L’Équipe), nuestro Leo ahora tiene que convertirse. Cambiar las construcciones de Gaudí –que le fueron familiares durante más de veinte años– por la Torre Eiffel, mandar a sus hijos a otro colegio, visitar con Antonela (quizá) la Rue du Chat qui Pêche, comer macarons de Fauchon.

Y, por supuesto, aprender a hablar francés. Solo nos queda una duda: ¿lo irá a hablar con acento rosarino? Te queremos, Leo, te queremos. Donde vayas, Leo. Te queremos.

Fuente: Perfil

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