Las exhumaciones del Libertador
La mañana del 24 de mayo del año 1834 un terremoto sacude la ciudad costeña de Santa Marta. La Catedral, primera basílica construida en el nuevo mundo, sufre daños y fisuras en sus pisos y techos. Una de las grietas más grandes se produce en la cripta de la familia Díaz Granados, precisamente donde reposan los restos mortales del Libertador Simón Bolívar.
En el año 1837, una vez culminado el gobierno del General Francisco de Paula Santander y aplacada la persecución política de los bolivarianos, Don Manuel Ujeta, amigo del prócer, testigo de su fallecimiento en San Pedro Alejandrino, la autopsia del cadáver y su sepelio, decide regresar a Colombia desde su exilio en la colonia inglesa de Jamaica.
Lo primero que hace Ujeta al desembarcar en Santa Marta es pagar tributo al amigo desaparecido. Tras cruzar los umbrales de la Catedral pone rodilla en tierra, se persigna y reza un Padre Nuestro. Luego se levanta para marchar en dirección a la parte superior de la nave mayor. Allí, cerca de las gradas del presbiterio y a los pies del altar de San José, se detiene a admirar la tumba de Simón Bolívar.
Se percata que la fosa del Libertador ha sido victima del olvido y el descontento público. Entre la inmensa grieta causada por el temblor de 1834 se puede ver su ataúd y como la gente, tras la Santa Misa, se ha divertido arrojando mugre y escombros sobre el sarcófago.
Una tarde de aquel año llega a sus oídos un rumor que lo alarma. Un grupo de facciosos planea apoderarse de la urna que contiene los restos del Libertador y arrojarlos al mar para que estos desaparezcan, de una vez por todas, en las profundidades del Caribe. Indignado por semejante infamia, Don Manuel solicita y obtiene permiso de las autoridades de la ciudad para reparar la bóveda que sirve de sepultura a tan ilustre personaje. Entonces el féretro es sustraído de la cripta, durante tres días que tarda la reconstrucción de la nueva bóveda yacen los restos del Libertador en una residencia propiedad de Ujeta en la Calle Grande de Santa Marta.
Dos años después de esta primera exhumación, el día 26 de julio de 1839 para ser preciso, los restos del Libertador son trasladados a otra bóveda en la misma Catedral, una ubicada a pocos metros de cripta de la familia Díaz Granados y construida por el señor Joaquín Anastasio Márquez con el objetivo que Bolívar no compartiera lugar de descanso eterno junto a otros mortales.
En el acta levantada para dejar constancia de este tercer entierro, se rinde cuenta de la existencia de dos urnas, una grande que contiene su esqueleto y otra pequeña que guarda su corazón y vísceras. Allí reposan los dos cajones durante tres años.
El 20 de Noviembre de 1842 se reúnen las autoridades civiles y eclesiásticas de Santa Marta con los representantes consulares de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y enviados de la Nueva Granada y Venezuela. Se procede, en presencia de todos los anteriores, Don Manuel Ujeta y el Dr. Alejandro Prospero Reverend, a una tercera exhumación de los restos de Simón Bolívar. Esta a realizarse en vísperas de su último viaje a Venezuela para dar cumplimiento a los últimos deseos contenidos en su testamento.
-Es mi voluntad que después de mi fallecimiento mis restos mortales sean depositados en la ciudad de Caracas, mi tierra natal.-
Ante la presión de las hermanas del Libertador y los movimientos bolivarianos brotados por todo el país impulsados por la fuerza que nutre Antonio Leocadio Guzmán con los trazos de su pluma en las páginas del periódico EL VENEZOLANO, el General José Antonio Páez solicita al Congreso Nacional autorización para repatriar los restos de Bolívar a la capital de Venezuela y así cumplir con su última voluntad.
Ante tal iniciativa Santa Marta reclama su válido derecho. Alega que merece conservar los restos del Libertador pues la ciudad costeña lo acogió cuando el resto de sus compatriotas le dio la espalda tras la fractura de Colombia y las nuevas Repúblicas le cerraron sus puertas. La comitiva venezolana accede parcialmente a la petición de las autoridades de Santa Marta y se llega a un acuerdo. En tierra samaria permanecerá la diminuta urna que contiene el corazón y vísceras.
Al mediodía del martes 20 de diciembre llega a la Catedral de Caracas la urna grande y es ubicada en la cripta de la familia Bolívar. Antes de ser colocada allí, se afana el Doctor José María Vargas en realizar un detallado estudio anatómico de los contenidos del féretro.
El 30 de enero de 1843, envía una comunicación al Secretario de Estado, en la que presenta un informe médico que dice lo siguiente:
– Aunque el esqueleto está cabal, la mayoría de sus huesos por efecto de la humedad y la muy impropia preparación de conservación inmediatamente después de su muerte, están ya negros y decaídos hasta el grado de deleznarse entre los dedos al asirlos. La operación de barnizarlos de modo que se conserven mejor, sólo puede hacerse con respecto del cráneo y los huesos largos de los miembros… Quedará como se hallaba el esqueleto ensamblado con alambres de plata, los demás huesos fueron separados del polvo y colocados en una diminuta caja que ha sido introducida dentro del ataúd… Envuelto en un damasco negro y en una caja de láminas de plomo soldado, se guardó la urna original de madera.-
En cuanto al cofrecito que guardaba su corazón y vísceras, este permaneció frente al altar mayor de la Catedral de Santa Marta hasta la noche del 19 de noviembre de 1860. Tras un encarnizado enfrentamiento entre liberales y conservadores, la casa de Dios ardieron en llamas. Las cenizas del corazón y los demás órganos del Libertador se esfumaron para siempre entre el humo negro de la candela y las brisas del litoral.
En el año 1876, durante la primera presidencia del General Antonio Guzmán Blanco, se inaugura el Panteón Nacional. En la Iglesia de la Santísima Trinidad, ubicada en la parroquia de Altagracia, se instala el principal monumento y camposanto destinado a albergar los restos mortales de los personajes más ilustres de la historia de Venezuela.
El ataúd de Simón Bolívar cambia de lugar una cuarta vez, en esta ocasión con el fin de reposar en un elegante y pomposo mausoleo diseñado y esculpido por el maestro italiano Pietro Tenerani.
Allí reposaron en paz sus restos durante más de siglo y pico, hasta que el jueves 15 de julio del año 2010 su descanso volvió a ser interrumpido por una quinta exhumación.
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