Don Guillermo Morón

Aceptamos con  entusiasmo la invitación del amigo José Alberto Olivar para acompañarle a la cita con Guillermo Morón, en la biblioteca que tuvo por hábitat. Solo el recorrido por la extraordinaria y diversificada estantería, fue motivo suficiente para varias crónicas, como las que ya habíamos ensayado con otras bibliotecas citadinas de calibre.

Extraordinario anfitrión, la conversación supo de varias estancias en un hogar tan acogedor. Ambos, historiadores de profesión,  sumergidos en un asunto de la especialidad le dieron cabida al aficionado que suscribe.

Las conversaciones se hicieron largas en la sala principal, en  la planta baja y en el piso superior. Anaqueles sabiamente trenzados, como si fuese todo un dispositivo antisísmico, daban cuenta de los más de veinte mil cuidadosos ejemplares de los que sabía exactamente su ubicación don Guillermo.

El último historiador positivista de obra monumental en Venezuela, al que personalmente recibió Fidel Castro en Cuba para despecho de sus más acérrimos críticos del patio, fue extraordinariamente generoso con nosotros al contarnos diferentes anécdotas y hechos reales, varios de los cuales nos obliga ahora a ser prudentes. Y, aunque sólo leía por placer, a su edad, nos dijo, seguramente habrá muchos e inéditos testimonios escritos de los que algún día sabremos.

Coincidentes o discrepantes con su perspectiva histórica, recordamos al gran caroreño que tuvo la confianza y amabilidad de presentarnos a su esposa que ya comía al finalizar la tarde, en un área de la intimidad familiar del segundo piso.  Ambos,  relataron el día en que se conocieron en Madrid, con una jocosidad de las que alimentan tanto el alma: inolvidable.

Fotografía: José Alberto Olivar.

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